La calle Peña Pobre es una de las calles más encantadoras y atractivas del Centro Histórico de La Habana, con una riqueza cultural que pocas pueden presumir.
Se inicia en la calle Cuba y termina en la de Monserrate. Su nombre se debe a que se ubica en el perímetro que dominaba una loma solitaria y sin mayor interés. A finales del siglo XVII comienza a construirse en la zona obras de mayor importancia y de a poco a las vías del incipiente barrio se le adjudicaron nombres, hasta que la pequeña calle heredó el de Peña Pobre. Así quedó como un recuerdo del tiempo en el que a la elevación no se le conocía aún con el enamorador epíteto que aún conserva: Loma del Ángel.
Comencemos un recorrido con historia
Esta vía es especial para llevarnos una idea de La Habana colonial menos fastuosa, más doméstica y encantadora. La descubrí un día que buscaba la hermosa Iglesia del Santo Ángel Custodio, escenario de Cecilia Valdés, la primera gran novela cubana, escrita por el cubano Cirilo Villaverde.
La torre del templo de estilo gótico construido en 1847 sobresale sobre los tejados de la calle Peña Pobre, se ve mientras se camina en dirección al mar. Allí fueron bautizados importantes personalidades de la cultura cubana, como el pensador Félix Varela y el escritor e independentista José Martí.
Un vecino me contó que en la colonia también le decían el Callejón de la Leche, porque allí se reunían hace siglos los abastecedores con vacas, y los habitantes de la villa llegaban a acarrear en cántaros la leche.
La calle se mantiene más o menos igual desde los inicios del siglo XIX, y muy bien cuidada pues abundan los comercios, restaurantes y hostales (pequeños hoteles privados). De tan estrecha, casi todo el día está a la sombra de sus viviendas más altas.
El Palacio de la Artesanía
La barroca edificación de finales del siglo XVIII es una de las primeras que se puede visitar si llegamos hasta Peña Pobre. Antes de ser el interesante museo en que se ha convertido hoy, fue la vivienda de la familia Pedroso, cuyo patriarca Mateo Pedroso y Florencia fungió como regidor y alcalde de la ciudad.
Es de enormes dimensiones, de ahí lo de palacio, y llegó a albergar, hacia 1842, a 100 esclavos africanos y sus señores.
Posee fachada monumental con bellísimo balcón de madera, de estilo morisco. Sin dudas es una de las más hermosas arquitecturas domésticas de La Habana. Tiene un gran patio interior, rodeado de galerías y donde se admiran los balcones corridos con tejadillo y barandas de madera torneada. Los arcos de medio punto están labrados en piedra como las columnas.
El inmueble hoy se dedica a la venta de suvenires, perfumes, ropas, joyas y productos típicos como los puros habanos, café y ron. ¡Para todos los gustos!
Inspiración de artistas
En Peña Pobre vivió y creó la familia de Carlos y Jorge Anckermann, de ilustre devenir en la música cubana. El relevante escritor cubano Cintio Vitier, ambientó un libro en la vía y sus alrededores: De Peña Pobre (Memoria y Novela). La magia que inspirara a estos y otros artistas todavía sobrevuela la callejuela de poco más de tres cuadras.
Esta calle tiene una peculiar perspectiva que la distingue de todas las demás. Angosta y semi torcida, llena de fachadas de colores y balcones enrejados, es un retablo perfecto para fotógrafos aficionados y profesionales.
También ha sido muy representada por pintores, entre ellos Eliab Metcalf que instaló allí su taller y retrató a ilustres personajes de la aristocracia colonial. Los cineastas no escapan a su embrujo y llevan sus escenarios a películas y videoclips.
Hoy, son algunas paredes la superficie preferida para el arte, con multicolores grafitis que adornan algunos muros de la calle, fondo perfecto para un selfie.
El Callejón de los Peluqueros
Una de las sorpresas más agradables es toparse con el proyecto cultural temático Artecorte, fruto del deseo de un peluquero estilista de mejorar su barrio. Se ubica el punto donde se cruzan Peña Pobre y la calle Aguiar.
Gilberto Valladares, «Papito», coleccionó objetos relacionados con el mundo de barberos y peluqueros y comenzó a exhibirlos en su negocio. Esa afición creció y se ha apoderado del barrio, que hoy es referencia del desarrollo comunitario. Sesiona allí una escuela gratuita donde Papito y colaboradores enseñan tendencias de moda, corte y tratamientos del cabello, peinados…
El ejemplo del emprendedor caló en sus vecinos y hoy el espacio está lleno de galerías-talleres de arte, cafeterías. También encontramos el simpático restaurante El Fígaro, inspirado en la célebre ópera de Rossini «El barbero de Sevilla». Los niños adoran el curioso Barbeparque, un lugar para el juego infantil con atracciones con forma de instrumentos de peluquería.
Almorzar en…La Farmacia
Para coronar un paseo por esta calle le recomiendo llegar a La Farmacia, que no es un dispensario de medicamentos, sino un excelente restaurante ubicado en Peña Pobre #6, entre Cuba y Aguiar, aledaño al Callejón de los Peluqueros.
La decoración es curiosísima, con tubos de ensayo y otros instrumentos científicos. El buen servicio y el ambiente distendido y cool le harán disfrutar un rato muy agradable que recomiendo pasar con unos deliciosos Mojitos a la mano. Son tan buenos que esos específicamente están certificados por Havana Club, la marca más famosa de ron cubano.
A los tragos típicos les viene bien unas Bolitas de Queso (con Mostaza y Miel) o unas Croquetas Exóticas (con Mayonesa y Miel). Sugiero también unas Lonjas de Cerdo Asadas, bien aderezadas con aros de cebollas y el típico mojo criollo.
Si prefiere estar a tono con el ambiente marinero que imprime la cercana Avenida del Puerto, pídase unas brochetas Brisas del Mar al Pesto, hechas con camarón y pescado con limón. El menú también ofrece sándwiches, ensaladas, pastas y una variada carta vegetariana.
El pequeño tesoro de Peña Pobre
Así como está la calle, tan pequeña y medio escondida entre otras vías, no todos reparan en ella. Mejor, porque se escapa incluso del bullicio circundante. Resulta increíble lo bien que se puede pasar en apenas tres cuadras y sus atracciones cercanas. Por eso la calle Peña Pobre es una estampa auténtica de La Habana del pasado.