Según se recoge en las páginas de la historia de Cuba, el Almirante Cristóbal Colón quedó fascinado con la calidad del tabaco cubano. Tanto fue así que lo llevó al Viejo Mundo como prueba fidedigna de las maravillas de las tierras descubiertas.
Desde ese momento y durante el transcurso de los siglos el tabaco de Cuba y también sus cigarrillos forman parte de una leyenda convertida en realidad. Es así que muchos han afirmado que «quien prueba un puro cubano se queda enamorado de ellos para siempre».
Grandes fábricas habaneras donde procesar la hoja de tabaco
Aunque es Pinar del Río la tierra donde se cultiva el mejor tabaco de toda la isla, y por ende del mundo, es en La Habana donde están algunas de las fábricas más importantes: Partagás, H. Upmann, La Corona y El Laguito. Esas que puede recorrer, si se lo propone, en su visita a la capital de todos los cubanos.
-
Real Fábrica de Tabacos Partagás
Llegar hasta la fábrica es fácil, solo hay que situarse en el emblemático Capitolio Nacional de Cuba y la encontrará justo detrás de este, en la calle Industria, entre Barcelona y Dragones, municipio Centro Habana. Muy cerca también del Parque de la Fraternidad, del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso y del Hotel Gran Manzana – Kempinski.
Partagás es una de las fábricas de puros más antiguas de Cuba y con mayor prestigio internacional. Dueña, además, de una interesante historia.
La creación de esta firma se debe al catalán Don Jaime Buenaventura Ambrós Partagás y Ravell, quien llegó a Cuba a los 14 años de edad. Cuentan que a los 18 años ya se había establecido en los negocios del tabaco con la ayuda de parientes y amigos.
Es en 1838 cuando empieza a torcer puros y abre un pequeño establecimiento en La Habana para luego mudarse, a su sede actual, en 1845. Por ese entonces compra la finca «Hato de la Cruz» en Pinar del Río, para el cultivo del tabaco.
Oficialmente inscribe su marca como «Flor de Tabacos de Partagás y Compañía», para luego adquirir la denominación «Real Fábrica de Tabacos Partagás», un establecimiento que por aquella época se convierte en proveedor de habanos para la nobleza de diferentes países de Europa y Asia.
Tras el asesinato de su primer propietario, la fábrica tiene varios dueños, siendo el último Don Ramón Cifuentes Llano. Este abandona Cuba, tras el triunfo revolucionario, y los derechos pasan a la compañía nacional Habanos S.A, propiedad del estado cubano.
Sin lugar a dudas, se trata, desde sus inicios, de una de las fábricas de mayor prestigio en el mundo. Incluso, fue en ella que surgió el «lector de tabaquería», personaje que leía periódicos y novelas, en voz alta, mientras los trabajadores desarrollaban su trabajo de forma manual. Otro detalle que puede encontrar en todas estas edificaciones.
Partagás acumula un gran prestigio por sus habanos fuertes y con aroma exquisito. Con más de cuarenta modelos registrados en catálogo, al menos veinte son considerados de calidad superior, como por ejemplo, Robusto, Lusitania Churchill o Montecristo.
En la actualidad la Fábrica de Tabacos Partagás, con alrededor de 500 trabajadores, funge como fábrica y museo a la vez. Parar visitarla los ideal es coordinarla con antelación en el lobby de los cercanos hoteles Saratoga o Inglaterra.
Puede ser recorrida con un tour guiado, en el que los visitantes descubren el interesante mundo del tabaco. Por supuesto, allí se aprecia cómo se separan y clasifican las hojas en la planta baja, y cómo se enrollan, prensan, adornan y empaquetan los famosos puros en el segundo nivel de la edificación.
El inmueble colonial cuenta con un salón de ventas donde es posible elegir entre la amplia variedad de habanos, además de disfrutar de un sabroso café cubano en la barra del local.
No obstante, si no puede resistir las ganas de fumarse un genuino puro cubano, solo tiene que traspasar una estrecha puerta de madera y cristal, para acceder al salón VIP.
Con paredes forradas en madera y agradable mobiliario, ese salón se convierte en el sitio perfecto para degustar con placer unos de los tantos encantos de Cuba. Mientras, puede recrear su vista al divisar en sus paredes las pinturas de retratos de reconocidas personalidades, amantes de los habanos, como Ernest Hemingway y Winston Churchill.
