Cementerio Judío de La Habana, un legado nunca enterrado

Cementerio Judío de La Habana, un legado nunca enterrado

Y Dios dijo a Abraham: «Levántate, ve por la tierra a lo largo y a lo ancho de ella, porque a ti te la daré».

Ese fue el comienzo de todo. Decir hebreos es, entre otros símbolos, decir viaje, marcha, éxodo. Y es que la historia de los judíos es algo así como una gran película en la carretera. Largo ha sido su camino, largo y sembrado de abrojos y rocas, muestra de ello es el cementerio Judío de La Habana.

Varias, fueron las oleadas de hebreos que regaron el mundo a través del tiempo y su historia. Cuba, la hermosa isla caribeña, no fue menos, y se dice que el primer judío vino nada más y nada menos que con el mismísimo Cristóbal Colón.

Tumba de un emigrante ruso de origen Judío en el Cementerio de esa comunidad en La Habana

Debido a las persecuciones de la Inquisición española, esos primeros siglos se desdibujan tras un velo de silencio y brumas. Varios poseyeron tierras y fortuna y otros hasta lucharon por la independencia cubana, como Carlos Roloff, por ejemplo.

Tras la guerra y el fin del colonialismo español, se pudo hablar de una comunidad judía o «Yichuv». Formada por inmigrantes venidos de Estados Unidos, Turquía y Marruecos, esta al fin se hace visible, y puja por organizarse y obtener el reconocimiento de la sociedad cubana.

Una de sus más prominentes figuras, llamado incluso «abuelo del Yichuv cubano» al morir, fue David Bliss (1870 – 1942). Dirigía sus prósperos negocios desde sus oficinas en la Manzana de Gómez y se propuso unir a la diáspora judía de Cuba.

Hoy, esa comunidad judía cubana es pequeña, pero sigue siendo celosa guardiana de sus tradiciones y costumbres. Observan los mandatos durante los días sagrados y guardan la memoria de sus muertos enterrados en el Cementerio Judío de La Habana o Cementerio Judío de Guanabacoa.

La eternidad es su herencia (…)

Lugar de descanso eterno de miembros de la comunidad Judía en Cuba

Reza Kel Maleh Rachamim, la Oración de la Misericordia. Esta oración, esencial en los funerales hebreos, se escucha a menudo en los predios del Cementerio de los Judíos en Guanabacoa, pues se canta o recita en visitas a sepulturas y aniversarios fúnebres.

Los terrenos para edificar dicho cementerio, el primero en el país, fueron comprados por la United Hebrew Congregation, primera asociación judía en la isla, en 1906. Cuatro años después, en 1910, abrió sus puertas el camposanto y aún sigue funcionando.

United Hebrew Congregation, primera asociación judía de Cuba

Tras el triunfo revolucionario de enero de 1959, muchas familias emigraron a E.E.U.U. o Europa. Dejaron atrás sus muertos, mudos anfitriones de esos predios, de acuerdo a la costumbre judía que prohíbe exhumar los restos de los difuntos, a menos que sean llevados a Israel.

Y él descansará pacíficamente en su lugar de reposo (…)

Es este un camposanto pequeño, apenas tiene mil 100 tumbas y llegar a él parece cosa de peregrinación, de viaje, de una película de carretera como antes dije, dada su ubicación, en un extremo de Guanabacoa.

En lo alto de una graciosa colina, luego de atravesar una pequeña avenida, pelona, carente de sombra bienhechora, llegará ante unos muros pintados de blanco, celosos guardianes de un arco coronado por un frontón con reminiscencias clásicas: la entrada.

Una estrella de David culmina y se enseñorea en su punta, mientras la reja que le acoge advierte que sea sensato y muestre respeto por el sueño de aquellos que moran tras sus barrotes, y que fielmente vela.

Luego de cumplida esta formalidad, pase en silencio al cementerio y deléitese con un pedazo de historia. Aunque pequeño, aquel pedazo de tierra alberga la memoria de generaciones y generaciones de un pueblo laborioso, sufrido y devoto.

Lugar que honrala memoria de generaciones de Judíos en Cuba

Ya dentro, uno de sus atractivos es un monumento de base blanca, surcada por vetas grises, y cuerpo oscuro que rinde homenaje a las víctimas del Holocausto judío o Shoá, como se le conoce en hebreo, cometido por el régimen nazi de Adolf Hitler.

Es una pequeña columna de apenas 3 metros, coronada por un ánfora y erigida en 1947. En su base relata que allí se encuentran enterradas varias pastillas de jabón fabricadas con la grasa de judíos asesinados en los campos de exterminio…Termina pidiendo paz para sus restos.

Base del monumento que rinde homenaje a las victimas del Holocausto Judío

En este túmulo, y en otras tumbas en general, es curioso ver gran cantidad de rocas. Rocas comunes, sencillas, recogidas de cualquier camino. Significan la eternidad y acompañan las inscripciones con los nombres de los difuntos.

Tumbas en el cementerio Judío de La Habana con cúmulos de rocas que significan la eternidad

Abundan los sepulcros de mármol blanco y gris, con alguna que otra tarja de metal donde yacen grabadas palabras de consuelo en yiddish o español, decoradas con la estrella de David.

Sepulcros con inscripciones en yiddish y decoradas con la estrella de David en el Cementerio Judío de La Habana

Es menester señalar, a modo de conclusión, que el Cementerio Judío de La Habana, si bien fue el primero construido en Cuba, no es el único. Los judíos, sucesivamente, fueron llegando a la isla y se asentaron a lo largo y ancho del país.

Comunidades hebreas existen hoy, además de la habanera, en Camagüey, en Santiago de Cuba, Sancti Spíritus o Santa Clara, grandes ciudades del interior de la isla. Pero también en pueblos como Banes (Holguín), Camajuaní y Caibarién (Villa Clara) o Campechuela (Granma).

Por tanto, encontrará cementerios en Camagüey, fundado en 1923; en Camajuaní (1925); en Santiago de Cuba (1926) y en Santa Clara, que lo inauguró en 1932.

Que la paz de los justos lo acompañe

Sepulcros en el Cementerio Judío de La Habana

Venga a Cuba, sólo me resta sugerirle. Venga y visite el Cementerio Judío de La Habana. Suba la colina, y palpe la presencia inasible de la memoria y la nostalgia a la sombra de sus árboles, entre las lápidas acariciadas por el sol de esa tierra.

 

Lléguese a calle G entre 5ta y final, en Guanabacoa y véalo restaurado, gracias a la Oficina del Historiador de la Ciudad y por los 500 años de La Habana. Deje que un gran legado le sea susurrado al oído y compruebe otro rasgo más de mestizaje de esa tierra infinita llamada Cuba.

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