¿Se podría vivir en un vagón de tren? No digo precariamente, por extrema necesidad, si no a gusto como en un hogar bien equipado. Pues sí, y una de las pocas pruebas de esto la encontramos en La Habana Vieja.
Conocí el curioso «Tren Mambí» caminando por el Centro Histórico de la antigua villa, próxima a cumplir 500 años. Es una atracción poco promocionada, pero muy interesante, que se localiza detrás de la iglesia de la Plaza de San Francisco de Asís, en la pequeña calle Churruca, cerca de donde estuvo la sede de la primera Cámara de Representantes de la República.
Por fuera parece un vagón de tren cualquiera, ni siquiera tiene un cartel identificativo, pero dentro sorprende uno de los museos más pequeños e interesantes de la ciudad.
El último tren a Cuba
El «Vagón Mambí» fue construido en Estados Unidos, en 1900, junto a otros dos similares. Además de esta tríada no hay otro diseñado con este modelo en el mundo, pues solo se fabricaron los números 97, 98 y 99 a petición del dueño de la Pennsylvania Railroad Company, para ser usado por altos ejecutivos y personalidades de la política.
El diseño del vehículo de 80 toneladas de tara, logró distribuir el espacio de manera que tuviera todas las comodidades de una vivienda: sala de protocolo, comedor, cocina, cuartos, baños y una pequeña terraza donde caben cuatro personas sentadas. Uno de los vagones quedó bajo la propiedad de la compañía norteamericana, hoy se exhibe en el Museo Ferroviario de Pennsylvania, y el otro, nombrado «Dorado», prestó servicio en México al representante de la compañía en ese país.
El tren cubano fue el denominado con el número 99 y llegó a la isla en 1912, a bordo de un ferry proveniente de la Florida como parte de un servicio intermodal que existía. Fue destinado a la Cuba Railroad Company, que dominó las vías desde Villa Clara (centro) hasta oriente del país, y su presidente Horatio S. Rubens acostumbraba a inspeccionar las propiedades en la isla cómodamente instalado en el coche.
Rubens fue abogado del Partido Revolucionario Cubano (PRC), fundado para luchar contra el colonialismo español, y amigo del escritor y patriota José Martí. Por eso el coche fue bautizado con el nombre que se le daba a los combatientes independistas criollos: Mambí.
Despacho presidencial sobre ruedas
Horatio S. Rubens también era cercano a Tomás Estrada Palma, el líder del PRC luego de la muerte de Martí en la guerra. Cuando Estrada Palma se convirtió en el primer presidente de la nueva República de Cuba independiente, Rubens le facilitó el acceso a todo el país mediante el vagón.
Según el cronista Ciro Bianchi:
«…como Horatio Rubens era el presidente de la compañía y se valía del Mambí para sus viajes de inspección en la Isla, los trabajadores ferroviarios dieron al vagón el nombre de Coche Presidencial.»
Algunas fuentes afirman que la práctica comenzó con Estrada Palma. Lo cierto es que otros mandatarios cubanos lo utilizaron, como José Miguel Gómez, Mario García Menocal, Alfredo Zayas y el dictador Fulgencio Batista. También Fidel Castro viajó a bordo del «Mambí» durante los primeros años, luego del triunfo revolucionario de 1959.
Cuando se rompieron las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, funcionarios de la compañía rectora del Mambí quisieron llevárselo de Cuba, pero varios milicianos lo impidieron. Se dice que estuvo activo hasta 1987, y luego lo declararon patrimonio ferroviario.
Dentro de la casa de hierro
Cuando se entra pudiéramos creer que nos encontramos en algunos de esos coches aparecidos en las películas del lejano oeste norteamericano, donde viajaban los magnates que querían conquistar la tierra de los indígenas hasta llegar al océano Pacífico. ¿Y si el bandido Jesse James saltara de pronto por la ventana? Es que todo está bien conservado, parece listo para llevarnos en un viaje por el tiempo.
Lo primero a lo que se accede es a un balcón resguardado por una baranda de bronce y equipado con un toldo regulable, para proteger del sol y la lluvia, sin estorbar la vista que proporcionaba la campiña cubana a los distinguidos viajeros.
El interior del carro fue revestido con maderas preciosas. Tiene un comedor de protocolo, ventanas con persianas de madera y ventiladores de refrigeración con la tecnología de hielo seco. Varios de los objetos originales se conservan en buen estado, entre ellos vitrinas con cristalería de bacará y cubiertos de plata.
El amplio recibidor ofrece literas disimuladas y un sofá-cama. También hay otro cuarto con litera, una oficina, servicios sanitarios, así como dos habitaciones con closets y muebles de maderas preciosas, que se comunican mediante un baño común acondicionado con una bañera de mármol. En el comedor del vagón pueden cenar cómodamente ocho personas. Además, el Mambí tiene pantry, cocina y una habitación para cuatro criados. ¿Alguien necesita más para mudarse?
Hacer un viaje imaginario a bordo del Tren Mambí
Puede encontrarlo al salir de la Casa Alejandro de Humboldt. Quizás cuando regresa del Museo del Ron, o a la vuelta de un paseo por la apacible y hermosa Plaza Vieja. Lo cierto es que el Tren Presidencial es una curiosidad inesperada en un paseo por la centenaria Habana Vieja.
Se exhibe ante el viajero como un guerrero del tiempo, con su mobiliario original, decorado interior y piezas con el sello Mambí. Visitarlo es hacer un viaje por un momento singular de la historia de Cuba, y del ingenio humano que logró condensar en un solo vagón lo necesario para servir a los presidentes de un país.