Viajar a Cuba una semana

Viajar a Cuba una semana

Llegué a Cuba con muy poco tiempo, casi por accidente. Mi interés era recorrer un poco Latinoamérica, México, Costa Rica, Colombia y Brasil, pero hacía poco un amigo había estado en Cuba y no paraba de hablar de ella. Pues me dije, ¡¿algo tendrá?!

Decidí viajar a Cuba una semana de vacaciones, pensaba que era tiempo suficiente para hastiarme del país. Nunca me ha gustado quedarme en una sola ciudad mientras viajo, así que quería conocer varios sitios de Cuba y no agotar mi semana solamente en La Habana.

Un corto viaje por las mejores ciudades de Cuba

El plan era pasar una noche en Viñales, continuar para Trinidad y Santa Clara, luego Santiago de Cuba, Baracoa y terminar en La Habana. Pero al final, no todo fue como lo tenía previsto.

Viñales

Cuando llegué al aeropuerto de La Habana, tomé un taxi directamente a Viñales, un pueblo que pertenece a la provincia más occidental de Cuba, Pinar del Río. Siguiendo las referencias de mi amigo, me hospedé en una «casa particular», como tantas hay en las principales ciudades del país.

Hermosa vista del Valle de Viñales en la provincia de Pinar del Rio

Recuerde siempre antes de viajar, buscar información, sopesar criterios, para tener una idea más o menos clara de lo que se encontrará.

De Viñales me interesaba sobre todo el proceso del tabaco, desde su cultivo hasta su torcedura y anillado. Es increíble cómo en un país tan pequeño, sin muchos recursos, se confecciona el mejor tabaco del mundo, el habano.

Así, tuve la oportunidad de conversar con estos artesanos del tabaco y comprobé cómo este es un arte que ha pasado de generación en generación. Muchos de los pobladores de Viñales se dedican al turismo o al tabaco, y esta última es una hermosa tradición, un trabajo muy minucioso y agotador. Varias manos tienen que pasar por las hojas para llegar a obtener un puro de calidad como los que allí se preparan.

Vaca deambula por cembrado de tabaco en el Valle de Viñales

Otra de las cosas que me impresionó del poblado de Viñales, además de sus mogotes, sus cuevas y senderos, fue la gastronomía. Sobre todo en la calle principal hay muchos restaurantes o «paladares» de todo tipo, unos más caros que otros pero en general muy buenos.

Mi día terminó en la Plaza Mayor de Viñales, una zona que en la noche se llena de música y de gente joven, visitantes y hasta un montón de simpáticos perritos. Con mi «mojito» en mano, también me conecté porque allí hay una zona Wi-Fi, y disfruté del frescor de la noche conversando con los pobladores.

Varadero

El próximo día originalmente estaba dedicado a Trinidad, pero de repente sentí unas ganas tremendas de un baño de mar. Así que tomé el autobús Vía Azul hasta Varadero. Allí solo estaría unas horas y continuaría en la noche hacia Trinidad.

Palmeras en las arenas de la playa de Varadero en la provincia de Matanzas

Es cierto que la playa de Varadero es magnífica, a pesar del turismo y la cantidad de personas que siempre encuentras. Desde donde me dejó el bus, decidí caminar buscando tranquilidad hasta una de las zonas hoteleras distantes donde hay menos gente.

Así que disfruté al máximo de mis horas de relax, de tomar el sol y de sentirme verdaderamente de vacaciones. Como no había autobuses que salieran en la noche hacia Trinidad, tomé junto a otros viajeros, un taxi colectivo hacia la llamada villa colonial de Cuba.

Trinidad

Esta era una ciudad que no me podía perder. Por lo que había leído, era una de las más auténticas y pintorescas del país. Me hospedé en una casa particular, porque quería pasar una noche allí. Sin descansar prácticamente del viaje, comencé temprano a recorrer la villa.

Turistas caminan hacia la Plaza Mayor de Trinidad en la provicnia Sancti Spiritus

Es impresionante cómo se han conservado tantas viviendas y mansiones coloniales muy peculiares, fiel reflejo del desarrollo azucarero en los siglos XVIII y XIX. Lo mejor es desandar sus callejuelas empedradas y visitar alguno de sus museos.

Yo escogí el Museo de la Arquitectura, único de su tipo en Cuba y que muestra la evolución en las edificaciones de la zona, su mobiliario y decorado refinados.

Después de almorzar en el afamado restaurante «La Botija», decidí hacer el recorrido habitual por la ciudad. Probé la tradicional canchánchara, pasé por la «Casa de la Trova», aunque en ese momento no estaba tan activa, llegué hasta la Casa de la Música y me senté en su escalinata. Pero lo que más disfrutaba era perderme en las calles trinitarias, observar a los habitantes en su quehacer diario.