Pero, tendrá la posibilidad, incluso, de apreciar una pintura donde aparece Jaime Partagás, elaborada con la técnica de óleo sobre papel manufacturado con hojas de tabaco. El ejemplar obedece a una obra de Milton, conocido como «El pintor del tabaco»
-
H. Upmann
Fue en el siglo XIX, específicamente en la década del cuarenta, que los habaneros tuvieron la oportunidad de probar, por vez primera, los tabacos H. Upmman, ejemplares que con el paso del tiempo se volvieron muy populares en el planeta.
La marca se debe al alemán Hermann Dietrich Upmann, quien llega a Cuba en busca de fortuna y, alentado por un conocido inglés, se introduce en este negocio. Su hermano se le une y juntos alcanzan notable éxito, el que se extiende también a la esfera bancaria.
Pasó el tiempo y H. Upmann conquista, en pleno siglo XXI, el lugar que un día tuvo en la historia de Cuba. Sitial que reverdece en los más insospechados lugares de la geografía universal.
Según se cuenta, es su primer dueño quien inicia la transportación de los tabacos en cajas de cedro, en el mundo, hecho que perdura hasta nuestros días. Incluso, para 1955 H. Upmann se convierte en la más moderna del país y la primera en introducir cigarrillos con filtro en Cuba.
Entre sus logros, la marca H. Upmann gana reconocimientos internacionales en diversas exposiciones. Pero esto no basta, pues alcanza también la calificación de «Proveedor de Su Majestad Don Alfonso Xll, Rey de España». Además es acreedora de siete medallas de oro, las que adornan actualmente las cajas de H. Upmann, junto con la firma original de su primer dueño.
Cuentan que en sus galeras trabajó como torcedor de tabaco, durante 19 años, el prestigioso músico cubano Francisco Repilado, conocido internacionalmente como Compay Segundo.
Otro dato curioso es que, según se ha dicho, el H. Upmann Petit Upmann, vendido en los Estados Unidos bajo el nombre de Demi Tasse, fue el favorito del presidente estadounidense John F. Kennedy. Pero hay más, según recoge la historia, la noche previa a la firma del embargo cubano, Pierre Salinger, ayudante de Kennedy, compró todas las cajas que pudiera reunir de los kioscos de Washington, DC, lo que representó un total de mil 200 cigarros.
La fábrica tuvo varias mudanzas, hasta ubicarse, en la actualidad, en la calle Belascoaín, en el municipio capitalino Centro Habana. Muchos viajeros acuden a este sitio para llenarse de historia, colmarse del aroma que envuelve el lugar y conocer, bien de cerca, las interesantes faenas productivas de sus trabajadores.
-
Fábrica La Corona
Una rápida mirada al pasado muestra que la marca La Corona es una de las más antiguas que se conoce en Cuba. Exactamente fue registrada en el año 1845 por el español Perfecto López, con una ubicación, por aquel entonces, en la calle Curazao número 14 de la capital.
Tuvo varias sedes y no será hasta el año 1902 que comienza a erigirse una edificación, con características peculiares, a un costado del antiguo Palacio Presidencial, actual Museo de la Revolución Cubana.
El edificio ocupaba el terreno donde antes estuvo ubicado el Teatro Villanueva y poco tenía que ver con las fábricas palaciegas de la época colonial. Se levantó en concordancia al sistema americano de armazones de hierro y cubiertos por cemento.
A esta sede se le conocía como «La Casa de Hierro» y desde 1903 albergó la marca de genuinos puros, La Corona, hasta que se traslada, en pleno siglo XXI, a su actual ubicación.
Desde 2005, La Corona, con su nueva instalación en la Avenida 20 de Mayo, número 520, acoge a muchos turistas que se llegan hasta el municipio Cerro, para descubrir secretos de esta verdadera leyenda centenaria.
La excelencia y la calidad siguen marcando los ejemplares elaborados en esa factoría. Entre la amplia lista de sus productos está San Cristóbal de La Habana. Curiosamente, la única marca dedicada, exclusivamente, a la capital de los cubanos.
El lanzamiento de dicha marca se remonta al año 1999, y hace alusión al nombre con que fue bautizada La Habana por el conquistador Don Diego Velázquez.
San Cristóbal de La Habana es un ejemplar confeccionado totalmente a mano, con hojas de la región pinareña Vuelta Abajo. Consta de cuatro vitolas, poseedoras de un espectro de sabores que van del suave al medio.
