Del enclave marítimo de Sevilla (España) salieron hacia La Habana, en busca de esperanza y prosperidad, miles de emigrantes andaluces. La llegada de estos españoles a la isla incidió considerablemente en la vida y cultura cubana, y creó fuertes lazos entre ambas regiones.
De esa relación hay evidencias documentales en el Archivo General de Indias, localizado en Sevilla, pero también es palpable las huellas en la “Mayor de las Antillas”, donde la cultura andaluza contribuyó a la gran mezcla que son los nacidos en esa isla.
Ecos de Andalucía en el Caribe
Entre las principales huellas que dejaron los andaluces en Cuba se pueden destacar los gitanismos y giros lingüísticos en el habla popular; algunos instrumentos de trabajo destinados fundamentalmente a la albañilería y carpintería; la creación de una escuela criolla de arquitectura morisca en La Habana y las corridas de toros que en varias poblaciones rurales y ciudades del centro de la isla, con énfasis en Sancti Spíritus, se celebraron hasta principios del siglo XX.
Sin embargo, se valora que la música cubana cuenta con los aportes más esenciales llegados desde Andalucía: sonidos en las rimas de la décima campesina, el punto guajiro, las tonadas y las controversias. Es considerable además la influencia de la rumba flamenca sobre varios géneros.
Además, disimiles personalidades del arte y la literatura, la política y los negocios han llegado a Cuba desde Andalucía y todavía el paisaje urbano de la ciudad, incluye construcciones que se deben a este vínculo entre ambas culturas.
Hotel Sevilla: símbolo de la arquitectura española en La Habana
Este icónico hotel capitalino, ubicado en el Paseo del Prado número 356, entre las calles Neptuno y Virtudes, es una de cuatro emblemáticas instalaciones turísticas que se encuentran muy cerca, junto al Hotel Inglaterra, Hotel Plaza y Hotel Saratoga. Todos se ubican próximos al Parque Central de La Habana Vieja, un área privilegiada por su cercanía a numerosos bares, cafés, restaurantes, reconocidos teatros y edificios patrimoniales.
El inmueble, construido en 1908 sobresale por su influencia mudéjar y sus líneas arquitectónicas moriscas, copiadas del famoso Patio de los Leones del Palacio Alhambra, de Granada.El hotel se distingue por sus arcadas, columnas y paredes recubiertas de azulejos sevillanos.
En sus inicios fue el más elegante, grande y confortable de La Habana. Por el Sevilla pasaron Herbert Matthews, jefe de redacción de The New York Times; Al Capone, quien alquiló todo el piso 6 para alojarse con su comitiva; el expresidente de Panamá Arnulfo Arias; y el cantante italiano Enrico Caruso, por sólo mencionar algunos huéspedes.
Otras construcciones con talante andaluz
Muy cerca del Sevilla se encuentra el Centro Andaluz de La Habana, construido para preservar y enriquecer las relaciones históricas y culturales entre la región de Andalucía y Cuba. La sede cuenta con una escuela y un tablao de flamenco, heredados de la antigua academia fundada 1919, y un singular patio, representativo de un paisaje autóctono de la región.
En el centro se reúnen habitualmente los más viejos emigrantes llegados desde Andalucía y sus descendientes en Cuba, quienes celebran allí diversas actividades festivas y culturales para preservar sus raíces. Entre las celebraciones que organizan están la Feria de Sevilla y las Cruces de Mayo.
Otro de los emblemas de la capital cubana, heredado de esa región española, es la Giraldilla de La Habana, un símbolo antiquísimo que distingue a esa ciudad. Desde el siglo XVII está emplazada, en la atalaya del Castillo de la Real Fuerza, esta escultura de Jerónimo Martín Pinzón en homenaje a Doña Isabel de Bobadilla, esposa de Hernando de Soto, quien fuera gobernador de Cuba.
La silueta de mujer da la bienvenida a los que se asoman por el puerto habanero, sobresale en la zona más antigua de La Habana y estuvo inspirada en la Giralda de la catedral de Santa María de la Sede, de la ciudad de Sevilla, la cual contó durante siglos con la torre más alta de España, así como una de las construcciones más elevadas y famosas de toda Europa.
El poeta granadino que se enamoró de Cuba
Desde Andalucía llegaron a Cuba personajes ilustres como el llamado “Protector de los indios”, Fray Bartolomé de Las Casas; y el político y militar gaditano Federico Roncali, Capitán General de la isla, quien mandó a construir en el extremo occidental el faro que guía la navegación alrededor del Cabo de San Antonio desde mediados del siglo XIX.
Pero pocas estadías de famosos andaluces en La Habana han provocado relaciones tan entrañables como el viaje en 1930 del gran poeta y dramaturgo Federico García Lorca, quien dejó una huella imborrable. Su estima por la mayor isla antillana le llevó a escribir a sus padres:
“Esta isla es un paraíso (…) Si me pierdo que me busquen en Andalucía o Cuba”.
Lorca llegó tras una invitación del gran antropólogo cubano Fernando Ortiz, pero antes de desembarcar ya contaba con las referencias de sus amigos José María Chacón y Calvo, quien desempeñó funciones diplomáticas en España, y Lydia Cabrera una investigadora y escritora, estudiosa del folclore cubano, a quien dedicó su composición “La casada infiel”, perteneciente al “Romancero Gitano”.
El prominente escritor estuvo en Cuba tres meses, ofreció conferencias y visitó varias ciudades como Matanzas, Pinar del Río, Sagua la Grande, Caibarién, Cienfuegos y Santiago de Cuba. En la capital asiduamente disfrutó de las funciones del Teatro Alhambra, y de los nuevos músicos soneros que se presentaban en las playas de Marianao. También se convirtió en un fiel visitante de la casa de los Loynaz, familia de prestigiosos poetas, entre ellos la que muchas décadas después sería Premio Cervantes, Dulce María Loynaz, aunque su relación fue más íntima con los hermanos Enrique y Flor.
De Andalucia al trópico
Si el escritor granadino autor de La Casa de Bernarda Alba, sintió una auténtica efusión por Cuba, ese amor fue correspondido por los habitantes de la isla. En 1940 el escritor Lino Novás Calvo se refirió a esa mutua fascinación de manera inmejorable:
“Cada cubano tiene su Lorca”.
Lo cierto es que además de este episodio, la mítica región hispana vive tanto en el habla como en la sangre de quienes nacieron en Cuba, dueños como los andaluces de un sentido del ritmo y la celebración sin igual.