Teatros de La Habana Vieja

Teatros de La Habana Vieja

Hermosos, distinguidos, ilustrados recintos culturales donde se sienten a gusto encumbrados personajes dramáticos. Los teatros son de esas edificaciones donde la historia de una ciudad queda retratada en sus diseños y en las obras que en ellos tienen lugar.

La Habana, por ejemplo, es de esas ciudades donde los teatros albergan una riquísima historia y no solo asociada al desempeño de las manifestaciones que acogen. Ellos en sí mismo forman parte de esa cultura mayor que define a un entorno rico, especial, activo. Ellos, elocuentes espejos del tiempo, muestran orgullosos su devenir en una ciudad cercana ya al medio milenio.

Pequeña ruta para conocer tres teatros en La Habana Vieja

Tomemos como punto de partida el Capitolio de La Habana. Desde su escalinata, mientras se toma la casi obligada foto que no debe faltar en su álbum de recuerdos de Cuba, le comento que desde ya puede admirar la grandeza de dos de estas joyas arquitectónicas.

Fachada del capitolio de La Habana

Ya debe haber captado su atención la imponente y a la vez elegante estructura que despunta a unos 100 metros a su izquierda. Sí, allí donde le aguardan los llamados cocotaxis, pero también una veintena de descapotables vintages, tan cromados que en sus carcasas también puede admirarse la ciudad, en otra dimensión, claro. Esa es nuestra primera parada.

  1. El Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso

     Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso joya del eclecticismo cubano,

    Antes de ser lo que es hoy, en la manzana formada por las intercepciones de las actuales calles San Rafael, San José, Consulado y el Paseo del Prado, se erigió el teatro Tacón, uno de los más lujosos de América y por sus características técnicas, el tercero del orbe, se dice que después de la Scala de Milán y el de la Ópera de Viena.

    Con un eclecticismo predominante, tenía capacidad para recibir a unos dos mil espectadores. En aquella época era el escenario por excelencia de la aristocracia criolla, de modo que por allí desfilaron grandes de la ópera, el ballet, la revista musical y la zarzuela.

    En la primera década de 1900, el lugar fue adquirido, junto con los terrenos aledaños, por el Centro Gallego para edificar su Palacio Social, y fue nada menos que un belga fue el arquitecto del actual edificio. Aunque en su interior se reconstruyó el escenario del Tacón, al eclecticismo de la fachada lo sustituyó el neobarroco, tomando como referencia el barroco europeo, por lo que abundan las tallas y esculturas en piedra.

    Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso contiguo al Capitolio Nacional

    En 1965, el inmueble pasó a ser la sede permanente del Ballet Nacional de Cuba y por iniciativa de Alicia Alonso recibió el nombre de Gran Teatro de La Habana. De lo sucedido allí, a lo largo de estos años, dan fe las grandes estrellas de la danza del orbe que han derrochado talento y arte sobre sus tablas, en cada edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana.

    La Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso junto a figuras del Ballet Nacional de Cuba

    Siempre ha sido un sitio de grandiosas e incontables ovaciones, academia y lugar de referencia a nivel mundial. Por eso en septiembre de 2015, el gobierno cubano acordó, con carácter excepcional y en reconocimiento a sus aportes, denominarlo Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

    El inmueble fue sometido a una reparación capital entre 2013 y 2015 y abrió sus puertas al público nuevamente en 2016.

  2. Teatro Payret

    Capitolio de La Habana visto desde el Payret

    Como le decía, desde la escalinata del Capitolio, se puede ver también el Teatro Payret, justo al frente. Desde su inauguración en 1877 ha sido testigo silencioso de grandes acontecimientos históricos.

    Su propietario fue un catalán de apellido Payret y debido a muchos infortunios, entre los que se cuentan un incendio y un huracán, el inmueble fue subastado y pasó por varias manos. En 1951, demandando una impostergable reparación, un comerciante asturiano decidió demolerlo, sin tener en cuenta que estaba considerado uno de los mejores y más bellos de América. Los diarios de la época sentenciaron jocosamente: “Lo que un catalán construyó, un asturiano lo derrumbó”.

