José Julián Martí Pérez (1853-1895) está considerado como uno de los cubanos más grandes y universales de todos los tiempos. Escritor, poeta, político, patriota, un hombre excepcional en muchos aspectos y tan parecido al resto en otros, que trascendió por su clarividencia, gran capacidad de creación y trabajo, verbo encendido y una profunda relación de amor y odio hacia dos potencias mundiales del momento: España y Estados Unidos.
Conoce La Habana siguiendo las huellas de Martí
Por su estatura de Héroe Nacional de Cuba y Apóstol de la Independencia, es común encontrar su efigie en forma de busto o retrato en las casas, escuelas y casi todas las instituciones estatales y gubernamentales. Más allá de esos homenajes cotidianos, existen lugares especiales donde se recuerdan la vida y la obra del hombre y del héroe.
Hoy le proponemos realizar un recorrido más o menos práctico, posible, que nos llevará a conocer La Habana por la ruta de Martí.
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La casa natal de Martí
Nuestro viaje, casi obligatoriamente, inicia en la casa natal de José Martí, en La Habana Vieja. Todos la identifican como » la=»» casita=»» de=»» paula», porque antiguamente ese era el nombre de la calle donde se erige. De amarillo siempre, pequeña, estrecha en sus dos plantas, diferente y distintiva, la imagen de esta humilde vivienda es una de las que llega a la mente de cualquier cubano desde la infancia. Todos los niños de Cuba han escuchado sobre «la casita de Martí».
En la actualidad, la calle Paula se llama Leonor Pérez en recordación a la madre del Apóstol, y alberga a la célebre morada en su No. 314, entre Egido y Picota. El inmueble, Monumento Nacional, es sede del Museo Casa Natal de José Martí, el más antiguo entre los existentes en la capital cubana. Fue fundado en 1925, con pertenencias de la familia y gran parte de los objetos que aún se conservan de Martí, quien naciera en esos aposentos el 28 de enero de 1853. Cada año lo visitan unas 60 mil personas.
La vivienda, edificada a inicios del siglo XIX, muestra los elementos típicos de las construcciones domésticas de la época, entre los que sobresale el techo de tejas. Resalta por la estrella que tiene al frente y la tarja colocada por la emigración cubana de Cayo Hueso en 1899. Posee siete salas de exposición y una pequeña biblioteca pública. Entre las cosas que se exhiben figura el grillete que llevó Martí en presidio, un símbolo que su familia había guardado celosamente.
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La Iglesia de San Francisco de Paula
Los cubanos reconocen rápidamente los alrededores de la casa como «el barrio de Martí». Continuemos entonces el recorrido hasta la Iglesia de San Francisco de Paula. Desde allí tenemos dos opciones, siempre en dirección al mar: seguimos por la propia Leonor Pérez, o bajamos por Picota. Aunque más largo, el trayecto por Picota nos regala fragmentos de la antigua muralla que protegía a la ciudad en la etapa colonial, lo cual hace más atractivo el trayecto.
Al llegar a la Avenida del Puerto aparece ante nosotros la parte posterior del templo religioso, significativa obra arquitectónica del siglo XVIII, y reconocida como una de las más preciadas joyas del patrimonio eclesiástico local. Según consta, esta es la iglesia a la que asistía regularmente la familia Martí Pérez. Hoy es un templo para el arte. Es sede del grupo de música antigua Ars Longa y acoge el Festival Internacional de Música Antigua Esteban Salas.
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La Alameda de Paula
Justo en ese punto inicia la Alameda de Paula, el primer paseo marítimo de la capital cubana que ya cuando Martí nació era un importante espacio de reunión de La Habana elegante y lucía todo su esplendor con fuentes, glorietas y su envidiable posición. Recientemente remozada, nos permite pasear junto a la bahía, mientras disfrutamos la belleza de La Habana.
En sus inmediaciones estaba el ya desaparecido Teatro Principal «El Coliseo», hasta donde Martí, siendo niño, llevaba encargos que ayudaban a la economía familiar. Allí, entre bambalinas, se le permitía disfrutar del rico universo cultural del teatro, lo cual enriqueció su fértil imaginación y talento.
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El monumento ecuestre a Martí, el más reciente
Siguiendo por la Avenida del Puerto llegamos a la calle Monserrate y al Parque 13 de Marzo, frente al Museo de la Revolución. Nos topamos con la más joven de las estatuas que adornan la isla con semejante personaje. Es un Martí ecuestre, reflejo de los últimos instantes de su vida, una réplica magnífica y fiel a la obra que le honra en el Parque Central de Nueva York, con la autoría de la artista estadounidense Anna Hyatt Huntington.
