Monumento a  Víctor Hugo en La Habana

Monumento a Víctor Hugo en La Habana

Un paseo por la barriada del Vedado habanero puede resultar sorprendente. Además de observar el espectáculo de las fachadas con variados estilos arquitectónicos, los conservados jardines y el soplo de brisa con inigualable olor a mar, los caminantes podemos encontrar el descanso en acogedores parques verdes, bajo frondosos árboles que acaparan todo el espacio con sus manchones de sombra.

Vista del parque de 21 y H del barrio habanero del Vedado

Además de la tranquilidad casi sepulcral, estos parques metropolitanos son famosos por rendir tributo a ilustres personajes de la sociedad, de la historia cubana y universal. Por eso no resulta contrastante encontrar monumentos que recuerdan las huellas que han dejado célebres hombres y mujeres en los anales de la humanidad. Así sucede con el Parque Víctor Hugo.

Se trata de una plaza que desde 1935 homenajea al escritor francés. Puede llegarse fácilmente, pues se localiza en la manzana que conforman las calles 19, 21, H e I. A pesar de que en la planicie existen varios broqueles que honran a mártires foráneos, el monumento más representativo es el de Víctor Hugo, esculpido por el artista cubano Juan José Sicre.

Víctor Hugo en La Habana

Monumento a Victor Hugo en el Vedado

La vida y obra de Víctor Hugo ofrece evidencias de que fue un defensor a ultranza de las causas justas, valor humano que dejó plasmado en sus novelas, desde «Los Miserables» hasta «Nuestra Señora de París», dos de las impactantes historias que lo condujeron a la gloria.

Múltiples documentos epistolares que llevaron su firma, dan cuenta de que estaba al tanto de las luchas decimonónicas por la independencia de Cuba. En más de una ocasión alentó a los cubanos a continuar la gesta, con la convicción de que la libertad de la Isla sería un sueño hecho realidad. Conoció personalmente a José Martí, el Héroe Nacional de Cuba, cuando este era un joven de apenas 21 años y Víctor Hugo celebraba su 80 aniversario.

Fuente en el centro del Parque de Victor Hugo

Por eso en los inicios del siglo XX cubano, cuando La Habana se expandía cautelosamente hacia el oeste, el floreciente Vedado decidió consagrar un espacio para el recuerdo del ilustre intelectual francés y su apoyo al derecho de Cuba a ser un país soberano, a pesar de que nunca visitó la seductora tierra caribeña.

Surgió así el parque que lleva su nombre, con banquillos apaisados de cemento y mármol, árboles de espesa copa y en el centro una glorieta sostenida por ocho columnas de troncos naturales.

El encanto de un monolito

Detalle del monumento a Victor Hugo en el Vedado

Corría el año 1937 y el joven escultor Juan José Sicre hacía 10 años había regresado a Cuba, luego de cursar estudios en algunas academias europeas, como la parisina Grande Chaumière. En esas tierras, Sicre había aprendido a admirar el pensamiento de Víctor Hugo; quizás por ello cuando se inauguró el parque habanero no dudó en modelar su rostro sobre la piedra bruta, tan imperecedera como su vigencia.

Fue así como este especialista en la técnica del modelado del natural, hizo brotar el rostro del venerado escritor a partir de una roca. Sicre no inmortalizó al Víctor Hugo joven, sino al de avanzada edad, adiestrado en las cuestiones más pragmáticas de la existencia. El escultor regaló a La Habana la figura de un hombre que frunce el ceño, pues lleva en él la señal del sufrimiento por la pérdida de su hija y la melancolía por haber sufrido varios reveses en su carrera política.

Placa dedicatoria del monumento

Sicre cuidó cada detalle del cabello y la copiosa barba cana que marcó el estilo personal de los últimos años del fecundo literato. Impactante resulta la expresión de los ojos, la prominencia de su nariz y la delicadeza de sus labios; pero la efigie sólo recoge el rostro.

El resto de la piedra se extiende incólume a ambos lados de la imagen. A su derecha, una tarja bronceada comunica al visitante que el monumento fue develado el 23 de marzo de 1937, cuando el parque fue consagrado a esa figura trascendental de las letras.

A su izquierda, puede leerse en letra corrida, tallada sobre la piedra, el fragmento de una carta escrita por Víctor Hugo a la Liga de las Hijas de Cuba que por entonces tenía su sede en la ciudad de Nueva York. En ella expresa, entre otras ideas, que:

Detalle de la inscripcion en el monumento a Victor Hugo

«Ninguna nación tiene el derecho de asentar su garra sobre otra. La magnífica Cuba se erguirá un día libre y soberana entre sus augustas hermanas, las repúblicas de América…»

En La Habana, 80 años después

Arboles y areas verdes del Parque de Victor Hugo

En este paraje que invita a la relajación y a la serenidad en medio del bullicio de la urbe, el monolito que reconoce el legado de Víctor Hugo ha arribado a sus ocho décadas. No se encuentra en el centro del parque, sino en uno de sus costados, mirando hacia la calle I.

Habanero descansa en uno de los bancos del parque

A pesar de los elementos, de la evidente humedad que brota del interior y se aferra a la piedra, la escultura no ha perdido un ápice de su esencia. Cuando se toca, la piel puede electrizarse ante la rudeza que expide su textura; pero aun así, vale la pena observarla por tiempo ilimitado. Cerca de ella, enamorados, estudiantes y amantes de la literatura buscan cobijo para sentarse a leer durante horas, como embriagados por el influjo y el espíritu intelectual que se respira ante la inmortal figura del autor de Los Miserables.

Otro obelisco en el parque Víctor Hugo

Vista del Parque de 21 y H donde se encuentra la estatua de Victor Hugo

Muy cerca de la imagen de Víctor Hugo, localizamos el monolito a los Mártires Irlandeses. La escultura rememora a 10 miembros del grupo separatista IRA que fallecieron en huelga de hambre hace cuatro décadas, en protesta por la situación penal establecida durante el gobierno británico de Margaret Thatcher.

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