Retomé mi caminata por la Avenida Paseo a partir de la calle 15. Justo en esa esquina hay una pendiente y desde allí puede divisarse parte del panorama más próximo. Es una zona en la que predominan las grandes residencias que, aún hoy, conservan lo que tuvieron de majestuoso en épocas anteriores.
Las casa más antiguas en El Vedado
Datan de finales del siglo XIX y principios del XX. Son fácilmente identificables porque generalmente tienen portales, son de una planta, con altos puntales y grandes columnas sobre las que descansan los entablamentos planos. Las que se preservan se localizan muy cerca de Avenida Paseo, en la Calle Línea, arteria por donde antes rodaban los carruajes y luego circulaba el tranvía, además de ser una zona que concentraba propuestas recreativas propias del momento, y aún hoy es así.
Lo funcional para continuar viaje
Una vez en Calle Línea me detuve para hacer cambio de moneda. Sin desviarme mucho tuve acceso a una CADECA, «casa de cambio» según las siglas, donde se puede acceder al CUC, moneda oficial utilizada para efectuar transacciones en Cuba. Esta operación es inevitable porque otras monedas no circulan en esa isla. Además del aeropuerto, a la llegada, existen estas opciones distribuidas por toda La Habana, casi siempre en lugares muy céntricos. Muy cerca de este punto hay un banco y una oficina de correos, soluciones que siempre pueden ayudar.
Una agradable sorpresa, restaurante Decamerón
Cambiado el dinero me dispuse a encontrar el restaurante o «paladar» Decamerón. Mis amistades lo habían sugerido por lo acogedor del lugar y la posibilidad de probar la cocina cubana. Está muy próximo a la esquina que forman Línea y Paseo.
Escogí sentarme en el interior. Tiene una pequeña terraza desde la que puede disfrutarse la Calle Línea, la vía más antigua en El Vedado. Sin embargo, me percaté de su proximidad a la calle y el tráfico, entonces es fácil deducir que no quería estar allí mientras comía.
Como anticipé, su interior es agradable. Posee la peculiaridad de ser una «paladar», restaurante con forma de casa, o mejor, una casa convertida en un pequeño negocio, característica bastante generalizada en Cuba. Exhiben una colección de relojes antiguos, la mayoría en funcionamiento, que de inmediato atrajo mi atención. Luz tenue y pocos comensales, quizás por lo temprano del horario de almuerzo, pero que no determinó en la impresión final.
Como entrante caliente una tartaleta de atún con vegetales y queso gratinado que fue sorprendente. Le siguió una crema de calabaza, maravillosa por la delicadeza en el sabor. Y como plato principal la vaca frita, acompañada de arroz blanco, frijoles negros y plátanos maduros fritos, una exquisitez que siempre recordaré por el equilibrio en la combinación de sabores, pero también por la manera en que me fue presentado.
Tienen, además, ofertas de menús ejecutivos por el costo de 12 CUC, que incluyen un líquido, postre, café. Tranquilo, reservado, especial para optimizar mi itinerario por Paseo. Lo recomiendo sinceramente.
Muy próximo, el mar
Solo cuatro cuadras me separaban del Malecón, ese inmenso muro que tanto distingue a La Habana. La brisa marina delata su proximidad y, por momentos, ese fuerte olor a salitre mezclado con otros tantos que despide la ciudad.
En ese punto son varias las construcciones que dan vida a la avenida. De un lado Galerías Paseo, una red de tiendas con ofertas diversas. De todas ellas, la más seductora es la del Jazz Café, un espacio donde se promueve ese género musical, ya sea por figuras reconocidas o noveles artistas cubanos o extranjeros.
Es una excelente oportunidad para escuchar la ejecución de músicos cuya obra es muy demandada en el mundo entero, mientras se disfruta de un buen «mojito», del ocaso o el transcurrir de las noches habaneras a través de los cristales que bordean su estructura circular.
Dos hoteles en Paseo
Distantes en el tiempo y cercanos en el espacio me parecieron los hoteles Meliá Cohíba y el Iberostar Habana Riviera. El primero todo moderno, pareciera resistente a todos los embates de un mar tan inmediato. Sus dimensiones permiten imaginar las hermosas vistas de una ciudad también cautivadora.
El segundo, llamado simplemente Hotel Riviera, hace gala de sus aires de modernidad a la manera de los años 50; quizás más cálido, más frágil y con mucha historia por contar. Su lobby es sencillo, pero muy favorecido por la iluminación que llega, a través de la cristalería, incrementando el encanto en el ambiente interior. Definitivamente sería el espacio que escogería para pasar una tarde mirando el mar a la espera de una puesta de sol en La Habana.
Y el Malecón para despedirme
Lógicamente no podía faltar. Creo que es el sitio que invariablemente debe estar en cualquier recorrido que se planifique por esa ciudad. Sitio para la reflexión, para compartir con amigos, familia, parejas; lugar que nos muestra parte de la historia y evolución de La Habana en su crecimiento hacia la zona oeste.
Es, probablemente, el más oportuno de todos los sitios porque se adecua a las necesidades de quienes recurren a él, bajo cualquier circunstancia. Podría decirse que es casi un ente vivo que explora problemas, ayuda a encontrar soluciones y respuestas en ese ir y venir de las olas y en el sonido que las aguas dejan escuchar más allá del muro y el tiempo.
Porque Paseo es mucho más que una avenida
Quizás por eso volvería a recorrerlo, probablemente en sentido inverso. Ciertamente será mayor el esfuerzo, pero valdría la pena descubrir entre los árboles que se agolpan por momentos, la silueta de un palacete, el tráfico a cada lado que sube y baja sus pendientes y el esbelto contorno de la torre en la Plaza de la Revolución. Experiencias diversas para disfrutar en una excursión por El Vedado.