Dicen por ahí que recordar es volver a vivir, que el pasado se hace presente mientras haya quien recuerde. En Cuba se recuerda mucho y puede hasta pensarse que se recuerda demasiado.
La presencia de cada momento histórico por los que atravesó la sociedad cubana se siente en sus construcciones, sus edificios y monumentos, en su ambiente, en el mar, en el imaginario que han construido los propios cubanos alrededor de su historia.
Algunas de esas historias que hacen que hoy hablemos de la deslumbrante Habana, por ejemplo, se fundan por suerte o desgracia, a partir de los ataques de piratas y corsarios en Cuba .
Digo «por suerte o desgracia» porque aunque muchos piratas eran despiadados y asesinaban a todo el que se interpusiera en su camino, y aunque hayan causado también muchas pérdidas económicas a la corona española; los ataques propiciaron y aceleraron la formación y construcción de muchas de las principales ciudades del país como La Habana, Matanzas, Cienfuegos, Villa Clara o Santiago de Cuba.
Sobre las huellas de la piratería en Cuba
Desde el siglo XVI las costas cubanas fueron asediadas por barcos piratas franceses, ingleses y holandeses. Al inicio los buques franceses eran el pavor de las aguas, baste solo recordar al temido Jacques de Sores. Más tarde, los filibusteros ingleses tomaron la primera posición del ranking, junto al famoso Francis Drake. Ya en siglo XVII, los holandeses tomaron el mando de las aguas del Caribe y resurge en la memoria el personaje de Cornelius Jol, más conocido como «Pata de Palo».
Para entonces, Cuba, con todos sus cayos adyacentes, se convertiría en un refugio ideal para los piratas y un puerto seguro de riquezas, ya que por allí pasaban todos los buques que se dirigían hacia las colonias americanas o hacia la corona española, allí se reabastecían y descansaban.
Los ataques a La Habana
Debido a las propiedades geográficas de la Bahía de La Habana, esta fue una zona importante de comercio y navegación desde los inicios de la colonia, hecho que los piratas no pasarían por alto.
En 1537 se produjo el primer ataque conocido en la historia de Cuba. La recién fundada Villa de San Cristóbal de La Habana, vio aparecer dos navíos franceses que arremetieron contra tres buques españoles, derribaron dos y se llevaron el último como recompensa.
Un año después, los habitantes de la localidad tuvieron que huir ante el ataque de otro buque que la ocupó durante 15 días. Incendiaron las casas y se hicieron de la antigua campana de su iglesia. Y así, La Habana sufrió el ataque continuo de los filibusteros.
Jacques de Sores tras el botín habanero
El 10 de julio de 1555 tuvo lugar el mayor ataque pirata de la ciudad dirigido por Jacques de Sores. Dos embarcaciones lograron entrar por la zona de Guanabacoa bordeando el puerto. Con doscientos hombres el francés ocupó el poblado y amenazó el entonces Castillo de la Fuerza. Los españoles mostraron resistencia, pero finalmente tuvieron que rendirse.
Después de saquear la zona, de Sores se dirigió hacia la villa de La Habana, tomó de rehenes a sus habitantes y pidió al gobernador una recompensa de 30 mil pesos. Gonzalo Pérez de Angulo, entonces Gobernador de la Isla, intenta sorprenderlo y se inserta en la villa con 280 hombres. Aunque lograron atrapar a algunos franceses, de Sores logró huir, no sin primero decapitar a una treintena de prisioneros.
De los intentos por librarse de los constantes ataques de corsarios y piratas surgen grandes fortificaciones que hoy realzan la belleza y autenticidad de la ciudad de La Habana, como el Castillo de la Real Fuerza, el Castillo de los Tres Reyes del Morro o el Castillo de La Punta.
