Cuando escuchamos decir a un cubano que «se formó la rumba», entonces no hay duda de que la fiesta comenzó. Más que futuro inminente, indica un hecho consumado. El espíritu antillano no es capaz de abstenerse ante el deseo y la necesidad de celebrar, aunque la realidad le contradiga, y cuanto antes sea, mejor. La alegría de vivir es un don que no se ha perdido en Cuba. Por el contrario, se esparce y puede ser contagioso al ritmo de la música, el mejor vehículo para expresarse y divertirse. Cala tan profundo, que algunos han llegado a pedir que se cante y baile en su sepulcro.
Pocos géneros han logrado materializar mejor el regocijo del alma y vitalidad del cuerpo como la rumba, declarada Patrimonio Cultural de la Nación desde 2012 y Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por la UNESCO, en 2016. El origen humilde de la rumba, nacida entre los negros libertos de Cuba, símbolo de identidad, unidad y resistencia cultural, étnica y social por mucho tiempo, le han servido para ocupar un lugar exclusivo en el listado de valores globales.
La rumba cubana: complejo genérico
La rumba es un complejo de influencias, formatos estilísticos, instrumentales y vocales que se ha compuesto y recompuesto durante distintas etapas históricas, en un largo proceso de transculturación, hasta conformar las variantes que hoy se aprecian en diferentes regiones del país, con características particulares.
Desde que nació a mediados del siglo XIX para proporcionar diversión y entretenimiento a los braceros, como forma más antigua, pasó a oficializarse públicamente en la rumba «de teatro» o «de pañuelo», en algunas puestas en escena de espectáculos vernáculos y como acompañante de las funciones circenses. A la par, se fortalecieron los elementos de ascendencia y cultos africanos, aunque no es propiamente una expresión religiosa.
Así, los tambores asumieron el máximo protagonismo rítmico o, en su defecto, los cajones; cajas de madera, originalmente diseñadas para transportar mercancías comunes; aunque siempre e indistintamente han sido acompañados por otros instrumentos originales o improvisados, como cucharas, botellas, claves, viola, catá, chequeré, quinto, cajita china, cencerro, marímbula y guitarra.
Los cantos se presentan como verdaderas expresiones de sentimiento, tradición y clase, mientras que funcionan coros bien estructurados y estribillos que trascienden su época. La danza, por su parte, generalmente presupone una evocación, un reto grupal, individual o entre parejas, con una confrontación entre hombre y mujer que recuerda los rituales de seducción y apareamiento.
Las tres variantes principales de la rumba son el guaguancó, el yambú y la columbia. En el guaguancó priman la rumba de santo y la cruzada con palo. En la columbia, están la jiribilla y la rumba de botella, donde el baile se impone y los textos son cortos. El yambú, por su parte, es conocido como la rumba del tiempo de España. En él todo es más pausado y menos elaborado musicalmente. Generalmente, la danza escenifica la temática del canto.
Territorialmente, el mayor desarrollo de la rumba como muestra genuina de la cultura cubana está en occidente; Matanzas, La Habana y Mariel; Camagüey y oriente, una división establecida por los estudiosos para marcar las diferencias más notables.
Agrupaciones rumberas para bailar
Muchas agrupaciones profesionales de ayer y de hoy trascienden en el ámbito de la rumba, para defenderla con dignidad como un modo de vida. En cualquier listado sobre el tema, siempre deben primar Los Muñequitos de Matanzas y Los Papines, unidos a otros que se han ganado un lugar importante en la escena, como Clave y Guaguancó, Yoruba Andabo, Afrocuba, Los Chinitos de La Corea, Cutumba, Rumbatá, Rumbávila, Rumberos de Cuba, Rumba Morena (femenino) y Los Reyes del Tambor, por sólo citar algunos.
Para pasar un buen rato en La Habana con estas maquinarias del baile y la percusión, bastaría con visitar El Palacio de la Rumba, un templo cultural ubicado en la barriada de Cayo Hueso; la Peña del Ambia, cada viernes en los Jardines de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en el Vedado, y la Peña de la Rumba los domingos en el célebre Callejón de Hamel. Los sábados, por ejemplo, también podemos visitar El Palenque, en la sede del Conjunto Folklórico Nacional.
En cambio, si andamos por la ciudad de Matanzas, cuna del género, podemos llegarnos al Centro Cultural Comunitario Nelson Barrera o al Ateneo de la Rumba. En Trinidad, elegiríamos el Palenque de los Congos Reales; los domingos en Camagüey, la Peña Entre Amigos; y los sábados en La Terraza de la Casa de Cultura de la oriental Baracoa, «Ciudad Primada de Cuba».
Por si fuera poco, en el mes de marzo se realiza en la isla el Festival Internacional Fiesta del Tambor «Guillermo Barreto in Memoriam» y, en agosto, el Festival Timbalaye. Siempre es buen momento para la fiesta y si es con tambores en un solar, entre la gente humilde y trabajadora, tranquila y con ánimos de compartir, entonces no necesitaremos invitación.
La rumba pertenece a la gente
Durante muchas décadas, la rumba ha sido un elemento de cohesión humana para los sectores y barrios más pobres de las zonas urbanas, donde expresan sus vivencias, problemas sociales y sentimientos, sin necesidad de muchos recursos ni de un escenario glamoroso.