La Habana de Graham Greene

La Habana de Graham Greene

Al final de 1958 salió de imprenta «Nuestro hombre en La Habana», una novela de espionaje del famoso escritor inglés Graham Greene. Allí, el narrador describe una ciudad que para fortuna de los viajeros y amantes de la literatura sigue allí, casi como en aquellos años.

La novela se mueve en el tono de la comedia y narra la experiencia de un vendedor inglés, James Wormold, al cual el servicio secreto británico MI6 recluta, a pesar suyo. Como no tiene vocación de espía, James inventa su red de informantes en Cuba echando mano a la guía telefónicas y prensa local. Sus informes son cada vez más interesantes que la vida misma y se inventa acontecimientos falsos e imposibles.

Para escribir su novela Graham Greene sí que estuvo a La Habana, en la década del 50, y la recorrió como haremos nosotros. En aquel entonces gobernaba con mano de hierro Fulgencio Batista. Se dice que el escritor británico simpatizó con el Ejército Rebelde de Fidel Castro, e incluso les pasó de contrabando abrigos para ayudarse en las frías noches de las montañas de la Sierra Maestra.

Comencemos este recorrido entre la realidad y la ficción literaria. ¿Cuánto de la novela será cierto o no habrá desaparecido con el tiempo?

De La Habana de los 50 a hoy

La Habana de Graham Greene

La mafia ítalo-estadounidense invirtió mucho dinero y llenó la capital cubana de casinos, hoteles, salones de bailes y prostíbulos. Era una ciudad ruidosa y sigue siéndolo, con sus pregoneros de frutas y manjares sublimes o de cosas nimias, como cigarros, ron o cualquier miscelánea; o con las músicas de todo tipo que se escuchan en taxis, ciclos de alquiler o los pequeños negocios privados.

Todavía, como en el tiempo en que se ubica la narración, las calles habaneras están llenas de autos de los 40 y 50 sobre todo norteamericanos, que en la isla le llaman «almendrones».

Vistosos almendrones recorren las calles habaneras

En La Habana Vieja está la calle Lamparilla, donde según el libro estuvo la fracasada tienda de aspiradores del protagonista y donde lo contacta el agente del MI6, Hawthorne. Según Greene el hogar de James Wormold estaba en el #37, pero en la Lamparilla actual la numeración salta del 35 al 39. De todas maneras, esta es una típica vía habanera, punto recomendable para conocer el escenario literario y la vida común de los habitantes de la ciudad.

Tampoco existe el Wonder Bar, donde el personaje pasa tanto tiempo, según el texto ubicado en la esquina de las calles Virtudes y el Paseo del Prado. El trayecto se hace en 7 minutos, como en la novela, y es una maravilla recorrer el precioso Prado (como el de Madrid), lleno de niños jugando, vendedores de artesanías y pinturas, y los sábados bailadores de tangos.

¿Por qué seguimos por ahí si ya sabemos que no existe el Wonder Bar? Porque esa parte de la ciudad es un regalo, y además sí se mantiene viva la siguiente parada del trayecto.

Un trago en el Sloppy Joe’s y otro en el Floridita

Interior del bar Sloppy Joe's

Vamos, como Wormold, a por un Daiquirí en el Sloppy Joe’s (calle Zulueta #252, entre Ánimas y Virtudes). Es un bar de la década de 1930 (cuando había Ley Seca en Estados Unidos) que conserva la onda de aquellos tiempos de mafia y estrellas de Hollywood por La Habana.

Por allí estuvieron Clark Gable, Spencer Tracy, Frank Sinatra, Ava Gardner y Nat King Cole. Y por supuesto: los escritores Ernest Hemingway y Graham Greene.

Los Daiquirís fríos se sirven todavía tan excelentes como hace 60 años, así como la treintena de tragos típicos cubanos e internacionales que se ofertan en el Sloppy, dueño de la barra de madera (18 metros de caoba negra) más larga de Cuba.

Es un sitio bastante apacible, con pocos parroquianos y una climatización muy agradable, lo que es una bendición y un oasis en la concurrida, bulliciosa y calurosa Habana. La onda old fashion del bar, decorado con fotografías de sus visitantes ilustres, le dan el aspecto de uno de los sitios más cool del Centro Histórico.

Por el contrario, El Floridita bulle de gente. Otro gran escritor reinó entre los licores del lugar: Ernest Hemingway. Se dice que el norteamericano ostentó un récord aún vigente, el de tomarse 16 Daiquirís de una sentada. Se le recuerda con una escultura en bronce de tamaño natural.

El Floridita, uno de los bares más famosos de La Habana

En este lugar Wormold conoció a su primera esposa. Sin embargo, al autor Greene realmente no le gustaba mucho El Floridita para beber. Sin embargo, lo aprovechó para enterarse de los chismes y las claves secretas de los habaneros. Allí pasó horas conociendo y anotando, para luego escribir. Sí le agradaba su comida y pedía cangrejos rellenos, y helado de coco servido en su cáscara, delicias que todavía pueden encontrarse.

