La Habana Vieja ha sido fuente de inspiración para que poetas y narradores leguen atractivas historias al patrimonio de la literatura cubana. Una de ellas cuenta que, Cecilia Valdés, una hermosa mulata habanera del siglo XIX avivó el fuego pasional de dos hombres de distinta raza y estrato social, al punto de que uno de ellos dio muerte al otro frente a la Iglesia del Santo Ángel Custodio, momentos después de que la víctima hubo contraído matrimonio con su antigua prometida.
Aunque se desconoce cuánto de realidad y ficción puede haber en esa tragedia amorosa, lo cierto es que de la pluma de Cirilo Villaverde, uno de los más prolíferos escritores cubanos de hace dos centurias, llega a nuestros días esta novela, que bajo el nombre de su protagonista Cecilia Valdés, se ambienta en La Habana colonial.
Tal ha sido la fuerza de ese personaje y el impacto que provoca la lectura de la obra en quienes se acercan a sus páginas, que hasta una escultura se ha erigido en su honor. Y es que la presencia de Cecilia Valdés en las calles habaneras, en el barrio del Santo Ángel, se percibe tan real como el bronce esculpido que desde 2014 da vida a su silueta.
Entre ficción y realidad
En la novela, Cirilo Villaverde transmite un cuadro maravilloso, costumbrista a estas alturas, de la vida en Cuba durante el periodo colonial. Con exhaustivo realismo analiza los aspectos más representativos de la sociedad de la época. Su obra denuncia los horrores que sufrieron los esclavos africanos llevados a Cuba para trabajar forzosamente, enfocándose en Cecilia, mujer mestiza producto de la relación entre su madre negra y un rico criollo blanco.
Ante el escándalo que podría provocar el hecho de tener una hija bastarda, Cecilia fue entregada a la Casa Cuna de La Habana, que daba a los niños el derecho de llevar el apellido Valdés como garantía de identidad, gracias al humanismo de un clérigo español que ordenó identificar como él a los huérfanos.
Al crecer, Cecilia se convierte en una joven andariega, caprichosa, bullanguera, sufrida, rechazada y hermosa, al punto de convertirse en el estereotipo de la belleza mestiza. Pero se enamora de un frívolo joven, títere de una madre que le domina y ante cuyos caprichos cede. Por él rechaza al mulato que ansía casarse con ella. Sin saberlo e impulsada por los tabúes propios de la sociedad colonial, Cecilia llega al incesto, pues el joven que ama es hijo del padre que la desconoció al nacer. Al final, la venganza provoca la tragedia. La muerte del amante y medio hermano cierra la novela, Cecilia sucumbe a la locura y es recluida en un manicomio.
La publicación de la obra conmovió por su triste desenlace, y tanto la Loma del Ángel como la Iglesia del Santo Ángel Custodio en la cima, se sumaron al mito de la mujer enamorada que vio a su amado caer sin vida en el duro pavimento ensangrentado.
Los habitantes de la zona, de generación en generación, transmitieron oralmente la historia, asegurando que en aquellos años La Habana se engalanaba con la presencia de mujeres similares a la Cecilia de la literatura, que caminaban con envidiable cadencia y eran deseadas por todos los hombres que hallaban a su paso.
De la literatura a las artes visuales
El mito de una Cecilia Valdés paseando por la Plazuela del Ángel llega hasta el siglo XXI. Caminar hoy por la zona obliga a los habaneros a recordarla. Quizás ello inspiró a la doctora Silvia Govín y al artista cubano Erig Rebull a crear una escultura que honrara a la célebre Cecilia. Rebull la esculpió en bronce durante dos largos años y concibió una Cecilia de fina silueta, como un esbelto y bien delineado tronco de árbol.
Cada detalle de la pieza fue bien cuidado. Sus facciones se concibieron de una pureza inigualable que se pronuncian en su delicada tez. El cabello de largas ondas adornado con una cinta gruesa y floreada, se recoge en una larga coleta que se reparte entre el escote de la espalda y el cuello, decorado también con un delicado collar de cuentas ovaladas. Su cuerpo se ensancha en hermosas caderas que contornea un vestido tradicional decimonónico, abierto elegantemente sobre el pavimento.
Con la mano derecha sostiene un abanico semicerrado que acerca a sus pechos, mientras sus brazos aguantan la manta que rodea sus caderas. La estatua a veces parece cobrar vida. Su estilo, a la usanza de la época, refleja cómo vestían muchas habaneras de entonces.
Aunque unos cuestionan la timidez que expresa la figura, en contraste con la imagen que la novela transmite de esta mujer, lo cierto es que quizás sus creadores quisieron presentar a la Cecilia más coqueta en un halo de santidad o a la muy sufrida ante la pérdida de su gran amor, lo cual también pudiera justificar la posición que hoy ocupa la estatua, en el mismo sitio donde describe Villaverde el asesinato de su amante y medio hermano.
Una mirada de hoy
Casi todo en la Plazuela del Santo Ángel evoca la historia de Cecilia. Desde la pendiente adoquinada por donde caminaba en la narración, hasta la iglesia a la que solía asistir para depurar sus pecados. Por eso este personaje de ficción, pero sospechosamente posible, fue ubicado justo frente al monumento que desde 1946 se erige a su creador Cirilo Villaverde, quien ha sido catalogado como uno de los escritores más representativos del realismo cubano, pleno de romanticismo y sin escapar de la tragedia.
Muchos bancos armónicamente dispuestos invitan al descanso y desde ellos pueden admirarse ambas obras de arte, distantes en el tiempo, pero con el mismo sentido conciente de agradecer esa relación mística que se establece entre lo ficticio y lo real.
El entorno, bellamente decorado con frondosas jardineras, se complementa con el estudio del artista de la plástica Kamyl Bullaudy y el Café del Ángel, donde sirven sabrosos postres y refrescantes bebidas que ayudan a mitigar la sed producida por el ardiente calor tropical. Muy cerca también un afamado restaurante como Cinco Esquinas Trattoria oferta interesantes platos de la cocina italiana.
Más arte con Cecilia Valdés
La novela Cecilia Valdés ha sido llevada al cine y al teatro. La propuesta cinematográfica se estrenó en 1982 y la dirigió el prestigioso realizador Humberto Solás. El teatro musical cubano también cuenta con la zarzuela Cecilia Valdés, del compositor Gonzalo Roig, interpretada por reconocidos músicos de la escena cubana.