    Tuvo tantos apelativos como usos en ese tiempo: Jettatura, por estar maldito; Coliseo Rojo, por el color de sus decorados; Teatro de la Paz, después de firmado el Pacto de Zanjón; la Catedral del Cine, ya que fue de los primeros en presentar películas y lo mismo se exhibía en él una obra del séptimo arte, una ópera, un espectáculo circense, conciertos, conferencias, discursos, festivales, obras dramáticas, presentaciones de ballet y hasta peleas de lucha libre.

    La construcción antigua era de cantería y ladrillos; los techos de madera y planchas de zinc, sostenidos por una armazón de acero belga, la primera de este tipo que se colocó en La Habana. También se utilizaron en la edificación del inmueble piedras de las murallas que defendían la capital cubana.

    La Habana vista desde la esquina del Payret

    En la tercera etapa del teatro Payret quedó inaugurada la instalación cinematográfica que existe en la actualidad, la nueva estructura presentó una arquitectura de severas líneas clásicas exteriores y un refinamiento modernísimo en su interior. Actualmente está sujeto a futuras acciones restauradoras que de seguro le devolverán su antiguo esplendor entre los teatros de La Habana Vieja.

    Este inmueble forma parte indisoluble de la cultura cubana y también de su historia. Grandes personalidades de la isla, de todos los ámbitos, dígase, artístico, social y político dejaron su impronta allí. Es que el Payret rivalizó en épocas anteriores con otros de la talla del Tacón (1838) y el Irijoa (1884), que en 1900 fue dignificado con el nombre de Martí.

  3. Teatro Martí

    Hermosa fachada del Teatro Marti

    Ahora caminemos unas pocas cuadras hasta la esquina de Dragones y Zulueta, para disfrutar de una joya de la restauración habanera: la casa del teatro bufo cubano.

    Inaugurado el 8 de junio de 1884 por su constructor Ricardo Irijoa, un vasco que fue rico tres veces y al final murió en la pobreza, el Teatro Martí exhibe una arquitectura donde destaca la horizontalidad, equilibrada por el tratamiento vertical de las ventanas. La fachada la conforma un bloque rectangular coronado por una cornisa corrida a su alrededor y un pretil originalmente rematado por copas. La cubierta a dos aguas, algo retirada, se expresa como un frontón, con una luceta semicircular en su centro, sobre la puerta principal.

    Detalle de la fachada del Teatro Marti recuerda su inaguracion en 1884

    El diseño del “Coliseo de las cien puertas”, como lo denominó el poeta bayamés José Fornaris, permitía diferentes usos a la instalación. Era lugar de representación de compañías de bufos criollos, zarzuelas, operetas, vodeviles, espectáculos de circo y bailes. En 1929 conocería aquel escenario la fiebre del tango y cuando el cine sonoro se apropió del teatro, las películas de Carlos Gardel.

    Fue en el Martí donde sesionó la Asamblea Constituyente encargada de redactar la primera Carta Magna, a estrenarse el 20 de mayo de 1902. En aquel foro también tuvieron lugar candentes discusiones, al calor de la decisión del gobierno norteamericano de imponer como un apéndice a tal Constitución la Enmienda Platt.

    Con capacidad para 750 personas, figura en la lista de las grandes y complejas restauraciones que se han llevado a cabo en La Habana. Estuvo muchos años cerrado, pero en 2014 reabrió sus puertas y un año después le fue otorgado el Premio Nacional de Restauración.

Que baje el telón

Publico en el lobby del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso

El gran actor y director inglés Lawrence Olivier dijo que, en una pequeña o gran ciudad o pueblo, un gran teatro es el signo visible de cultura. Hay mucho que ver y disfrutar en toda la isla, pero no deje de respirar el arte cubano. Teatros, galerías, museos, la ciudad tendrá cientos de lugares abiertos y esperándole. Y ésta ha sido sólo una pequeña invitación.

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