El barrio Santo Ángel en La Habana

El barrio Santo Ángel en La Habana

Habíamos escogido una tarde cualquiera para recorrer algunos lugares recomendados en la Habana Vieja. Como siempre, empezamos por un museo para luego desandar los alrededores. Nos asombró el Museo de la Revolución con infindades de objetos, documentos, armas y vehículos que describen parte de la historia de la isla cubana. Hermosa construcción ecléctica que parece pedir a gritos que la conozcan, que descifren sus pasillos y salones ricamente decorados.

Fragmento de la muralla de La Habana frente al Museo de la Revolucion

En las afueras, un fragmento de la Muralla de La Habana que protegió la ciudad hasta finales del siglo XVIII, recuerda los asedios de piratas y corsarios rondando cerca del litoral habanero.

Y mirando hacia la bahía, una flamante escultura ecuestre reta los parámetros tradicionales que identifican estos conjuntos. Fue traída desde New York y resultó ser la de José Martí, inspirador para miles de cubanos, desde bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. Nos sorprendió una llovizna pertinaz, de esas que acompañan al extraño invierno cubano, que nos obligó a buscar refugio.

Y gracias a la lluvia…

Decidimos adentrarnos hacia una zona que los habaneros llaman la Loma del Ángel. La corona una preciosa iglesia con evidentes ademanes neogóticos, que no pudimos visitar porque estaba cerrada. Dicen que es la Iglesia Santo Ángel Custodio, lugar donde fueron bautizados ilustres cubanos del siglo XIX, como el propio Martí que cabalga en la estatua que acabábamos de contemplar.

Nueva estatua de Jose Marti cayendo en Dos Rios

Una esquina dejaba entrever parte de la vida en la ciudad antingua. Pequeños balcones, puertas a calle, atrevidas callejuelas hacían parte de ese movimiento delirante que se respira en La Habana. Todos caminan de un lado a otro y entre ellos, nosotros, que ya anhelábamos un lugar donde sentarnos a comer, beber, o sencillamente disfrutar de un nuevo espacio.

Descubriendo el arte cubano

A pocos metros, un inusual poste de iluminación provocó el desvío. Tiene 15 lámparas curiosamente dispuestas, que lejos de propiciar un buen alumbrado, parecía despertar inquietudes, reflexiones. Supimos, por un anciano, que era una obra de arte de las tantas que, en el año 2015, dieron vida al Malecón habanero durante la Bienal de la Habana, un interesante proyecto que reune obras del arte contemporáneo provenientes del Tercer Mundo.

Interesante poste de alumbrado con multiples farolas vestigio de la pasada Bienal de La Habana

A su alrededor construcciones coloniales por doquier, una magnífica vista merecedora de una serie fotográfica. Eso sí, La Habana es una ciudad muy fotogénica y ese mérito hay que reconocérselo. Resultó ser, que en una de esas esquinas que confluyen hacia la famosa lámpara, en un precioso edificio colonial, hay un restaurante que abordamos sin pensarlo dos veces.

Unas horas para el Iván Chef Justo

Fachada y cartel de la Paladar de Ivan Chef Justo

Graciosamente atractivo el edificio, que data de 1766, está pintado de amarillo como suelen identificar a las construcciones más antiguas. En una perfecta combinación, el rojo del tejado muestra un típico techo colonial, de los que abundan en el Caribe. Se localiza justo (¿será por eso que se nombra así?) en la esquina de las calles Chacón y Aguacate, con fachada hacia ambos lados. Ofrece servicios gastronómicos en sus dos plantas plantas: en la baja comida al carbón, mientras que la alta acoge un pequeño restaurante. La elección a la hora de comer no fue determinante; pero sí el balcón corrido y esquinado cuyas ventanas adelantaban vistas hacia el interior de La Habana.

