A mi estancia en Cuba le faltaba algo. Ya había recorrido buena parte del país. Baracoa, en la más oriental de las provincias, Guantánamo, me había demostrado lo simple y fortuita que puede ser la vida; Santiago de Cuba, donde sentí el mayor calor corporal posible, pero también humano; Holguín y sus playas donde aproveche para hacer un poco de kitesurf. También había estado en el Valle de Viñales intentando perderme entre los mogotes y esquivando paseos turísticos.
Una pequeña estancia en Trinidad
Y pasé dos días en Trinidad, luego de un largo viaje en ómnibus Vía Azul desde Viñales. Casualmente, la casa de alquiler que había rentado se encontraba justo al lado de la Terminal de Ómnibus. Así que solo tuve que agarrar mi equipaje y caminar unos metros, les cuento sobre mis dos dias en Trinidad.
El hospedaje en una casa colonial
Aquella casa fue realmente una sorpresa. Una mansión colonial, que casi no había sido transformada. Una enorme puerta de entrada que da acceso a un salón muy amplio e iluminado, con techos altísimos de madera. Al caminar, encuentras un patio lateral interior repleto de plantas y árboles frutales, frente a las habitaciones, la cocina y los salones principales de la casa. Aquello ya fue una sorpresa, una vivienda que era prácticamente un museo.
Primer recorrido por el centro histórico
Llegué en la tarde noche e inmediatamente salí a conocer la ciudad y a cenar algo. Resulta que la casa estaba justo en el centro de Trinidad, a unos metros de la Plaza Mayor, punto neurálgico de la villa. Desde que salí pude darme cuenta de lo acertado de aquellas referencias que había leído. Era una ciudad detenida en el tiempo, tan cuidadosamente conservada, que me sentía dentro de otra realidad.
Esta era muy distinta a las otras ciudades y poblados que había conocido. No sé si por sus colores característicos, sobre todo el llamado «amarillo Trinidad» que colma las paredes de las casas, o por el ambiente general que allí se respira.
Eso sí, había demasiados turistas, algo que no era mucho de mi agrado. Pero había tenido una buena primera impresión. El parque de la Plaza Mayor, como ocurría normalmente en las villas coloniales, se rodeaba de una iglesia y de las principales mansiones que en su época ocupaban las familias más pudientes.
El primer y único infortunio
Pero era un poco tarde y todo estaba cerrado. Por recomendación de unos amigos, localicé el restaurante-paladar Colonial para cenar. La verdad fue una decepción. Pedí un pulpo en salsa de tomate que más bien parecía en salsa picante. El servicio fue muy demorado y poco amable aunque no había tantas personas. Un fiasco total, pero tendría otro día para cambiar de opinión.
Las noches trinitarias
Me dirigí después hacia la escalinata, al costado de la Iglesia Mayor Santísima Trinidad, punto de encuentro en las tardes y noches para trinitarios y foráneos, donde hay muchas personas y ajetreo. Esto se debe también a que hay una zona Wi-Fi. Como la desconexión con el mundo me agradaba, seguí caminando hasta la Casa de la Trova, un sitio muy pintoresco.
Entonces me di cuenta que cualquiera baila en Cuba. Yo, que no sé dar tres pasos en la pista, me vi bailando música tradicional cubana al compás de una orquesta en vivo. Muchos cubanos frecuentan el sitio, e invitan a bailar a cualquiera. Pero la vergüenza se quita, muchos otros visitantes también ensayan bailar y otros lo hacen hasta mejor que los cubanos.
Luego de unas horas disfrutando de la agrupación de música, pregunté dónde estaba la Discoteca Ayala, una referencia que había leído no recuerdo dónde. Hacia allá me dirigí con unos recién conocidos. No hay que caminar mucho desde el centro para llegar, pero el camino es un poco dificultoso por las piedras.
Cuando entramos fue todo un espectáculo. Una disco dentro de una cueva inmensa. Toda una infraestructura creada para dejar al visitante estupefacto. Nunca había visto algo parecido. Nos divertimos mucho con la música del momento, cubana e internacional. Fue una buena opción para terminar mi primer día en Trinidad.
Un segundo día que comenzó bien
Al día siguiente me levanté temprano y desayuné en la «casa particular» donde tuve una interesante conversación con la dueña. Resulta que la señora se licenció en Letras y ejerció como profesora algunos años hasta que se casó. Su esposo es hijo de uno de los pocos descendientes musulmanes de la región. La mujer nos contaba que su padre murió de añoranza. Siempre recordó su tierra, aunque tuvo como 8 hijos en Cuba. Después de toda aquella historia de migraciones y antepasados chinos, españoles, franceses, judíos, musulmanes, negros, mulatos… salí con demasiada información en la cabeza.
Un rápido recorrido por los museos
Mi objetivo era recorrer los principales sitios de interés en el menor tiempo posible. Llegué hasta el Museo de Arquitectura Colonial, un buen comienzo para entender la arquitectura y la historia de Trinidad. No pude entrar al Museo Romántico porque estaba en proceso de reparación. También visité el dedicado a la Lucha contra Bandidos, una historia más reciente de Cuba que desconocía por completo.
El Mirador y el Valle de los Ingenios
Fue un recorrido bastante rápido porque todo se encontraba muy cerca en ese pueblo. En la Plaza Mayor alquilé un taxi, junto a los amigos que había conocido la noche anterior, para ir hasta un mirador y al Valle de los Ingenios. Si se toma un taxi colectivo todo sale más barato en esos paseos. En el mirador que se encuentra en el camino hacia los ingenios, hay una hermosa vista de todo el valle, las plantaciones de tabaco y la Sierra del Escambray.
En el lugar se puede comer algo y practicar canopi, pero estábamos un poco apurados por llegar al valle. Realmente el paseo vale la pena. En la zona existen algunas haciendas, vestigios de barracones e ingenios que todavía se conservan. Estos restos son evidencia del increíble desarrollo económico que alcanzó Trinidad en los siglos XVIII y XIX y de la cruenta trata negrera que sustentó ese desarrollo.
Las últimas horas en Trinidad
De regreso, decidimos almorzar en Adita Café, un sitio muy bien ambientado y decorado, moderno y elegante. Pedí una pasta que resultó muy buena y una limonada frapé de las mejores que probé en Cuba. De eso puedo dar fe porque las pido en cualquier lugar que visito. Fue una buena recompensa, luego del fracaso anterior.
Ya era un poco tarde y no sabía si sería prudente ir a la playa. Al final decidimos que no y seguimos paseando un poco por la villa hasta que nos encontramos frente a La Botija, un restaurante tipo taberna, en donde anochecimos. Cansados del intenso sol y la caminata regresamos no tan tarde a la casa. A la mañana siguiente tenía que salir bien temprano hacia la ciudad de Cienfuegos.
Trinidad, una ciudad que hay que visitar en Cuba
La experiencia de estar en Trinidad fue muy agradable, quizá no tanto como Baracoa, por ejemplo, pero es un sitio que debes conocer si viajas a Cuba. Hay mucha historia y mucha cultura encerrada en un pueblo tan pequeño. Me quedaron sin embargo, algunas deudas pendientes con Trinidad como Playa Ancón y la visita a Topes de Collantes. Para la próxima seguramente será.