Cojímar, en La Habana del Este, es un pequeño poblado repleto de historia y anécdotas de toda índole. De gente humilde, de mar, ha trascendido universalmente por ser el sitio que escogiera para tener su base de pesca durante tantos años el norteamericano y Premio Nobel de Literatura, Ernest Hemingway. Pero mucho antes de eso, fue un importante punto estratégico para la defensa de la capital antillana en la época colonial. Por eso es que allí se erige el Torreón de Cojímar.
El Torreón, Fortín o Castillito, como también es llamado, fue fundado el 15 de julio de 1649 durante una época en que era habitual el asedio de piratas y corsarios por esa zona del Caribe. Desde el año 1982, considerado por la UNESCO como parte del sistema de fortificaciones de La Habana, es Patrimonio de la Humanidad.
El nuevo baluarte
Su construcción estuvo a cargo de Juan Bautista Antonelli, hijo. Heredero de una tradición de ingenieros, su padre y tío, de origen italiano, habían creado ya algunas importantes fortificaciones para la Corona Española en varios territorios, como las fortalezas de Los Tres Reyes del Morro y San Salvador de la Punta, en la propia Villa de San Cristóbal de La Habana.
La idea de erigir el nuevo baluarte rondaba desde inicios del siglo XVII, ante un posible ataque de portugueses y holandeses, y fue impulsada por el entonces Gobernador General de Cuba, Pedro Valdés. Quienes lo sucedieron, apoyaron igualmente la propuesta. Pero no fue hasta el año 1633, tras la visita de una comisión de la Junta de Guerra del Consejo de Indias, que se ordenó la construcción con fondos que debían proceder de México.
Precisiones constructivas
Al no llegar el financiamiento y conciente de la urgencia, bajo el mandato de Álvaro de Luna se decide iniciar la obra con financiamiento popular. Antonelli, ante la importancia de la empresa asignada, construye un fortín cuadrado de ochenta pies de lado y cuarenta de altura, con seis cañones en la cubierta y cinco a los veinte pies. Para acceder al torreón, añadió una escalera fija que se une al interior a través de un puente levadizo. Además, diseñó aljibes, almacenes y barracas que daban cabida a unos cincuenta hombres.
Las labores iniciaron el 30 de enero de 1635. Casi a la par y bajo los mismos planos, se levantó el fuerte Santa Dorotea de la Luna de la Chorrera, conocido como Torreón de la Chorrera, en la desembocadura del río Almendares. El costo de cada uno alcanzó los veinte mil ducados.
Con anterioridad, como parte del sistema de fortificaciones instaurado para resguardar los bienes de la colonia y disuadir a los posibles agresores, habían sido edificados los castillos de la Real Fuerza, de San Salvador de la Punta y de los Tres Reyes del Morro, y el Torreón de la Caleta de San Lázaro. Además, la ciudad se hallaba rodeada por una gran muralla perimetral de gruesos bloques de piedra.
Toma de La Habana por los ingleses
En el año 1762, durante la toma de La Habana por los ingleses, el Torreón de Cojímar intervino activamente. Sin embargo, las armas arcaicas e inadecuadas con que fue respaldado ofrecieron poca resistencia y resultó el primer bastión neutralizado por el fuego de los navíos invasores, hasta ser finalmente tomado.
Tras aquellos sucesos, su estructura quedó en muy malas condiciones, por lo que fue reconstruido en 1763 al finalizar el período de intervención. En la ciudad se erigieron entonces los castillos de Atarés y El Príncipe, y la fortaleza San Carlos de la Cabaña, en la misma colina donde los ingleses apostaron sus cañones para rendir al Morro, principal baluarte de la resistencia. Luego de estas acciones, cesaron los intentos por tomar la villa antillana.
En Cojímar, en torno al torreón, fue creciendo el asentamiento poblacional más antiguo al este de La Habana y desde hace varios años la histórica instalación defensiva es uno de los puntos de observación para el cuerpo de guardacostas.
El Fortín y Hemingway
Son muchos los visitantes nacionales e internacionales que llegan a ese punto de la geografía habanera. Al descender de sus transportes, quedan maravillados con dos elementos que llaman poderosamente la atención: el Fortín y el monumento a Hemingway.
Erigidos uno cerca del otro, como cómplices que conspiran para hacer grande a ese fragmento de ciudad, se ven de frente en sus estilos y formas diferentes, pero se complementan en total armonía espiritual, paisajística y significativa.
El busto del Premio Nobel de Literatura, colocado en 1962 y justo en el sitio por donde atracaba su adorada embarcación, el yate «Pilar», es una obra fundida a partir de anclas, hélices y otros objetos que donaron los pescadores, hombres humildes con los que compartió afición y jornadas interminables de aventura. Hoy, las arcadas neoclásicas de la pequeña glorieta que lo rodean parecen conversar con las piedras de la fortificación y conforman un bello espectáculo, sobre todo en esas horas en las que cae la tarde y el poblado costero cobra colores mágicos.
El Torreón de Cojímar, Hemingway y el mar
A 22 kilómetros del Centro Histórico de La Habana, vigilando celosamente la costa, un fortín se inserta en la cotidianidad de los habitantes de Cojímar y se mezcla con el entorno como elemento de identidad, como símbolo, a tal punto que sería difícil imaginar el poblado sin su torreón, su mar y la figura de Hemingway.