En nada se asemeja desde el exterior a un órgano convencional. No resalta por su majestuosidad, no posee tubos que sobresalgan, no hay teclas que deban accionarse para lograr el sonido; tampoco se caracteriza por interpretar música religiosa o de concierto, ni nos remite al barroco, época dorada para este instrumento. No hay señales que lo relacionen con los órganos tradicionales. Es realmente, y en comparación, más sencillo, podría decirse que modesto, aunque muy interesante y singular.
Su imagen es la de un gran cajón de madera, una caja de música que debe ser accionada mediante maniguetas para que el sonido brote. Sin embargo, el órgano oriental es, en su exotismo, Patrimonio Cultural de la Nación Cubana, con rasgos excepcionales y una rica historia.
Patrimonio cultural
Cuando el 19 de octubre de 2017 se declaró al órgano oriental como Patrimonio Cultural de la Nación, la isla se llenó de júbilo. La Resolución 32 emitida ese año por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural reconocía tanto al instrumento como a los saberes, técnicas, usos tradicionales y los espacios fabriles en los que ocurre parte del proceso de transmisión de los conocimientos relacionados con él. Propiciaba, además, la sostenibilidad y visibilidad de esa expresión de la identidad nacional.
Y es que precisamente el órgano oriental no es solo un «aparato» que interpreta música, sino un conjunto de técnicas tradicionales, conocimientos y bienes materiales asociados que han formado parte de la historia de la Mayor de las Antillas desde hace mucho tiempo.
De cómo el órgano llega a Cuba
Todo parece indicar que el órgano llega a Cuba proveniente de Francia. Algunas referencias apuntan a que en el siglo XVI los primeros fueron destinados a iglesias y ferias, y que para 1850 existían ejemplares en La Habana y Cienfuegos. De allí pasa al oriente del país, según ha trascendido, de la mano de Don Santiago Fornaris, carpintero de profesión, y encuentra muy buena acogida en Manzanillo, actual provincia Granma. En esa provincia y gracias a la familia Borbolla, se convirtió en una pieza fundamental en las fiestas y bailes populares.
Tanto fue el éxito, que los Borbolla decidieron establecer negocios con los fabricantes franceses que para ese momento creaban órganos de cartón conocidos como neumáticos, y comenzaron a importar nuevos instrumentos, piezas de repuesto y partituras. Incluso, alguno de ellos se adiestraron como organistas y compositores, y el padre de familia llegó a construir íntegramente el primer órgano eminentemente cubano, al cual denominó «La Orquesta».
Otro hecho, además, lo ayudó a trascender. Durante las gestas independentistas cubanas, fue empleado para trasladar en su interior armas, municiones y medicinas para las tropas mambisas, con el pretexto de que iba a animar celebraciones de pueblo en pueblo.
La «música molida»
Los populares órganos orientales, como se deduce, provienen de aquellos órganos de lengüeta introducidos en Cuba, con origen francés. Constituyen un instrumento aerófono y electromecánico, compuesto por una gran caja de madera que se acciona girando dos grandes maniguetas, como si se tratara de una máquina doméstica de moler o un trapiche de caña, por lo que se dice que la música que se obtiene es «molida».
Se ponen en marcha ingeniosos mecanismos que proporcionan el aire necesario para descifrar piezas de cartón perforado, que constituyen las extravagantes pero simples partituras elaboradas de modo artesanal. Cada una de las incisiones en los rollos, señala una nota que reproduce el sonido de diferentes instrumentos, ya sea violín, chelo, viola…
Según refieren los propios documentos de calificación patrimonial, tanto su construcción como la confección de las piezas de cartón forman parte de una tradición centenaria, a raíz de la inventiva de individuos, familias y comunidades portadoras. Estas han transmitido el conocimiento y la experiencia acumulada de generación en generación, y lo han mantenido vivo dentro de la cultura popular tradicional cubana, lo cual es evidente sobre todo en la región oriental de Cuba.
Aunque estar frente a uno de estos artefactos y escuchar su música es mucho más sencillo en el oriente, de donde toma su nombre definitivo, se hallan algunos ejemplares diseminados por toda Cuba. Es posible admirar uno de ellos en el Museo de la Música de La Habana.
El órgano oriental hoy
En la actualidad, el órgano es parte de la identidad cubana y una muestra palpable de su riqueza artística. Muchas de las festividades orientales están incompletas si falta este invitado. Se le ve entonces acompañado por otros instrumentos populares como los timbales, el güiro, las pailas, el guayo y las tumbadoras, interpretando estilos y géneros diversos que hacen bailar y cantar hasta a los más reacios.
Además de la mencionada familia Borbolla, cuyos descendientes continúan vinculados a la tradición, otros nombres se asocian estrechamente al órgano oriental, como los Fornaris y los hermanos Ajo. En la provincia de Granma, esta continuidad es evidente. Por sólo mencionar algunos ejemplos, en la ciudad de Bayamo funcionan la peña «El Mambisito» y una orquesta femenina que defiende una sugerente propuesta musical; en el poblado de Buey Arriba, se presentan los órganos «Estrellas de Cuba» y «Melodías del 80», y en la comunidad Río Cauto, los llamados «Nuevo Ritmo Oriental» y «Perla del Cauto».
Todos apuestan por la conservación de ese patrimonio cultural de la nación antillana, listo para ser redescubierto, mientras se empeñan en hacer disfrutar a sus oyentes.
A bailar con el órgano oriental
El órgano oriental se mantiene vivo en celebraciones donde asume gran protagonismo. Ameniza varios carnavales a lo largo de la isla y, en especial, la Fiesta de la Cubanía, en Bayamo, donde niños, jóvenes y adultos bailan al compás del célebre instrumento. Reproduce piezas típicas como «El pasito de la bibijagua», «El jorocón», «La Bayamesa», «El Platanal de Bartola» y «Mambo», que aún figuran en el repertorio de muchas agrupaciones populares.