Si en nuestro recorrido por la capital cubana llegamos a las inmediaciones del Museo de la Revolución, estamos muy cerca del corazón mismo de la ciudad. Preguntamos por la calle Compostela y decidimos recorrerla. La travesía de poco más de dos kilómetros nos permite develar secretos de una urbe compleja, siempre viva, y también nos conduce, en medio de un singular ambiente colonial, a la bahía desplegada hacia el lado opuesto de la otrora villa de San Cristóbal de La Habana.
El paseo inicia en la Plazuela del Ángel, justo delante de la iglesia del Santo Ángel Custodio, en la intersección con la calle Cuarteles. Desde allí se erigen los mitos y encantos que rodean a Compostela. Es precisamente ese el escenario de una de las obras cumbres de la literatura cubana, la novela «Cecilia Valdés o La Loma del Ángel», del escritor Cirilo Villaverde. En la pequeña plaza, la mulata Cecilia y su creador, inmortalizados en esculturas de bronce, nos transportan a las bellas páginas de amor y desamor ambientadas en el siglo XIX habanero. Si cerramos los ojos, puede que la protagonista aparezca en su belleza y voluptuosidad, para llevarnos de la mano a conocer su querida villa.
Compostela adentro
Justo al nacer Compostela, testigo de la historia y el paso del tiempo, destaca el inmueble señalado con el número 3, que desde sus orígenes fue una vivienda. Según los estudios efectuados por la Oficina del Historiador de la Ciudad, la casa data de la segunda mitad del siglo XIX cuando fue construida con mampostería y tejas, y desde entonces ha pasado por varios propietarios que la han conservado hasta el presente.
Desde ese punto, y luego de apreciar la singular perspectiva que regala el entorno, nos adentramos entonces en un camino más bien estrecho, rodeado de viviendas que dan directamente a la acera y poseen llamativos balcones en los pisos superiores con rejas de formas caprichosas. Desde ambos lados y según la hora del día, podemos disfrutar de la sombra que hace más llevadero el camino en medio del calor habitual del Caribe.
Las 21 cuadras que conforman Compostela la convierten en una de las arterias de mayor extensión en la parte antigua, con una disposición de norte a sur. Entre las principales intersecciones que acoge, se encuentran Empedrado, llamada así por ser la primera de las calles empedradas de la ciudad; Obrapía u Obra Pía, O’Reilly, Lamparilla, Teniente Rey, Muralla y Paula, hoy Leonor Pérez.
Nombre y esquinas famosas
Como muchas de las calles habaneras, antes de denominarse del modo actual Compostela fue conocida de otras formas. Se le llamó durante los siglos XVI y XVII calle de San Diego, por la existencia allí de una antigua ermita consagrada a San Diego de Alcalá y varias de sus esquinas respondieron a curiosos apelativos.
Así, por ejemplo, recoge la leyenda que al cruce con Amargura se le decía “Esquina del Mallorquín”, por el funcionamiento de la botica de Don Juan Pascual. Al encuentro con Jesús María se le llamaba de “La culebra”, a causa de la imagen de un reptil que habían pintado allí; la próxima era conocida como “El zapato”, por la existencia de una zapatería y, la de Paula, como “La Sambumbiera”, porque se vendía una bebida popularmente conocida como sambumbia.
Sin embargo, el nombre definitivo rinde tributo al obispo Diego Avelino de Compostela y Vélez, fallecido en 1704, quien creó justo en esa vía dos conventos, dos iglesias y una ermita. Hasta el presente, la iglesia y convento de Belén que descubrimos al llegar a la calle Luz y hasta Acosta, es reconocida por muchos como el sector de mayor importancia en todo el trayecto, únicamente equiparado a la plazuela que la antecede. El templo de Belén comenzó a edificarse en 1712. En esa época también fueron construidos los conventos de San Isidro y el de Santa Teresa, precisamente donde se le diera sepultura al excelso obispo.
Con el transcurso de los años, en Compostela comenzaron a levantarse algunas de las construcciones que vemos hoy y que van otorgándole mayor importancia aún. Resaltan entre ellas la iglesia del Espíritu Santo, la iglesia y hospital de San Francisco de Paula, la iglesia y hospital de San Isidro, los cuarteles de Infantería y de Artillería, y la tristemente célebre Casa de Recogidas, donde las autoridades recluían a las llamadas “mujeres de mala vida”.
Casi al final
A lo largo de Compostela nos impregnamos de la vida pasada y presente en el corazón de La Habana. Pasa a nuestro lado un vendedor pregonando sus productos, algunos se sientan en las afueras de sus viviendas en busca de una brisa, mientras uno de los singulares bicitaxis interrumpe nuestro paso con música a volumen muy alto.
Llegando al cruce con Acosta, un arco sorprende nuestra mirada y deshace cualquier apariencia de monotonía en el viaje. Es el Arco de Belén y une ambos lados de la calle, dando paso a una edificación en su parte superior que a pesar del tiempo deja entrever la elegancia que lució días distantes. Bajo él cruzan distraídos los habitantes de esa parte de la ciudad, tan acostumbrados a sus bellezas ocultas que apenas reparan en ellas.
En su tramo final, marcado con el número 906, nos topamos con el Archivo Nacional de Cuba, donde se conserva parte imprescindible de la historia de ese país y salimos entonces a Desamparados, al borde de la bahía. La Estación Central de Ferrocarriles también delata su cercana presencia, mientras tenemos la sensación de haber caminado mucho y de haber conocido un poco más de La Habana maravilla desde una calle simple para la mayoría de sus habitantes.
En ese momento nos pareció que la figura espíritu de Cecilia Valdés se alejaba de nosotros, como si la mulata realmente nos soltara de la mano después de acompañarnos y nos dejara a nuestra cuenta y riesgo, agradeciendo entre dientes a España por su raza y su existencia, y a uno de sus hijos ilustres por la obra de la vida, digno de honra más allá del nombre de una calle, Compostela.
Al final de este viaje
Cerca del tramo final de Compostela, varios sitios esperan también al visitante curioso: Algunos restos de la muralla de La Habana, evidencia palpable de siglos pasados, la casa natal del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, la Alameda y la iglesia de Paula, están entre los más llamativos y sobresalientes, en espera de nuestra presencia.