Más allá de sus destinos de sol y playas, o la riqueza patrimonial de la arquitectura de sus ciudades, Cuba posee valores culturales intangibles que la han hecho famosa en todo el mundo. Quizás entre los más conocidos estén sus ritmos y bailes, al punto que para muchas personas es la «Isla de la Música».
Entre los intérpretes de la música tradicional cubana se cuentan a Celina González, los trovadores Sindo Garay y María Teresa Vera, los soneros Ignacio Piñeiro, Compay Segundo e Ibrahim Ferrer. Sus composiciones, y las de muchos otros músicos populares, se encuentran en el espíritu de los campos y ciudades cubanos.
Seis sitios donde escuchar y bailar música tradicional cubana
En un recorrido de occidente a oriente le propongo los seis mejores lugares para conocer la música tradicional cubana, esa que le ha dado la vuelta al mundo y ha sido premiada en sus mejores escenarios.
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Centro cultural Polo Montañez, en Viñales
Viñales es un pueblo ubicado en el valle homónimo, en la provincia de Pinar del Río. Lo visitan muchos viajeros porque su entorno es un parque natural de excepcional belleza. Luego de recorrer cavernas, ríos, bosques y las curiosas elevaciones conocidas como mogotes, el explorador puede tener una noche típicamente cubana, si visita el Centro Cultural Polo Montañez.
Fue instaurado en honor a «Polo», un campesino de la zona que se convirtió en un compositor muy demandado, al punto que uno de los hits de Marc Anthony, «Flor pálida», es de su autoría.
El bar-discoteca está a un costado de la plaza de Viñales, cerca de la iglesia. Allí sirven algunos de los mejores «mojitos» que se pueden beber, pero el principal atractivo es su música en directo y la posibilidad de aprender a bailar casino, también conocido como «salsa», un baile tradicional todavía muy popular en todo el país.
El centro abre a las nueve de la noche y cierra a la una. Allí se puede disfrutar cada noche de un show, grupos de música campesina y de otros géneros tradicionales y contemporáneos, por solo 1 CUC la entrada. Hay instructores de bailes y maestros espontáneos que le ensañarán sus primeros pasos para brillar cuando suene la música cubana.
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La Habana y su Palacio de la Rumba
La capital de los cubanos es muy musical. Si recorre La Habana Vieja, en cada esquina encontrará músicos callejeros o bares donde algún grupo interpreta guarachas, sones, canciones de la trova o versiones de hits de salsa.
Pero hay un sitio que de a poco se ha convertido en un templo de la música tradicional, específicamente la de más hondas raíces africanas. El «Palacio de la Rumba» se levanta en el barrio de Cayo Hueso, calle San Miguel, número 860 entre Hospital y Aramburu, Centro Habana, está concebido para agrupaciones de este género declarado por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2016.
De 10 p.m. hasta las 2 a.m. el Palacio de la Rumba es conquistado por cantos y bailes al ritmo de los tambores tradicionales. Es también la sede oficial del Festival Timbalaye, en el que se organizan conferencias sobre las tradiciones y la religión afrocubana, así como conciertos y bailes de rumba.
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Varadero es más que sol y playa
En Varadero, el balneario más famoso de Cuba también podrá tener una noche arropado por los tradicionales ritmos de la isla, y aprender a bailar como el mejor, enseñado por los excelentes bailarines de la zona.
Las opciones son variadísimas: el cabaret Cueva del Pirata, bar Casablanca, discoteca La Bamba, o el Club Mambo, donde aprenderá a moverse al compás del popular ritmo creado por Dámaso Pérez Prado.
Recomiendo especialmente la Casa de la Música Varadero, Avenida Playa, entre 42 y 43, con sus espectaculares «mojitos» y sus canciones típicas cubanas, danzadas por un cuerpo de baile que le enseñará los movimientos indispensables.
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La Canchánchara de Trinidad
Trinidad es una antigua villa con más de 500 años de historia, ubicada a 350 kilómetros de La Habana, aproximadamente. Está entre los destinos más visitados de Cuba, gracias a su excepcional y conservado patrimonio arquitectónico.
