Uno de los laterales de la célebre Plaza Vieja del Centro Histórico de la capital cubana convida a un paisaje atípico, sin igual. En la intersección de las calles Mercaderes y Teniente Rey se alza el edificio Gómez Vila, erigido a principios del siglo pasado y ahora sede de la inmobiliaria Fénix. En su cúpula se encuentra la Cámara Oscura de La Habana Vieja, única de su tipo en Cuba, que abrió sus puertas al público por vez primera en el mes de abril del año 2001.
Cuentan que este maravilloso artefacto tiene su génesis en los estudios aristotélicos de la antigua Grecia. Posteriormente, en la Bagdad del siglo X de nuestra era, el genio matemático Alhacén sostiene que los objetos tienen la capacidad de irradiar los rayos lumínicos. Doscientos años más tarde, el teólogo y científico inglés Roger Bacon realiza estudios de física que avalan la eficacia del fenómeno de la cámara oscura; pero no es hasta el siglo XV que Leonardo Da Vinci realiza los primeros bocetos de este artificio, tal y como lo conocemos hoy. Fueron los primeros pasos de la fotografía.
De Cádiz a La Habana
Fabricada por la compañía inglesa Sinden Optical Co. Ltd y donada hace casi dos décadas por la Diputación Provincial de Cádiz, la Cámara Oscura de La Habana Vieja propone un paneo de 360 grados por la fachada, las calles y azoteas de La Habana colonial, aunque también alcanza sitios aledaños como el barrio de Casablanca, al otro lado de la bahía habanera, o los grandes edificios del Vedado.
Es como si estuviéramos en lo alto de la Torre Tavira, cumpliendo nuestro oficio de vigía para salvaguardar el puerto, pero en otro tiempo y espacio. Ahora estamos en La Habana a inicios del siglo XXI, y hacemos turismo para ver la ciudad “en vivo”.
La Cámara Oscura, una opción amigable y barata
La visita a la Cámara Oscura es una aventura desde el preciso momento en que se accede al Gómez Vila, por el precio de 1.00 CUC (menos de un Euro) para los extranjeros mayores de 12 años. Los niños entran gratis. Brinda servicios todos los días entre las 8:30 de la mañana y 5:30 de la tarde. Un viejo ascensor propicia el arribo de los visitantes a la planta alta, donde les espera una gran terraza que ofrece una vista espectacular de la Plaza Vieja, los barrios contiguos y el Puerto de La Habana con su avenida. También se puede disfrutar allí de una cafetería con ofertas de gastronomía ligera y mesas cobijadas con sombrillas para proteger a los clientes del fuerte sol tropical.
Para entrar se compran los boletos en un pequeño salón de espera y generalmente se debe hacer una cola (fila) frente a la puerta de acceso al local, pues sólo hay capacidad para grupos de entre 10 y 15 personas. A continuación, el guía invita a pasar. El interior está ambientado y cubierto por cortinas negras, con una blanca esfera cóncava en el centro, rodeada por una baranda circular, en torno a la que se acomodan los espectadores.
Cuando se apagan las luces, con destreza inusitada un amable experto explica en español e inglés el fenómeno físico que se produce en el periscopio de casi 40 metros de altura, que mediante la combinación de lentes y espejos refleja sobre el visor de 1.80 metros de diámetro la vida que transcurre en cerca de cinco kilómetros a la redonda.
Personas que caminan, autos que transitan, vecinos que se saludan y se deshacen en gestos corporales como en el cine silente, techos de construcciones antiguas que se sostienen a pesar del tiempo, animales domésticos que disfrutan de la brisa en los balcones y embarcaciones que navegan por las tranquilas aguas de la bahía, son algunas de las estampas en tiempo real que se disfrutan durante un ágil recorrido visual que dura alrededor de 10 minutos.
La historia desde arriba
Pero lo más significativo de la travesía es el encuentro con la historia de la urbe. El guía ofrece una muestra de los principales sitios que han sido de singular relevancia en distintas etapas, tanto por sus valores testimoniales, artísticos como patrimoniales. Así, pueden verse sobre la pantalla los restos de la antigua muralla de La Habana, la Terminal de Trenes, la Lonja del Comercio, el Capitolio Nacional, el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, el Paseo del Prado, el Malecón, la Catedral, la Iglesia Ortodoxa Rusa, el Cristo o el edificio Focsa.
La Cámara Oscura es un juego de luces y sombras, de paneo y zoom, de detalles y generalidades que hacen pensar en la fascinación del ingenio humano. Cuando se encienden las luces y termina el tour, queda el deseo de continuar deleitándose con más, y hay quienes deciden repetir la experiencia al instante. Tal es nuestra curiosidad impertinente, nuestra tendencia a querer sentir la sensación de control, de dominio, de abarcarlo todo hasta el horizonte, la necesidad de sorprendernos con lo ajeno, como si fuésemos poseedores de un satélite espía, de una ventana indiscreta hacia la dinámica de una ciudad inabarcable a simple vista, hacia la vida de la gente que, mientras se conduce indiferente y confiada, no sospecha que la observamos desde arriba.
Otras cámaras oscuras en el mundo
La presencia de cámaras oscuras es un privilegio de pocos países y Cuba es uno de ellos. Aunque se dice que existen 74 de estos artificios, la mayoría se encuentra diseminada en ciudades del Reino Unido, Portugal, España y Estados Unidos. La habanera es única en toda América Latina y El Caribe.