Edificios coloniales rodean la Plaza Mayor de Trinidad, al fondo la Iglesia Parroquial y el Museo Romantico

En la noche no pude aguantar la tentación de conocer «La Cueva», la discoteca que se ubica dentro de una caverna natural. Un espectáculo sui generis realmente, una manera divertida de culminar mi estancia en Trinidad de Cuba.

Cienfuegos

La verdad es que no tenía planificado pasar por Cienfuegos, pero era un viaje corto desde Trinidad y todos los pobladores trinitarios me lo recomendaron… y valió la pena. Pasé de la multitud y la vivacidad de Trinidad, a la tierra afrancesada y elegante de Cienfuegos.

Bicitaxi circula por el malecon cienfueguero, al fondo un cartel anuncia la ciudad

La ciudad parece estar siempre en calma. La zona histórica, protagonizada por el Paseo del Prado y el Parque José Martí, tiene un carácter muy diferente a las otras ciudades que había conocido. Los cienfuegueros aseguran que esto es debido a la fuerte influencia francesa en sus construcciones y distribución espacial.

Pude visitar el Castillo de Jagua, un museo histórico de la ciudad, constancia de los ataques de corsarios y piratas y del desarrollo de la zona. Además, conserva el único puente levadizo que aún funciona en el país. Fue una visita muy placentera, sobre todo por las vistas de la bahía de Cienfuegos y de la ciudad que se admiran desde aquí.

Mi atardecer fue en el Malecón, un sitio mágico, tranquilo, romántico… Volví a viajar en la noche, esta vez directamente hacia Santiago de Cuba, un recorrido largo, pero en taxi particular era un poco más rápido.

Santiago de Cuba

Llegué así a «la tierra caliente de Cuba», y de verdad que el sol allí es intenso. Esta es la segunda ciudad en importancia del país, después de la capital. Comencé en el Parque Céspedes, centro histórico de la ciudad, y recorrí sus alrededores, museos y casas coloniales. En Santiago de Cuba se fundó la primera villa cubana, y en ella vivieron grandes conquistadores como Diego Velázquez.

Viajar a Cuba

Para sentir la verdadera música cubana no podía dejar de pasar por la Casa de la Trova santiaguera, una de las más tradicionales e históricas de Cuba, donde se han presentado grandes músicos cubanos. Me senté, disfruté de la música y el ron cubano.

Mi siguiente parada fue el Cementerio de Santa Ifigenia, donde descansan los restos de importantes héroes y personalidades cubanas como José Martí y Fidel Castro. Es increíble la cantidad de visitantes que viajan hasta allí, y con la ayuda de un guía, es más fácil entender la historia cubana y sus protagonistas. Esta fue una experiencia muy reveladora, de las que más agradecí.

La Habana

Luego de descansar una noche en Santiago, partí nuevamente para La Habana, esta vez para conocerla de verdad. Viajé en Vía Azul, un camino de muchas horas, pero este ya era el final del itinerario.

Coches antiguos americanos de los años 50 circulan por las calles de La Habana Vieja, al fondo el Capitolio Nacional

La Habana tiene muchas aristas, muchos matices, muchas caras, a veces se ve cansada, otras brillante; a veces desarreglada, otras elegante; el día agitado, la tarde sosegada y la noche extasiada. Era una mezcla de sensaciones muy sabrosa, como los cocteles cubanos, como su gente.

Recorrí La Habana Vieja, el centro de la ciudad, caminé por el Malecón y hasta entré en la famosa heladería Coppelia en el Vedado, que aunque dicen que ha cambiado mucho, para mí fue un buen camino para entender la dinámica de la ciudad.

No tuve mucho tiempo para conocer La Habana a fondo. Caminé por la Plaza Vieja, por la Catedral de La Habana, la Avenida de Paula, la calle Obispo, el Paseo del Prado, en La Habana Vieja, y por la calle 23, el Hotel Habana Libre Tryp, el cine Yara, la calle G y la calle Línea en el Vedado.

Turistas en la Plaza de la Catedral de La Habana

Existe una Habana como detenida en el tiempo, con sus huellas coloniales, sus edificios y construcciones antiguas, mientras hay otra Habana que despierta más moderna, más del siglo XXI. Lo mejor es que estas tendencias coexisten de una forma tan contrastante y genuina que resulta alucinante.

¿Puedo conocer Cuba en una semana de vacaciones?

Terminé en un pequeño bar – restaurante o paladar llamado «Mamainé», en el Vedado. En ese momento decidí volver a Cuba, porque no me alcanzó. Es muy difícil disfrutar al máximo de un país en una semana. Ya había visitado los sitios esperados y recomendados, había visto lugares encantadores y gente magnífica, pero quería conocer más, descubrir todas esas realidades cubanas, esos detalles que a veces pasan desapercibidos al ojo del visitante.

Y gracias a esa semana en distintas ciudades de Cuba, fue que decidí volver.

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