El Hotel Sevilla

Fachada del Hotel Sevilla

Ahí comenzó todo, porque desde una de sus habitaciones Graham Greene escribió su popular novela, para escapar de la depresión que le producía la reciente separación de Catherine Walston.

El Sevilla, muy cerca del Prado, fue inaugurado en 1908 por lo que es uno de los hoteles activos más antiguos de la ciudad. Allí, en el cuarto 501, Wormold se decide a aceptar la encomienda de espiar para los ingleses.

El mismo Greene de encubierto pasó informes al servicio secreto de Su Majestad, cuando estaba en Sierra Leona en el contexto de la II Guerra Mundial. Por eso conocía muy bien el asunto, aunque en «Nuestro hombre en La Habana» ridiculiza a la agencia y les toma el pelo con los informes falsos de su personaje principal, quien elucubraba objetos de alta tecnología inspirado en sus aspiradoras.

Tienen tanto éxito los embustes de Wormold, que pronto el MI6 le envía dos secuaces: un operador de comunicaciones y una descifradora de códigos que se convertiría en su amante.

Por el Malecón hasta el Hotel Nacional

El mar salpica la avenida del Malecón habanero

Con Beatrice, James Wormold paseó por el largo muro del Malecón, bañado por las olas del mar y cuyos rompientes esparcían, por la zona de La Punta, un fino rocío que mojaba los autos y la fachada de los edificios. Green quizás se describió a sí mismo, y nos viene bien a nosotros, cuando subrayó de Wormold:

«Se sintió parte de la lenta erosión de La Habana».

El Malecón es el balcón de la ciudad, a donde todos van a conversar y a enamorar. A lo largo de sus más de diez kilómetros se alternan pescadores, vendedores ambulantes rositas de maíz, y músicos ambulantes que tocan son, boleros y otras músicas tradicionales cubanas.

Para llegar hasta la próxima parada, es preciso montarse en un taxi, preferiblemente en uno de los abundantes carros americanos antiguos, o «almendrones», para estar completamente en la cuerda de la novela.

Pronto divisamos sobre un promontorio de roca el Hotel Nacional (esquina de las calles 21 y O, Vedado). Allí estuvo emplazada la batería de cañones Santa Clara, que se conservan y pueden visitarse.

Hotel Nacional de Cuba

Allí se han hospedado y lo han frecuentado famosos de la talla de los duques de Windsor; los cantantes María Félix, Agustín Lara, Jorge Negrete; los actores Marlon Brandon, Robert Redford, Michael Keaton, Danny Glober, Robert de Niro; los cineastas Steven Spielberg, Oliver Stone, Francis Ford Coppola, Roman Polanski y muchos más. También fue un lugar concurrido por políticos como Winston Churchill, ex primer ministro británico; y mafiosos como Lucky Luciano y Meyer Lansky.

Y claro, el personaje de Greene, que para eso vinimos. Allí intentan envenenar a James los espías enemigos, durante una reunión comercial. El Hotel Nacional conserva el lujo de sus mejores tiempos, con su exquisito Comedor Aguiar sirviendo platos preferidos de las estrellas del Hollywood clásico.

De Tropicana al Barrio Chino de Centro Habana

Wormold prepara una fiesta de cumpleaños para su hija en un lugar alucinante que aún existe y está en plena actividad: el Cabaret Tropicana.

En los 50, una importante publicación describió a este sitio como «el club nocturno más grande y hermoso del mundo». Está en la calle 72, entre 41 y 45 (Playa) y aún mantiene a las 10 PM los fastuosos espectáculos de los años 50, con músicos, danza clásica y afrocubana, una puesta en escena de dos horas que cuenta con más de cien artistas.

Luego de descansar la extensa marcha fiestera, al otro día regresamos a la zona predilecta de la novela, esta vez en la frontera de La Habana Vieja y Centro Habana. Es el Barrio Chino, que a propósito del medio milenio de la urbe se ha remozado y es bastante pintoresco.

Entrada al Barrio Chino de La Habana

En la novela, la visita a esta zona se produce cuando peligra su embuste pues los espías soviéticos comienzan a investigar la red ficticia del británico. Parte del Barrio Chino es como la consigna en la narración, con fachadas estrechas, calles en semi penumbras y un ambiente de cine negro muy peculiar. Los bares de barrios se alumbran con luces de neón y la banda sonora es la música cubana de siempre.

Un viaje literario por La Habana

Una buena guía para recorrer la capital puede ser la novela «Nuestro hombre en La Habana». Llévela en su viaje a Cuba y juegue a seguir los pasos del gran escritor y sus personajes por una ciudad que no pierde su encanto y su mística a pesar del tiempo y las carencias económicas que se posan sobre la isla del Caribe.

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