Aun cuando ya es posible disfrutarlo, el monumento quedará oficialmente inaugurado el 28 de enero de 2018, en homenaje al 165 aniversario del nacimiento de ese prócer de América. Fundido en bronce, sobre su pedestal de granito negro pulido, Martí se alza más de 10 metros sobre el nivel del suelo y contempla malherido por última vez el mundo de los vivos desde su cabalgadura en plena caída.
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La Iglesia del Santo Ángel Custodio
Al costado noreste del Museo de la Revolución, se levanta la Iglesia del Santo Ángel Custodio, un centenario templo católico donde fuera bautizado el niño José Julián.
Su construcción inició a fines de siglo XVII. Resalta por la fusión de estilos arquitectónicos representativos de los distintos periodos en que ha sido restaurado, y por su singular posición elevada, en La Loma del Ángel, desde la que se divisa la entrada de la bahía de La Habana. Otro elemento la hace singular: el haber fungido como uno de los escenarios para la célebre novela Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, la pieza literaria más trascendente del escritor Cirilo Villaverde y de todo el siglo XIX en Cuba.
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Parque Central, la primera estatua
Seguimos nuestro viaje por la ruta de Martí y ahora nos dirigimos hacia el Parque Central en la Habana Vieja; subimos por Monserrate y doblamos a la derecha después de transitar cuatro cuadras entre museos, hoteles y construcciones patrimoniales. En medio de la plazoleta, a lo alto y con una mano extendida hacia el futuro, nos recibe nuevamente Martí, esta vez en mármol blanco, en una de las más bellas e históricas esculturas de todas las que lo recuerdan y que tiene por demás el valor de ser la primera erigida en su nombre.
Fue esculpida por el también cubano José Vilalta y Saavedra, e inaugurada el 24 de febrero de 1905 en el sitio donde antaño se ubicara una estatua de la monarca española Isabel II. La decisión de crear y colocar allí al Apóstol fue el resultado de una encuesta popular realizada por un periódico de entonces. También fue causa de sonados sucesos de indignación y revuelo público al ser objeto de ultraje por marines norteamericanos.
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La Fragua Martiana
Dispongámonos ahora a seguir un tramo un poquito más largo, para el que quizás sería mejor tomar un taxi, tal vez un «almendrón». Bajemos por el popularmente conocido Paseo del Prado, «Paseo de Martí», y sigamos por la Avenida Malecón o directamente por la calle San Lázaro hacia el centro de la ciudad, unos dos kilómetros hasta la intersección de las calles Hospital y Príncipe.
Para conocer al hombre hay que visitar la Fragua Martiana, uno de los espacios de mayor valor histórico en la capital, declarado Monumento Nacional en 1996. Se ubica en el sitio exacto que ocuparan las Canteras de San Lázaro, donde él fuera recluido con apenas 17 años, sentenciado a trabajar forzosamente por una acusación de infidencia. Allí, se dice, fraguó su espíritu invencible de resistencia.
El Museo Fragua Martiana fue fundado el 28 de enero de 1952, en un escenario calificado por sus propias palabras como:
«…el más rudo, el más devastador de los dolores.»
En el lugar se exhibe, además de algunos restos de las canteras, una incomparable colección de objetos personales coronada por la escultura «Preso 113», del artista José Villa Soberón. Hasta la Fragua llega cada 28 de enero la «Marcha de las Antorchas», que protagonizan jóvenes universitarios cubanos para recordarle.
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Plaza de la Revolución y Memorial José Martí
Si la ruta de Martí en La Habana necesariamente comienza en su casa natal, de la misma manera culmina en la Plaza de la Revolución, con 72 mil metros cuadrados de extensión. En primera instancia, fue construida en su honor. El edificio central es una gran torre de hormigón revestido en mármol gris de unos 140 metros de altura. Forma una enorme estrella de cinco puntas. Está presidido por un Martí de 18 metros de alto, creado por el escultor cubano Juan José Sicre, con 52 bloques de mármol blanco.
La base del monumento central alberga desde 1996 al Memorial José Martí, un centro histórico y cultural con salas de exposición plagadas de objetos personales y documentos originales. En las alturas, el mirador de la plaza nos regala una de las más bellas vistas de la capital antillana, orgullosa de tener entre sus hijos a uno de los héroes imprescindibles del continente americano.
Martí, una figura universal
Muchos otros espacios habaneros pudieran integrar nuestra ruta temática, pero hemos optado por aquellos de mayor relevancia, suficientes para conocer a una figura trascendental para la literatura y la política, admirada y respetada por amigos y enemigos, que dedicó su vida a organizar el proceso independentista de Cuba y América para dejar una huella imborrable y dar paso a una nueva etapa en la historia de la región.