En uno de sus antiguos palacetes está «La Canchánchara», quizás la taberna más popular de la zona por su ambiente tradicional y la curiosa bebida que sirven mientras se deleitas con los músicos tradicionales. Los boleros y sones del gran Miguel Matamoros son presencia constante en cualquier tarde en el lugar cuyo nombre se debe a una bebida criolla, hecha con miel de abejas, zumo de limón y aguardiente de caña, servida en una peculiar vasija de barro.
Esta bebida era consumida por los soldados mambises del Ejército Libertador Cubano, durante la guerra de independencia en el siglo XIX. En La Canchánchara, sus cantineros sirven cerca de 150 tragos diariamente, y aunque al principio puede resultar rara la combinación de alcohol y miel, luego querrá probar más al ritmo de las notas de un trío de música tradicional. Allí también hay un torcedor de tabacos que prepara habanos y los regala.
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Santa Clara, todas las músicas al centro
Santa Clara, la ciudad del Che Guevara, como se le conoce a la capital de Villa Clara, es la sede de uno de los centros culturales más famosos y originales de Cuba.
El Mejunje fue fundado por Ramón Silverio en las ruinas de una antigua casona de la calle Marta Abreu, cerca de la Plaza Leoncio Vidal, en el centro de la urbe. Hoy es sitio ineludible para todo el que llega a la ciudad por la buena onda de sus visitantes habituales.
La música tradicional cubana encuentra allí un refugio para muchos de sus géneros. Todos los lunes, a las 5 p.m., el bolerista José Vizcaíno tiene un espacio para la canción romántica llamado «Arráncame la vida». Los jueves, desde las 11 p.m. se abre la muy concurrida descarga de trova «La Trovuntivitis», donde una banda toca temas propios con influencias de la trova tradicional, el son, la guaracha… Es un momento especial para conocer gente y bailar.
Pero si de música tradicional cubana se trata, es imperdible «el Viernes de la buena suerte», donde cada semana se reúnen muchísimas personas para disfrutar la actuación de Los Fakires, emblemático grupo de música popular tradicional que desde allí han salido a recorrer el planeta con sus picantes y sabrosas canciones.
Es un sitio mágico donde se reúne la bohemia de la ciudad, y es reconocido como un oasis cultural. Cubren sus paredes grafitis y dibujos, también acoge una galería de arte, una sala teatro, un café y una bar donde se venden a precios muy baratos los tradicionales cocteles cubanos.
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Santiago de Cuba, el origen de la música
Este recorrido lo hemos hecho a la inversa, y ahora llegamos a la cuna de la trova, el son y otros muchos géneros de la música tradicional cubana: la oriental ciudad de Santiago de Cuba.
Allí surgió, en los años 50 del siglo XX, la Casa de la Trova Pepe Sánchez, calle Heredia entre San Félix y San Pedro. Su creador fue Virgilio Palais, un torcedor de tabaco y emprendedor que en los bajos de su casa vendía misceláneas y cantaba a capella para atraer clientes. Pronto se le unieron amigos y trovadores, y se convirtió en uno de los sitios más bohemios de la urbe.
Hoy, las viejas melodías de amor siguen vivas entre sus paredes, aderezadas con rones, cocteles y habanos. Hasta el mismo Paul McCartney visitó la Casa de la Trova en octubre de 1999.
Otras personalidades del arte la han visitado, entre ellas el chileno Víctor Jara; los escritores Gabriel García Márquez, Nicolás Guillén y Mario Benedetti; músicos cultos y populares como Leo Brouwer, Oscar de León, Andy Montañes, Harry Belafonte…
También ha sido un templo donde han ido a bendecir sus obras grandes músicos de Cuba como Eliades Ochoa, Omara Portuondo, Compay Segundo, Adalberto Álvarez y Elena Burke.
Recorrer la historia de la música cubana
Ciertamente, la tradición artística cubana, fundada con las grandes raíces de España y África, recoge el surgimiento de numerosas sonoridades que luego han conquistado el planeta, entre ellas el danzón, el son, la rumba, la trova, el bolero, el mambo, la timba…
Con este viaje por los mejores lugares para bailar y escuchar música tradicional cubana, propuse una guía útil para encontrar sitios indispensables en una visita a algunos de los destinos turísticos más populares de la bien llamada «Isla de la Música».