¿Qué es un solar cubano?

¿Qué es un solar cubano?

Cuba es una tierra muy peculiar para el visitante, adornada por un mar azul, intenso y profundo. Por sus calles, ora estrechas, ora más amplias, deambulan vendedores, pregoneros, gente alegre y bulliciosa de presuroso caminar, siempre con una intensa sonrisa en los labios. En cada urbe que la conforma, proliferan misterios y leyendas, tradiciones y pintorescos entornos vecinales.

Muy curiosas resultan numerosas construcciones que inundan las ciudades, sin excepción. Muchas de ellas fueron antiguamente palacetes suntuosos donde habitaban marqueses, condes o ricos terratenientes y comerciantes. Dentro de esa amalgama de edificaciones, sorprende la abundancia de los llamados «solares» o «cuarterías» y sus parientes cercanos, «los pasillos», diseminados por todo el país, aunque son más evidentes en La Habana, principalmente en los barrios de El Cerro, Diez de Octubre, Centro Habana, La Habana Vieja e, incluso, hasta en el céntrico Plaza de la Revolución y el elegante municipio de Playa.

La vida en colectividad

Turistas observan la entrada a un solar en el barrio de Centro Habana

La cantidad de solares existentes en Cuba es inmensa. Sus inicios se remontan a los siglos XVI y XVII, cuando muchos campos de cultivo de caña de azúcar e ingenios se agolparon cerca de La Habana, próximos a las zonas aledañas al río La Chorrera, hoy conocido como Almendares.

Hacia 1740 la industria azucarera sufrió una contracción por el agotamiento de tierras y comenzaron a expandirse otros cultivos como el café, el trigo, las frutas y el cacao. Por eso, gradualmente, los propietarios abandonaron sus posesiones provocando la desaparición de las haciendas azucareras.

Antiguo coche americano de los años 50, al fondo solar habanero justo frente al Capitolio Nacional

La población campesina fue asentándose en aquellas zonas próximas al creciente centro urbano, ocupando fragmentos de las suntuosas mansiones que habían sido desmanteladas por sus dueños. Así se fue ajustando un estilo de vida colectivo, sobre la base del respeto de las individualidades de cada familia.

Tiempo después, cuando se produjo la abolición de la esclavitud en 1886, muchos esclavos libertos de Cuba ocuparon las antiguas residencias de sus amos, dividiéndolas en partes, y se asentaron en sus habitaciones, adecuándolas a su forma. Este es el preámbulo de los solares o cuarterías, tal y como se les conoce hoy.

Un solar cubano por dentro

Tipica bodega de barrio en La Habana Vieja

Visitar un solar cubano típico es una experiencia singular. Son sitios bullangueros y heterogéneos, a los que generalmente se accede luego de surcar el umbral de un gran portón que da vía a un estrecho pasillo, no muy largo, y que desemboca en un patio interior, lateral o central, en torno al cual se disponen las viviendas.

Muchos solares tienen dos o más pisos, por lo que no faltan las altas escaleras que conducen a la planta superior. En la dinámica diaria de un solar, según los estereotipos, encontramos mulatas de gran atractivo y sensualidad criolla, vestidas con licras o pantalones cortos mientras enseñan sus bien formados torsos, apenas tocados por pequeños corpiños durante el largo verano caribeño.

Anciana circula por las calles de la Habana, al fond grafitti en las paredes de un solar

Entretanto, mujeres mayores que conocen todo cuanto sucede en el entorno, se reúnen en coro para comentar el último acontecimiento de la vecindad. Estas voces se entremezclan con las de niños que juegan y corren de un lado a otro, y los sonidos que provocan hombres de todas las edades, sobre todo en las mesas donde se juega el típico dominó.

Se ve pasar al alguien, con collares y pulsos propios de su sincretismo religioso y cultural, haciendo gala de una forma única de hablar el español. Tampoco falta la contagiosa música, a veces en competencia de volumen, evidencia sonora de la mezcla de diferentes etnias y culturas que conviven en el mismo espacio, donde los ritos de santería se entrelazan con misas católicas, y siempre sobresale la gracia del cubano que, además, puede ser fácilmente ingeniero, maestro, obrero o desempleado, sin distinción alguna.

Muchachos corren pos las calles la Habana, a ambos lados solares de Centro Habana

Piezas de vestir secándose al aire, en medio de los pasillos o en cordeles colgantes de los balcones, tanques con agua de volumen dispar y plantas que nacen entre los entrepisos que conforman los techos o las paredes resquebrajadas por el paso del tiempo, forman parte del ornamento identitario de esa vida en colectividad, que en ocasiones es aderezada con el ritmo de los tambores y la cadencia de los rumberos.

Lo auténticamente cubano de los solares, según algunos visitantes, se expresa en los símbolos patrios que pueden visualizarse en espacios impensados. Puede que una bandera cubana luzca dibujada en las paredes o colgando del cable de la electricidad más elevado, o que una foto del Che o Fidel dé la bienvenida a los recién llegados.

Leyendas urbanas

Bicitaxi con turistas, al fondo solares en la zona de la Habana Vieja

Muchas son las historias que se cuentan relacionadas con crímenes pasionales, y que han tenido como escenarios a los solares donde la privacidad también resulta dispar. Y es que si bien la vida en estos sitios transcurre alegre, la imagen histórica ha incluido escenas de discusiones frecuentes, altercados, algunos vicios, situaciones propias de una vivencia casi común entre varias personas, cada una con diferencias de personalidad y hasta de costumbres.

Algunas anécdotas han pasado a la posteridad como recurrentes. Se habla de la gran tragedia ocurrida entre la amante de un viejo asturiano y su presunto proxeneta; de la intrépida mulata que discutió con otra vecina por tender ropa mojada en la azotea y que terminó en feroz encontronazo entre ambas; del viejo que espió a su querida hasta encontrarla con su amante, padre biológico de su media docena de hijos, y que aún así, el viejo la perdonó.

Muchachos juegan futbol al fondo se observan solares en La Habana

Pero también los solares son famosos porque en ellos se formaron, a golpe de rumba y tambor, muchos de los grandes de la música folclórica que hicieron hito en el pentagrama internacional.

Han trascendido los casos de Chano Pozo, el gran percusionista cubano, que solía frecuentar el solar de «La California» en el corazón de Centro Habana, junto a Dámaso Pérez Prado, el creador del mambo, y el pianista «Bola de Nieve», para amenizar inolvidables descargas musicales que parecían infinitas.

Solares de la Habana Vieja

Los habitantes de los solares se enorgullecen al contar a diario esas fábulas pintorescas, sin importar donde hayan ocurrido exactamente. Escucharlas es una interesante y entretenida forma de conocer sobre la vida en esos sitios inéditos, dentro de una ciudad cuya heterogeneidad se percibe desde que se pisan sus calles, repletas de personas mezcladas por la raza y embebidas en la picardía del cubano criollo.

Frases solariegas en Cuba

Anciana recorre por las calles de La Habana Vieja

La esencia de los solares también se expresa en cómo se comunican sus habitantes. «Gira que te veo fijo», «¿Cuál es la murumba?» o «Deja la mareadera», son frases vulgares nacidas en esos sitios, que con el tiempo han contaminado y nutrido la norma lingüística de los cubanos de todas partes. Compruébelo por sí mismo, disfrute de la riqueza de una isla sin par.

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