Todo parece estar en calma. La abrumadora vegetación por todas partes y el ambiente tenebroso de una cueva, muestran lo ínfimos que somos ante tamaña exposición de la naturaleza. El Valle de Viñales, en la provincia de Pinar del Río, siempre deja estupefactos a los cientos de visitantes que llegan hasta la Mayor de las Antillas.
Desde el Palenque de los Cimarrones se cuenta una historia
Más allá de la exuberancia natural, con sus mogotes, sus aves y sus palmas reales, Viñales guarda una historia muy peculiar, que forma parte de las tradiciones y la cultura cubanas desde hace siglos. La huella que aquí dejaron los esclavos africanos durante la etapa colonial, ha sido rastreada en más de un centenar de espacios en la zona. Siguiendo la ruta del esclavo hasta El Palenque de los Cimarrones, encontramos una especie de museo viviente sobre la vida en comunidad, la religión, ritos y costumbres de aquellos hombres.
El cimarrón en Cuba
Recordemos que los africanos llegaron a Cuba desde los tiempos de la conquista en el siglo XVI, y desde entonces, se vieron obligados a trabajar bajo condiciones infrahumanas para los colonos y hacendados que vieron en Cuba su cuna de enriquecimiento.
Los maltratos y represalias a los que fueron sometidos intensificaron sus necesidades de liberación y emancipación. Así, muchos huían a los montes para esconderse de los rancheaderos y sus sabuesos y poder vivir en paz. Eran llamados «cimarrones», esclavos que vivían libres en zonas intrincadas a donde no llegaba el látigo del amo.
Pasados los siglos, los arqueólogos e historiadores cubanos han encontrado, siguiendo, por supuesto, la documentación histórica y la literatura, significativas huellas del pasado cimarrón a largo del país. Entre las zonas con más vestigios se encuentran el Valle de los Ingenios en Sancti Spíritus y Viñales en la provincia de Pinar del Rio.
Por sus elevaciones y numerosos sistemas cavernarios, Viñales se convirtió en un sitio propicio para el escondite de los esclavos provenientes de La Habana y Matanzas. Allí construyeron su refugio, un espacio para vivir en comunidad, donde todos eran aceptados mientras no delataran su ubicación. En 1996 se ambientó El Palenque de los Cimarrones, una reconstrucción museográfica de la vida de los cimarrones en la región.
El Palenque de los Cimarrones
Resulta imposible no sentirse trastocado por el ambiente que escenifica la entrada al Palenque de los Cimarrones. Una caverna llamada «José Miguel», prepara al visitante para contemplar las más tradicionales costumbres y formas de vida de los cimarrones. La cueva se recorre rápidamente, y en ella ya se pueden ir observando camastros hechos de yaguas, de palo y de hojas de plátano donde dormían los fugitivos. Si nos remontamos a su época, imaginaremos cuánto deben haber pasado en esas condiciones de acoso constante y alerta.
Se exhiben artesanías improvisadas por aquellos hombres, como la pipa de fumar confeccionada con barro cocido o peines tallados en madera. Esta especie de galería subterránea es solo el preámbulo a un espacio campestre que imita los asentamientos africanos de la época.
En este paraje, donde se estima estuvo emplazado un gran «palenque», se muestran los fogones en donde cocían sus alimentos, así como las costumbres alimenticias de los fugitivos, que comían viandas como la yuca. También se expone la importancia que tenía para ellos la confección del tabaco. Recordemos que esta zona es también un área privilegiada para la plantación y la industria tabacalera. Los caneyes abiertos con techos de guano y entrelazados entre sí, describen lo rústico de sus construcciones.
Nos introducimos así en el ambiente de aquella época, en los secretos escondidos de los afrodescendientes. Se dice que a los que eran encontrados les cortaban un pie para que no volvieran a fugarse, o los castraban. Los esclavos entonces se amparaban en la inaccesibilidad de los montes para poder vivir y practicar sus costumbres sin la vigilia y los maltratos de los rancheaderos. Encontraban la energía en la espiritualidad, en sus santos y difuntos, que les ayudaban a hacer más llevadera su precaria vida.
Los nombres «Gangá» y «Obongué» que se representan en las paredes señalan la denominación que se les daba a los esclavos fugitivos. En los murales que encontrará en los alrededores aparece la simbología al panteón yoruba que veneraban los africanos y que hoy es una de las religiones más practicadas en Cuba. Se muestran las historias relacionadas con cada uno de los orishas, así como los elementos que conforman la identidad de cada uno.
Restaurante Palenque de los Cimarrones
En la salida nos topamos directamente con el restaurante Palenque de los Cimarrones, distinguido por sus variedades de platos hechos al carbón, como el lechón asado. El mítico trago llamado «Ochún», en homenaje a uno de los orishas y Patrona de Cuba, también es una opción para refrescar del intenso sol y la caminata.
Al final del recorrido grupos artísticos representan danzas y ritos folclóricos de la cultura africana que amenizan y cierran con broche de oro la visita. Así, mientras bebe o come algo, puede disfrutar de la música, el baile y la hermosa vista de este palenque detenido en el tiempo.
Una visita corta, pero enriquecedora
Esa, sin dudas, es una opción para viajar al pasado para hallar una de las culturas originarias de Cuba. La huella étnica africana en el Palenque de los Cimarrones testimonia la presencia dolorosa y precaria, debido a las circunstancias de la época, de los cimarrones cubanos. Sin embargo, su rastro es perceptible hoy en la cultura y la religión cubana, tan marcadamente mestiza.
Habitualmente, a los recorridos por las diferentes cuevas de Viñales, como «Palmarito» o «Santo Tomás», se une la visita al Palenque de los Cimarrones, una visita corta para llena de historia. Descubra entonces los indicios de la cultura africana que aún se conservan en la Mayor de las Antillas, no olvide que esa es otra forma de conocer la memoria y la identidad cubanas.