Mientras preparo la cámara en la esquina de las calles Tacón y O’Reilly los gigantes con sombrero se maquillan y ajustan los zancos. Enfrente, los músicos hablan de discos y canciones. En pocos minutos estarán listos para comenzar el pasacalle y darle una sonrisa a esta Habana más vieja, pero cada vez más hermosa.
Cuando salen a la calle recuerdan a juglares gigantes, llenos de colores y sombreros. Una niña los acompaña, está maquillada también y se me ocurre imaginar que es un duende, un amuleto que los acompaña para llenar La Habana de color. Después supe que era la hija del trompetista del grupo
Me apresuro a ajustar todo, ISO, velocidad de obturación, apertura de diafragma… Seguir a estos artistas por las calles de La Habana no es nada fácil y mucho menos cuando prefieres mirarlo con tus propios ojos y no a través de un lente.
Grandes, coloridos, brillantes, locos
Los trajes están diseñados al detalle, usan colores que resaltan a lo lejos, los sombreros y el maquillaje crean un ambiente circense y medieval que fascina a todo el que pasa por su lado. No falta el ritual antes del show. Se abrazan, susurran y el murmullo gana intensidad:
¡Uno para todos y todos para uno!
Calientan los tambores, estiran las piernas y suena la trompeta. Allá va eso.
¡Comienza el show!
El pasacalle generalmente inicia en la calle Tacón, también conocida como calle de madera, entre el Palacio de los Capitanes Generales y la Plaza de Armas. Es imposible pasar impávidos ante ellos. Instantáneamente niños, ancianos y personas de cualquier tipo comienzan a rodearlos. Las fotos llueven, algunos se asustan, otros se suman a la conga, pero todos reciben una sonrisa de estos artistas de las alturas.
El grupo y sus orígenes
Giganterías lleva más de 17 años alegrando las calles de La Habana, en particular las de la Habana Vieja. Constantemente se reinventan, aun en situaciones no siempre favorables porque su principal objetivo es defender el arte callejero. La Oficina del Historiador de La Habana los ha acogido como parte de su programa cultural y la ciudad, como parte de su rutina y patrimonio inmaterial.
Varios de los fundadores del grupo provenían de «Chispa», un proyecto de investigación encabezado por el director teatral Vicente Revuelta, en Teatro Estudio por los años 1997 a 1999. De aquella etapa, probablemente, emanen varios de los pilares del arte de Giganterías: la espiritualidad y el trabajo en equipo.
Con la extinción del proyecto «Chispa» surgió «Somos la tierra», con un enfoque más comunitario. En esa propuesta se combinaba la exploración de espacios y escenarios urbanos con preocupaciones ambientalistas y a favor de la protección de la naturaleza. En esos andares comenzaron a vincularse con otros conjuntos que tenían preocupaciones y motivaciones artísticas afines: Tropazancos, que organizaba un festival de teatro callejero, y Cubensi, más enfocado en la enseñanza del arte de los zancos, en la Casa de la Cultura de Centro Habana.
No solo zancos
Giganterías es mucho más que zancos y pasacalles. En su catálogo artístico hay además montajes de obras de teatro callejero, animación y muchas de las famosas estatuas vivientes que ambientan y animan la Habana Vieja. Curiosos y enigmáticos personajes dan vida a la zona patrimonial de La Habana, entre ellas la Giraldilla, el gánster, el hada plateada, el minero, el boxeador y el zapatero.
En sus inicios experimentaron y llevaron a la práctica espectáculos con malabares y juegos con fuego, pero el paso del tiempo los ha afectado y su plantilla sea reducido.
Nos tomamos el trabajo muy en serio
Mientras me tomo un café con Elizabeth, integrante del grupo, me comenta sobre el proceso para entrar al grupo o trabajar en nombre de Gigantería:
«No permitimos a nadie trabajar si no pasan nuestros talleres.»
Se toman su trabajo en serio y esa sensación se recibe en el producto final. Para la creación de las estatuas vivientes realizan investigaciones que van desde la similitud del físico del actor con el personaje que va a interpretar hasta las características psicológicas y de apariencia, además de una buena preparación física que se requiere tanto para subirse a los zancos como para pasar horas inmóvil bajo el sol habanero.
Más alto, más alto
Giganterías es el grupo de teatro callejero más reconocido en la Habana Vieja y probablemente el único, pero no les basta. Quieren llegar tan lejos o tan alto como puedan. Condiciones como el poco espacio que tienen para ensayar, preparar vestuarios e incluso guardarlos les afectan, pero no les impide hacer lo que desean: arte para brindarle a la gente. El hecho de que muchos son aficionados les ayuda, los hace más asequibles, más comprometidos con su arte, los lleva a querer estar ahí, donde su público, llevando su destreza a las calles habaneras y regalándolo a todos por igual.