Una vez dentro decidimos sentarnos muy cerca de estos ventanales. Aun cuando estaban cerrados debido a la lluvia, fue maravilloso contemplar los encantos que rodean el lugar y los fragmentos del museo que minutos antes habíamos recorrido. Pero mucho más cautivador resultó el interior del restaurante. Le aseguro que tendrá entretenimiento de sobras.

Pequeño, pero apacible y elegante

Turista disfruta de un plato de ceviche en la Paladar de Ivan Chef Justo

Muy similar al «horror vacui» que caracterizó al barroco, las paredes han sido totalmente cubiertas por obras de la pinturas, carteles y fotografías de épocas pasadas. Alguna que otra ilustra las recientes visitas de famosos a La Habana, pero no es lo predominante. Instantáneas de personalidades, principalemente de la cultura cubana, se han apoderado de las paredes de Iván Chef.

Descubrirlas en sets de filmaciones, en plena presentación o posando ante las cámaras de reconocidos fotógrafos motivan a recorrer sus pasillos, escaleras y habitaciones para enterarnos de minúsculos detalles que siempre alimentan el afán del conocimiento. Creo que es una excelente manera de entretener al cliente, mientras espera por sus pedidos.

El lugar es ideal para abstraerse e imaginar en el tiempo las familias que allí hicieron sus vidas. Conserva parte de la distribución original y sobre todo los techos. Se le conoce como artesonado y en él, la disposición de las varas, responden al vistuosismo de artesanos que hicieron cubiertas con maderas preciosas. El tono del azul que la recubre se dice que era el utilizado, entonces, para protegerla.

Detalles de la decoracion de la Paladar de Ivan Chef Justo

En la mesa nos esperaba la carta diseñada en forma de cuadro, quizás para estar a tono con la decoración. Propone en una de sus caras los entrantes, mientras que en el reverso, los platos principales. Hay interesantes ofertas; algo caras, pero valen la pena. Nos decidimos por los «tacos de la casa» que estuvieron rellenos con berenjena, carne de res y mariscos, indistintamente, y el ceviche de pescado que en La Habana sabe como ningún otro. Bebimos cervezas cubanas servidas en delicadas copas que acompañadas por cubiertos de plata y anillado para las servilletas, resultan una perfecta combinación digna de elogio.

Los platos principales: manjares para los dioses. El «lechoncito mamón asado» nos fue sugerido allí y cubrió todas la espectativas. La ración es generosa, guarnecida con un puré de «boniato», o papa dulce, y vegetales salteados. Me recordaba un amigo que su sabor es similar al que puede encontrarse en restaurantes de Segovia. Y creo que puede ser un medidor para quienes conozcan de la cocina española.

Filete de pescado sobre garbanzos en la Paladar de Ivan Chef Justo

Exquisito resultó también el «filete de pescado sobre garbanzos». Debidamente aderezados, combinaron perfectamente en una mezcla de sabores novedosa, delicada y equilibrada.

Yo me decidí por el «pulpo salteado con vegetales»; y les digo que es sencillamente divino. Los vegetales en Cuba responden a los producidos según la temporada. En esta ocasión predominaba el aguacate, que casualmente relacioné con el nombre de la calle donde se localiza el restaurante: Aguacate # 9. Otros como el pimiento, berenjena, cebolla y tomate tuvieron la responsabilidad de acompañar este molusco realzando su sabor.

Cofre de la cuenta en en Paladar de Ivan Chef Justo

Así nuestra mesa terminó «adornada» con una excelente mixtura de carnes, vegetales, cervezas y la inevitable mirada hacia el barrio más chic de La Habana antigua.

Latidos de una ciudad enigmática

La giraldilla, simbolo de La Habana, al fondo el cielo azul de Cuba

Habaneros, calles, ventanas, imágenes que se agolpan ante tus ojos en una ambiente extrañamente vivo, del que casi puedes sentir cómo respira. Un entorno que te acompaña, mientras escudriñas en los rincones que parecen llamarte como en un susurro. Es La Habana de intramuros, fragmentos de una historia sencillamente fascinante y que invito a descubrir.

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