No hay otra ciudad en Cuba donde los contrastes, los bellos, los intensos, los casi mágicos contrastes, se den cita de forma tan exuberante. Santiago de Cuba, cuesta incluso creerlo, es una de las provincias más pequeñas de la mayor isla del Caribe.
Pero Santiago de Cuba es, además, la segunda provincia más poblada de Cuba. He ahí, quizás, el primer contraste ¿Cómo logra una de las provincias más pequeñas de Cuba tener la segunda mayor cifra de habitantes? Pero no todo queda ahí, Santiago llegó a ser, en un momento de la historia, la capital de Cuba. Esto ocurrió para el año 1515 y su duración se extendió hasta el siglo XVI.
No hay otra provincia cubana donde el mar, la montaña, los ríos, la música y baile, gocen de una intensidad mayor. Santiago es protectora y desprendida. Atesora entre sus montañas el mayor tesoro de la religión cubana: el templo a la Virgen de la Caridad. En Santiago de Cuba, otra lectura de grandeza, está el Pico Turquino, la mayor altura montañosa de la Perla de las Antillas.
Quizás desde los inicios de la historia misma, alguien supo ver que una ciudad con tantas bellezas y riquezas debía ser protegida de ataques de corsarios y piratas. Se necesitaba construir allí una fortaleza militar. Fue entonces cuando en 1633 el gobernador colonial español de la villa, Pedro de la Roca y Borja ordenó su construcción. Fue su diseñador el prestigioso ingeniero militar italiano Juan Bautista Antonelli, quien a 74 metros sobre el nivel del mar comenzó esta impresionante obra.
Recordemos que este mar se encuentra entre montañas, recordemos que esas montañas custodian también a uno de los mares más intensos y bellos del mundo: el Mar Caribe. Quizá por eso los visitantes llegan hasta el fortín militar a contemplar otro hecho de extraordinaria belleza: las puestas de sol. Ni el mismísimo Morro de La Habana tiene frente a él montañas y mucho menos ese mar lleno de intensidades y vehemencias.
Es una fortaleza diseñada para proteger el territorio de los ataques enemigos, enfrentó muchas agresiones y nunca pudo ser derrotada. Hoy constituye un símbolo que identifica a Cuba, pero más que eso, es la más vistosa fortaleza militar del Mar Caribe.
¿Qué ver en el hermoso Castillo del Morro?
A la belleza natural, al crispante y desafiante Mar Caribe hay que sumar entonces lo que el castillo alberga. Allí, entre sus sólidas paredes, está el Museo de la Piratería. Las salas del Castillo de San Pedro de la Roca o Castillo del Morro de Santiago recogen los principales acontecimientos vinculados con la batalla naval de Santiago de Cuba, episodios de la guerra hispano-cubano-americana en 1898, y fotografías vinculadas a hechos históricos que involucraron al hermoso fortín. Fotos de militares españoles y norteamericanos, el almirante Pascual Cervera y el vicealmirante William T. Sampson, así como los planos de las defensas costeras y baterías de El Morro.
Todo el complejo es de visible atracción para visitantes nacionales y foráneos que al atardecer de cada día asisten también a un bello espectáculo: la tradicional ceremonia del cañonazo mambí.
El Castillo del Morro de Santiago refleja en sí mismo la grandeza y el amor de los santiagueros que le reconocen como uno de sus más preciados símbolos. Curioso resulta que el castillo fue debilitado por los terremotos entre 1675 y 1679, pero casi dos décadas después fue reconstruido y solidificado por los habitantes de la oriental provincia.
Entre los tantos visitantes que recibe el Castillo de San Pedro de la Roca, es curioso ver como los españoles se detienen, con visible amor, en la puerta de entrada, allí aparece, a relieve, el escudo español con los elementos de los reinos de León y de Castilla. Es el reencuentro con las raíces.
Pero el inmenso castillo no siempre fue utilizado como defensa del territorio cubano. La fortaleza fue considerada obsoleta y estuvo destinada por el gobierno español a prisión militar. En sus celdas, que aún se pueden apreciar, estuvieron varios patriotas independentistas cubanos.
Un hecho verdaderamente importante ocurrió el 3 de julio de 1898. El castillo fue testigo de la batalla naval de Santiago de Cuba, ocurrida entre la escuadra española comandada por el vicealmirante Pascual Cervera y una escuadra norteamericana. Ese hecho puso fin al dominio colonial de España en América. En 1904 la fortaleza se registró como propiedad del Estado Cubano.
Llegar a Santiago de Cuba y recorrer el Castillo del Morro es algo verdaderamente ineludible. Lo saben los visitantes que, en grupos, o guiados, recorren esta hermosa construcción que fue declarada Monumento Nacional en 1979. En 1997, en la XXI Sesión del Comité del Patrimonio Mundial realizada Italia, quedó inscripto además en la lista de Patrimonio de la Humanidad.
La fortificación es, sin duda alguna, símbolo de la belleza, de la hospitalidad y del amor de los santiagueros. El mar, por una parte, las montañas por otro y esa vista hermosísima de la ciudad hacen del Castillo del Morro, un sitio inolvidable.
Desde ahí muchas otras visitas pueden plantearse: una al Cobre, en donde se encuentra la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba, o quizás al centro histórico de Santiago… O al delfinario, ubicado en el Parque Baconao y en donde las personas hacen realidad la convivencia y el baño con los delfines.
Partiendo del Morro, vamos a caminar Santiago
Muchos, muchísimos sitios pueden asomar al destino de los visitantes. Pero una cosa si es aconsejable: que esos destinos sean alumbrados por la luz del viejo faro del puerto. Insisto: el viejo faro está en la mejor fortaleza militar del Mar Caribe.
Eso es Santiago de Cuba: el mar parece asomar por cada calle. Cuna de héroes y de poetas, ciudad intensa y alegre. El Tivolí es uno de sus barrios más hermosos, y es otro sitio que aconsejo. Del viejo Morro le aconsejo llegar también a esa barriada, con su singular calle de peldaños. Desde allí el poeta escribió estos versos:
«Si encuentras una piedra
que no haya sido lanzada contra el enemigo.
Si descubres una calle por donde no haya
pasado nunca un héroe.
Si desde el Tivolí no se ve el mar.
Si hay alguna ventana
que no se haya abierto nunca a las guitarras.
Si no encuentras ninguna puerta abierta
Puedes decir entonces que Santiago no existe.»