… y fue nombrada San Cristóbal de La Habana. La denominación recuerda al santo patrón que los conquistadores españoles habían escogido para identificarla. San Cristóbal es descrito, por la tradición católica, como un hombre corpulento que cargaba sobre sí a los interesados en cruzar los ríos o corrientes de agua. De alguna manera la leyenda guardaba relación con los tres asentamientos, que tuvo La Habana en sus inicios fundacionales, todos ellos cercanos a ríos y afluentes que les permitiera, a los colonizadores, abastecerse de agua.
Batabanó fue el primer emplazamiento que tuvo la villa, aunque no por mucho tiempo. Desde su puerto se organizó la expedición de Hernán Cortéz hacia México y al regreso, la tripulación accede a la isla de Cuba con mayor facilidad por la costa norte. 72 kilómetros hacia el norte bastaron para acercarse a su destino final.
Un segundo enclave se localizó cerca de las márgenes del río Almendares. El hermoso lugar y las cristalinas aguas sirvieron de remanso para los conquistadores españoles que buscaban acercar la capital isleña a la América continental recién descubierta. Pero nuevas dificultades surgieron: el terreno cenagoso del lugar impedía la construcción de las edificaciones necesarias para comenzar a crecer.
De cuando la ciudad se asentó para siempre a orillas de la bahía
Hacia el oeste una bahía llamaba la atención de los marineros que regresaban a Cuba: tenía la forma de bolsa, cerrada en su entrada, con una profundidad idónea para el anclado de barcos y bien protegida de los vientos por las elevaciones a su alrededor. Comenzó a ser llamada Puerto Carenas y se convirtió en testigo mudo del crecimiento de una villa que lo hizo a imagen y semejanza de su metrópoli: una plaza, mercado, la parroquial y el palacio de gobierno.
Tres vueltas a la ceiba: una singular tradición
No se han podido encontrar documentos que proporcionen una fecha relacionada con el surgimiento de esta práctica. Lo cierto es que no solo habaneros, sino cubanos y viajeros en general, se agolpan en la víspera de cada 16 de noviembre para festejar la fundación de la villa habanera y, como colofón, dar tres vueltas a la ceiba.
El mítico árbol que hoy forma parte de la simbólica edificación, conocida como «El Templete», es similar a los numerosos ejemplares que, desde entonces, velan por la tranquilidad y prosperidad de la ciudad. El Historiador de La Habana, Eusebio Leal Spengler, ha especificado que:
«Su antecesor había durado poco más de medio siglo cuando sus raíces tocaron el manto freático salino.»
Entonces la antigua ceiba tuvo que ser sustituida. El cambio más reciente ocurrió a principios del año 2016 ante los ojos de especialistas, ingenieros, restauradores, vecinos y viajeros que fueron testigos de un suceso histórico, pocas veces presenciado.
La ceiba es un árbol mítico para los cubanos. Puede ser encontrado por toda América; sin embargo, pocos lugares le confieren poderes sobrenaturales como en la isla caribeña. Se dice que no puede ser alcanzado por las descargas eléctricas, característica que llamó poderosamente la atención de los españoles asentados en Cuba y que pronto hicieron suyas las creencias en torno a su divinidad. Divinidad que habían alimentado aborígenes, y posteriormente africanos, que la consideraban el árbol sagrado que abrigaba a sus deidades.
Por eso, año tras año, miles de personas llegan hasta allí y bajo la sombra de su vistoso follaje, rodean tres veces el árbol con la mano sobre su tronco y, ya sea en secreto o en alta voz, imploran por la consecusión de un deseo, por la realización de un sueño.
El Templete junto a la ceiba
Muy cerca del árbol, una construcción de estilo griego recuerda el lugar donde la leyenda describe se realizó la primera misa y el cabildo de la ciudad. Su frente recuerda detalles del Partenón de Atenas: columnas dóricas, el capitel y los zócalos. Custodian al Templete singulares columnas de piedra que fueron coronadas con piñas, considerada la reina de las frutas. Las figuras hechas en bronce constituyen un toque antillano que llama la atención de conocedores y curiosos.
En su interior vistosas pinturas que remedan el momento sagrado en que el obispo Espada bendice el lugar. El reconocido pintor francés Juan Bautista Vermay fue el encargado de inmortalizar el singular evento, algunos siglos después.
Muy cerca de allí…
El conjunto se ubica en la Plaza de Armas, rodeado de indispensables construcciones y espacios asociados a los primeros siglos de la ciudad. A un costado el primer castillo que abrió el camino hacia la fortificación: la Real Fuerza; le siguen el Palacio de Correos y el Palacio de los Capitanes Generales; este último el Museo de la Ciudad, sitio que recoge importantes momentos en su evolución y desarrollo. Otros, también significativos, son el Hotel Santa Isabel, el Museo de Ciencias Naturales y el restaurante La Mina, espacio apropiado para refrescar y sentarse a disfrutar de una bebida mientras se contemplan siglos de arquitectura y urbanización.
Descubriendo momentos de historia
Entre muros, columnas, rejas y balcones, La Habana guarda el recuerdo de sus primeros momentos. Vestigios de las aspiraciones que un día tuvieron los primeros pobladores, agrupados bajo una ceiba que sigue recibiendo al viajero a la sombra de sus ramas.