El 11 de agosto, a las 10 de la noche ya el bus entraba a la ciudad de Holguín. Nos esperaba una terminal oscura y llena de gente. Los carnavales habían terminado o estaban en preparativos pero eso no era problema, la fiesta éramos nosotros.
Entre parques y arte, la ciudad de Holguín
Las calles de Holguin en contraste con la terminal que nos recibió son muy iluminadas, las construcciones coloniales y según avanza la noche vemos menos holguineros fuera. A las 11 de la noche ya todo parece cerrado. Nos topamos con la Plaza de la Marqueta y la iglesia que la acompaña. En la esquina hay un monumento al papa Juan Pablo II, al frente queda la plaza y al otro extremo comienza el boulevard.
En el boulevard está todo, cafeterías, restaurants, buros de reservación turísticos, tiendas y heladerías. Es una calle con piso de granito, muy limpio, ambientada con bancos en el centro y plantas ornamentales que alegran la vista.
Ya al centro, en el parque Calixto García, la ciudad me tienta desde todos los puntos cardinales. Cruzando una de las esquinas para dirigirnos a la casa de la música, que casualmente está al lado de una tienda de nombre Galeano1 comenzamos a encontrar rasgos de la Habana en la identidad holguinera.
Un inesperado medio de transporte nos pasa por al lado, son bicicletas que tienen una silla al costado donde viaja un solo pasajero. Me recuerdan a las motos con side-car. Pero es tarde y tenemos que devolvernos para descansar del viaje y aprovechar el día siguiente.
Con la luz del día regresamos a la plaza, cerca está el pabellón de Holguín con exposiciones de arte y souvenirs. Al pabellón lo rodean diferentes bares, escogemos el Gato Negro pues somos muchos y este tiene mesas afuera. A menos de una cuadra hay otro bar con música en vivo. Media hora después descubriríamos que se llama La Bodeguita del Medio igual que el afamado bar habanero catedral del mojito y visita obligada de todos los que siguen la huella de Hemingway en Cuba.
Justo al lado construyen un hotel de nombre Saratoga y esto me hace pensar que la ciudad de Holguín es una versión más limpia, menos ajetreada y con menos turistas, de la Habana.
Las galerías y centros de arte abundan, el caminante pasa poco tiempo sin toparse con una exposición. Después del bar nos entran ganas de bailar, pensamos en la Caverna de los Beatles y hacia ahí nos dirigimos.
Desde afuera parece un lugar acogedor, al menos el concepto de caverna nos llega, adentro están como detenidos en el tiempo las estatuas de Ringo, Paul, John y George. Al entrar el trato fue desganado, en la lista de reproducción no había ni una canción de los Beatles y nos querían hacer pagar un cover injusto por entrar a un lugar vacío donde no había ningún espectáculo.
Pero nos habíamos quedado con deseos de mover el esqueleto y la noche era joven aún. La música muchas veces hace lo que quiere con nosotros los cubanos, esta vez fue Norberto Leyva y su peña en el Salón Benny Moré la sorpresa del día.
La música es pegajosa, y el repertorio amplio. Mi instinto melómano me dice que hay un soplo español orbitando sus musas y terminado el concierto busco el modo de colarme en los camerinos para entrevistarlo.
Me cuenta que la peña lleva ya dos años en pie, que en cada presentación prueba distintos géneros musicales como la trova, la música bailable y la rumba. No puedo quedarme con la duda y lo interrumpo lanzándole mi pregunta sobre su relación con la música española.
«Empecé en el mundo de la música influenciado por Alejandro Sanz.»
Me dice con sonrisa y yo confirmo mis dudas, le doy un abrazo y le deseo toda la suerte del mundo.
Desde arriba La Loma de la Cruz
La Loma de la Cruz es de esos sitios obligatorios cuando visitas Holguín. La subida, aunque parece difícil no es compleja. Le recuerdo a mis pies que ya estaban advertidos de las caminatas y los animo a terminar la noche. Una vez llegas arriba la vista es impresionante, miles de lucecitas se combinan reflejando el trazado de la ciudad en un espectáculo asombroso. En la cima el viento sopla suavemente, uno toma aire, se siente triunfante, prueba varias fotos con la cámara y sin pensarlo dos veces retoma las energías necesarias para el descenso.
Gibara lo merece
Ciudad pesquera y orgullosa, Gibara esta llena de carácter. Le llaman la Villa Blanca y es de estos lugares que no se alcanzan a conocer en un día. La Bahía se presenta imponente entre montañas que marcan el horizonte. Al igual que Holguín el parque principal se llama Calixto García. En centro de este se levanta triunfal una versión gibareña de la Estatua de la Libertad. Yo que jamás imaginé encontrar una réplica de este monumento en Cuba me acerco buscando la fecha en que se erigió y leo la inscripción que data del 25 de Julio de 1898:
«Gibara tiene una estatua de la libertad porque se la merece.»
Adiós Holguín
Nos despedimos de Holguín en el Café Trovando. La mezcla de casa colonial ambientada con discos de vinilo, pinturas y trova tradicional cubana es casi mágica. La luz es tenue y hay toda variedad de cafés. Planificamos nuestro próximo destino, quizás una escala en Santiago de Cuba, después Guantánamo y si me es posible Baracoa. Ya nos traen la carta, después de esto no nos queda mucho tiempo en Holguín.
A la salida me monto en una de esas bicicletas con side-car que vimos al llegar, me pongo los audífonos y pienso en todos los lugares que no pude visitar. A Holguín hay que volver, se lo merece al igual que Gibara. Ha sido un amorío express y mientras atravieso la ciudad voy tarareando:
…lo nuestro duró, lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks…
Nota:
1 Una de las Casas de la Música en la Habana se encuentra en la calle Galeano, y se le conoce como «la Casa de la Música de Galeano».