El tiempo no se equivoca. Hace valer el legado de las cosas buenas y realmente propias. En la isla llevan cuatro siglos y medio cantando y bailando al compás del Son cubano, y es evidente que se mantiene vivo y saludable, aunque otros géneros de turno opaquen transitoriamente su popularidad.
En esta época de tecnología digital avanzada e interconexión, las tendencias musicales cambian rápidamente, se experimenta a todos los niveles estéticos e intelectuales, los artistas se afanan por estar en escena constantemente para no perder seguidores, y los gustos se globalizan. En este contexto, otros géneros, artistas y minorías fieles luchan por sobrevivir con la fuerza de la identidad y la tradición. Tal es el caso del Son, declarado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación Cubana en septiembre de 2012.
Es difícil abstenerse al pragmatismo de los beneficios financieros con los ritmos de moda, por eso muchas agrupaciones cubanas han optado por la fusión del son con otros géneros, en busca de un sensato equilibrio entre los sentimientos y la razón.
El son cubano tradicional
Aunque se dice que la primera creación del género fue el «Son de la Má Teodora», interpretado a mediados del siglo XVI por unas hermanas de origen dominicano, no fue hasta el siglo XIX que obtuvo su estructura básica definitiva. Está conformado por una mezcla inicial de la música bantú africana y la música española, que se entrelazaron en la región más oriental de la isla: Santiago de Cuba, Manzanillo, Guantánamo y Baracoa.
Posteriormente se extendió por toda Cuba hasta que llegó a La Habana, para conquistar desde allí al mundo entero. Después de muchos contratiempos para imponerse en la recatada sociedad de la época, tuvo su periodo de mayor auge entre los años 20 y 60 del siglo pasado, con total apoyo de la radio, la televisión y las disqueras.
Varias modalidades de este ritmo han enriquecido el panorama sonoro cubano e internacional, con el son montuno, el «changüí», el «sucu-suco», el «ñongo», la «regina», el son de los permanentes, la bachata oriental, el son habanero, la «guajira» son, la guaracha son, el bolero son, el pregón son, el afro son, el son guaguancó, el mambo, el «cha-cha-chá», hasta llegar a su máxima expresión y fama en los años 90 del siglo XX con la salsa, título comercial que se adoptó entre las disqueras y los artistas latinos a partir de una variante más evolucionada, melódica y refinada.
Los instrumentos han cambiado con el tiempo, pero los más comunes han sido la guitarra, el tres cubano, las maracas, el bongó, el bajo, las claves y la trompeta. Ha sido interpretado por pequeñas agrupaciones populares con instrumentos rústicos de punteo, percusión y frotado, hasta asumir los más complejos formatos instrumentales, incluyendo el piano y algunos electrónicos.
Grandes soneros
Para hablar de sus grandes cultores, debemos comenzar por el Trío Matamoros, que tuvo gran preeminencia en Cuba durante décadas. También se han destacado el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, Bienvenido Julián Gutiérrez, Arsenio Rodríguez, Ñico Saquito, La Sonora Matancera, Miguelito Cuní, Abelardo Barroso, Celia Cruz, Benny Moré, Los Compadres (Lorenzo Hierrezuelo y Francisco Repilado (Compay Segundo)), Roberto Faz, Benny Moré y Pacho Alonso, entre muchos otros.
En la escena más reciente, y concentrándonos en las variantes más puras, podríamos hablar del Buena Vista Social Club, Adalberto Álvarez, Los Van Van, Maravillas de Florida, Pancho Amat, Los Jóvenes Clásicos del Son, El Nene, David Álvarez y Juego de Manos, Karachi, Original de Manzanillo, y especialmente debemos señalar al Septeto Santiaguero, varias veces ganador del premio Grammy Latino.
Para su disfrute nada mejor que visitar, en La Habana, la Casa de la Música de Galiano, Miramar y Plaza. En el resto del país, las Casas de la Trova y centros culturales constituyen el mejor espacio para bailarlo. En Santiago de Cuba, importante provincia de la región oriental, destaca la Casa de Trova donde podrá regocijarse con varios de sus mejores cultores.
En Cuba, canto y baile
A pesar de las transformaciones lógicas del son en sonido y estilos, el canto sigue amparándose en la alternancia entre el estribillo y la copla, generalmente octosílaba, con una función descriptiva e improvisatoria. Para ilustrar el fenómeno, casi todos utilizan como ejemplo este fragmento del Trío Matamoros:
«Tú me quieres dejar
yo no quiero sufrir
contigo me voy mi santa
aunque me cueste morir.»
Desde siempre, el son también se bailó. El baile en pareja, bien cercano uno de otro, causó escándalo en la sociedad del momento, tildándolo de atrevido, amenaza al orden público y a las buenas costumbres, pero poco a poco se impuso como moda sin distinción de clases sociales o nivel de instrucción. Los cuerpos se pegan, las piernas se entretejen y las damas mueven con sensualidad las caderas, mientras el hombre la acompaña y la observa.
Dicen los entendidos que el son sentó las pautas para todos los pasos y movimientos de los bailes latinos que le sucedieron, entre los que resaltan el mambo y la salsa, pues los ejecutantes marcan los movimientos a ritmo sincopado, con los hombros, la pelvis y las caderas.
Por eso la mayoría de los cubanos baila bien y se mueve con soltura. Son atrevidos, de sangre caliente y llevan el son en las venas como una necesidad para reconocerse frente al mundo con la mayor alegría posible y, quizás, para diferenciarse lo suficiente. Ya lo dice un son muy popular:
«Que me comparen, pero que no me confundan…»
El son es de Cuba
Sin dudas, el son ha sido la base rítmica más influyente de cuantas han surgido en Cuba y el género musical más apreciado, cantado y bailado a través de la historia de ese país, con gran proyección y reconocimiento internacional.