Desde la Plaza de Armas y hasta la calle Cuba, se extiende una pequeña y muy particular calle de La Habana Vieja. En sí misma es para muchos una curiosidad, mientras otros la admiran como un bello recuerdo a preservar o, incluso, como una obra excéntrica. Lo cierto es que la calle Tacón resalta por ser la única de América Latina en tener adoquines de madera por lo que es popularmente conocida, precisamente, como «la calle de madera».
Su génesis se remonta a la época colonial de la Isla y al propio surgimiento del Palacio de los Capitanes Generales, uno de los mayores exponentes del barroco en ese país, construido entre 1776 y 1792. El edificio acogió a 65 gobernadores durante el periodo de dominación española y más tarde sirvió de sede a varias dependencias estatales y particulares, hasta convertirse en el Museo de la Ciudad. Resulta que este hecho contribuyó a su singularidad y popularidad. Conozcamos la historia.
Las calles empedradas de La Habana Vieja
Tacón es una de esas vías que ha sobrevivido al tiempo y que se creó casi con La Habana misma, con su desarrollo y expansión. Se halla dentro de la extinta ciudad de intramuros, cuando una gran muralla protegía a la Villa de San Cristóbal de La Habana del continuo asedio de corsarios y piratas.
Por aquella etapa las calles estaban muy mal pavimentadas. Inicialmente se colocaban piedras redondas conocidas como «chinas pelonas», pero estas provocaban un gran ruido cuando pasaban los carruajes con sus llantas de hierro. El reflejo de la situación queda recogido en un informe del año 1821, emitido por el Ayuntamiento de La Habana:
«Resulta que las chinas pelonas desacreditan la cultura de esta hermosa capital, la hace estrepitosa e insufrible al uso del inmenso número de carruajes, nadie goza del sosiego en las calles y casas, forma una atmósfera ardiente e insalubre.»
Las chinas pelonas fueron sustituidas por lajas que se rellenaban con tierra, pero no constituían una solución definitiva pues los aguaceros arruinaban las rutas, dejando huecos o montones de piedras que hacían imposible la circulación. Además, muchos escombros eran arrastrados hacia la bahía y afectaban considerablemente su calado. Entonces, comienzan a considerarse otras opciones de pavimentación.
De la piedra a la madera
Don Miguel Tacón y Rosique fue Capitán General de la Isla entre 1834 y 1838 y bajo su mandato se construyeron varias obras públicas de gran importancia para La Habana, de las cuales algunas subsisten en la actualidad. En su honor, en 1840 la calle de referencia, al igual que un teatro, un paseo y otras obras, pasaron a nombrarse Tacón.
Por su cargo, como es lógico, Don Miguel residía en el Palacio de los Capitanes Generales, en una de las más céntricas zonas de la Villa de San Cristóbal de La Habana por las que era habitual la afluencia de personas. En 1834, con el objetivo de mejorar la portada principal de la Casa de Gobierno, encargó la construcción de la calle al ingeniero Don Manuel Pastor, quien creó corredores de madera. Hizo lo propio en Mercaderes, O’Reilly y Obispo, cubriendo toda la manzana. Para 1841, el ingeniero Evaristo Carrillo probó allí los adoquines de madera.
Mientras unos afirman que la madera otorgaba respetuosidad y gravedad, otros aseguran que el Capitán General no toleraba el lodazal que se formaba frente a su palacio. Los más suspicaces, por su parte, afirmaban que Tacón mandó a hacer las obras para tener un poco de tranquilidad, silencio y cuidar las siestas de su hermosa dama, constantemente interrumpidas por el paso de los coches de caballos que circulaban a toda hora sobre las piedras. A la vez, evitaba que ella se interesase por lo que sucedía en las inmediaciones.
Sea cual fuere la realidad, lo cierto es que adoquinar la calle con madera constituyó uno de los primeros ensayos en el propósito de pavimentar las principales arterias de la ciudad de un modo efectivo, que ayudara a eliminar su insalubridad fangosa y acústica. Lamentablemente, el elevado costo del material y el poco tiempo de vida útil que se obtenía hicieron inviable el proyecto.
Redescubrimiento de la calle Tacón
Nadie sabe con precisión desde cuándo, pero la singular obra de Tacón quedó sepultada por mucho tiempo. En la década del 80 del pasado siglo, cuando la Oficina del Historiador de la Ciudad inició las labores intensivas de restauración, se redescubre la calle de madera bajo varias capas de pavimento. Entonces decidieron reconstruirla, mantener su apariencia y mostrarla como ejemplo singular y único en su tipo.
Hasta la actualidad, desde 1980 y de forma periódica, se realizan acciones de rehabilitación a cargo de la dirección del Proyecto de Inversionistas de la Oficina del Historiador para rescatar de la humedad, y otros factores dañinos, a esta antigua joya.
Hoy, la calle de madera acoge una rica dinámica cultural. En su envidiable posición entre el Palacio de los Capitanes Generales y la Plaza de Armas, es frecuente ver las actuaciones del grupo de teatro callejero «Gigantería Habana», las retretas de la Banda Nacional de Conciertos y las presentaciones que suceden durante los Sábados del Libro. La vía, sólo abierta a la circulación peatonal, siempre tiene a alguien que la observa, que la interroga, alguien que trata de descubrir en ella la historia de la Cuba de antes y la más reciente.
Adornan Tacón…
Varias son las construcciones y lugares emblemáticos que adornan la calle Tacón durante su corto recorrido. Además del Museo de la Ciudad, acoge a la Casa de Martín Aróstegui, donde se fundó el Colegio de Arquitectos de La Habana en 1916; al Museo de Arqueología, con sus colecciones cubanas y de otras regiones de América; al Parque Luz y Caballero, dedicado al ilustre educador cubano que tiene como centro una estatua en su honor; al Parque Arqueológico, con una muestra de piezas de artillería desde el siglo XVII y al Parque Infantil La Maestranza, donde los niños se deleitan incansablemente en sus ratos libres.
Varios nombres a través de la historia
La singular calle Tacón se ha llamado de varias formas. Primero Roosevelt a inicios del siglo XX y Manuel Sanguily a partir de la época revolucionaria. Sin embargo, sigue siendo Tacón, recordando los tiempos coloniales en que, por primera vez, fue de madera.