Matanzas también tuvo sus piratas
Pero La Habana, a pesar de ser una de las ciudades más asediadas, no fue la única que sufrió de aquellos ataques. La ciudad de Matanzas, debido a su cercanía con La Habana, también fue blanco de atracadores. A su bahía llegaban filibusteros para abastecerse y hacer negocios de contrabando en los que los habitantes se beneficiaban y así esquivaban las fuertes restricciones de la corona española.
Una de las historias más conocidas en «la Atenas de Cuba», como también se le conoce, fue el saqueo de Piet Heyn, un almirante holandés que en 1628 dirigió la llamada Batalla de Matanzas, donde se hizo del mayor botín en la historia de piratería en Cuba. Intersectó la Flota de Indias que se dirigía hacia España con las riquezas ocupadas en Suramérica.
Debido a este y otros ataques, la corona española aprueba la fortificación de la ciudad.
Los cayos cubanos, refugio de los piratas
Una de las zonas privilegiadas para que los piratas se refugiaran y espiaran las naves españolas, fueron los cayería de Sabana y Sabaneque, con 2 517 cayos, en la provincia de Villa Clara, específicamente en la zona de Sagua la Grande. Estos cayos eran un punto estratégico para vigilar los buques que se dirigían a la metrópoli y para esconder los tesoros arrebatados. Se dice que algunos bucaneros retirados, pasaron allí el resto de sus días. Por tanto, esta es una zona donde las historias de asaltos piratas y tesoros escondidos son disímiles.
El tesoro del Pirata
En Caibarién, un poblado de Villa Clara, durante años ha permanecido la leyenda del «Tesoro del Pirata». Cuenta que un pirata, mientras escapaba con el botín, decidió esconderlo bajo una ceiba de la zona. Para ello, ordenó a un negro esclavo cavar la tierra y enterrarlo bajo sus raíces. Al terminar el pirata decapitó al esclavo para que nadie más supiera el lugar donde estaba enterrado.
La ceiba aún se mantiene en pie, ahora en la Avenida Céspedes de Caibarién y muchos afirman que en las noches de luna llena se ve la imagen de la cabeza degollada del esclavo. Algunos valientes, desafiando las leyendas atemorizantes, han buscado y rebuscado el tesoro enterrado, sin resultados hasta ahora.
El Tesoro de la Catedral de Mérida
Algo similar ocurre en Guanahacabibes, en la provincia de Pinar del Río, con el famoso tesoro de la Catedral de Mérida. Se dice que en 1642 las autoridades de la zona de Mérida en México, ante un inminente ataque pirata, decidne enviar a La Habana las riquezas atesoradas en la catedral con el objetivo de salvaguardarlas. Sin embargo, al percatarse que eran perseguidos en el viaje resuelven desviarse hacia Guanahacabibes. De igual manera fueron atacados y prácticamente exterminados por los piratas.
Solo un fraile logró salir con vida y llegar al poblado de Guane, donde cuenta la travesía y el inventario de riquezas que llevaba el buque. A los pocos días fallece y la historia de un inmenso tesoro escondido en la zona comienza a llegar a los oídos de todos.
La leyenda tiene muchas versiones aunque esta es la que más se ha repetido a lo largo de los años. Muchos pobladores y hasta investigadores se han obsesionado con el tema. Se han formado expediciones para buscar el tesoro de Mérida, también sin resultados. Se dice que el tesoro se distinguía por un crucifijo de oro a tamaño real.
Lo cierto, y lo más importante es que continúa la ilusión, que las historias no se pierden en el tiempo y se mantienen en el imaginario popular.
Cuba, entre piratas y leyendas
Muchos historiadores han llegado a afirmar que al corso y la piratería se debe la fundación y consolidación de muchas ciudades cubanas. Las leyendas de tesoros enterrados, de buques perdidos en el mar, de batallas épicas entre piratas y españoles, de amoríos fortuitos y efímeros, y todo tipo de historias relacionadas a los miles de bucaneros que asecharon las costas cubanas; enriquecen y hacen más encantadora y enigmática la historia de Cuba.