No obstante, las producciones de La Corona se extienden más allá. Así se gestan otras marcas de gran demanda como Cuaba, Por Larrañaga, La Gloria Cubana y Montecristo; esta última, una de las más vendidas en el mundo.
Los visitantes agradecen mucho la estancia en La Corona. Allí, en el corazón de la fábrica, conocido como galera, son recibidos con el tradicional toque de chavetas protagonizado por los torcedores que manufacturan las diferentes vitolas.
Se inicia entonces un fabuloso recorrido por espacios que develan instrumentales sencillos y manos habilidosas. Herencia de una producción artesanal en la isla con más de doscientos años de existencia
Esa es una visita impostergable en La Habana. Es acercarse también a la historia y evolución en el tiempo de la última de sus siete villas. No lo dude, lléguese y no se arrepentirá.
-
Fábrica El Laguito
Para llegar hasta El Laguito hay que transportarse hacia el oeste de La Habana, específicamente al Reparto Siboney, en el municipio Playa. Lejos del bullicio de la ciudad, en ese fabuloso espacio natural rodeado de encantadores jardines tropicales, cobran vida los mundialmente conocidos habanos de la marca Cohíba con todas sus líneas y vitolas.
La mansión donde yace esta importante fábrica fue propiedad del acaudalado matrimonio conformado por Alberto Casimiro Fowler y María de los Ángeles Cabrales, cabezas de una acaudalada familia dedicada al negocio del azúcar.
Tras el triunfo revolucionario es nacionalizada por el estado cubano. Y, según se ha dicho, es el propio Fidel Castro Ruz quien en 1966 decide ubicar allí una fábrica para producir «lo mejor del mundo tabacalero» de la Perla de las Antillas.
Se escoge el nombre Cohíba, que en términos del lenguaje aborigen «indica e invita a la fuma». Y se cuenta que en un principio, sus ejemplares fueron guardados celosamente como «excelentes regalos» para diversas personalidades extranjeras.
Uno de los privilegiados fue el primer ministro francés, Charles de Gaulle quien recibió, en 1965, una porción de la producción. Pero no es hasta el año 1982 que Cohíba se expande comercialmente. Hecho que hoy día continúa en ascenso y con muy buenos resultados.
En el piso superior de la fábrica existe una escuelita donde hijos, nietos y hermanos de sus trabajadores aprenden durante nueve meses el oficio de torcedores para después ejercerlo en sus instalaciones. Y es que en El Laguito laboran generaciones de una misma familia, herederos de una imperecedera tradición cubana.
La marca Cohíba es especial. Y es que sus hojas de tabaco son sometidas a una tercera fermentación adicional y, a veces, a una cuarta, en barriles de roble blanco. Gracias a ello se eliminan las notas tánicas y astringentes de las hojas y se reduce el nivel general de nicotina, instaurando una dulzura deliciosamente suave.
Además de la línea clásica de la marca Cohíba, se elabora la Línea 1492 con sus Siglos del I al VI y el Trinidad. Este último, con la solitaria vitola de Fundadores, que en la actualidad se enriquece con tres nuevas vitolas, Robusto Especial, Reyes y Coloniales.
Recorrer El Laguito es una experiencia única en La Habana. Un sueño hecho realidad: nutrirse de la experiencia de los grandes maestros torcedores, en plena faena, y contactar, en directo, con la elaboración manual de los referentes más apreciados en el universo de los puros Premium a nivel mundial.
Si al concluir la visita prefiere continuar disfrutando de La Habana, varios atractivos se encuentran muy cerca de El Laguito. Entre ellos figuran, el Hotel Palco, el Palacio de las Convenciones, PABEXPO, la playa El Náutico, la Universidad de las Artes, el Parque de Diversiones La Isla del Coco y numerosos restaurantes y paladares.
Una experiencia que nunca olvidará
Partagás, H. Hupman, La Corona y El Laguito, siguen gozando de gran aceptación como en épocas pasadas. Sus nuevas propuestas también son valoradas como las mejores alrededor del mundo.
Si se anima a recorrer sus principales fábricas, no olvide llevar ropa ligera, sandalias o tenis, gorra, sombreo o pamela y una o dos botellas de agua. Las reservaciones puede hacerlas en las oficinas de turismo o en el hotel donde se hospeda.
No importa si fuma o no, lo que si está bien claro es que acercarse a la historia y la cultura del tabaco en La Habana, es una experiencia que nunca olvidará.
No Responses