Cuba continúa siendo la tierra de los ensalmos y el retruécano… Y si no me cree, pregúntele a la calle Obispo, o a la Plaza de Armas; la Plaza de La Catedral, la de San Francisco de Asís, el Malecón o el Paseo del Prado, en La Habana.
Pero interrogue también al Parque Martí o el Malecón de Cienfuegos; la Plaza Mayor y a todas las calles de Trinidad; al Parque Céspedes, la calle Heredia o el barrio El Tivolí, de Santiago de Cuba.
Ellos le contarán, entre otras maravillas, de cómo los despiertan, día tras día, una infinita procesión, tumultuosa y vital, de saltimbanquis, zanqueros, cartománticas, estatuas humanas, vendedoras de flores, pregoneros, malabaristas, figuras costumbristas, titiriteros, mimos, bailarines y… músicos del bosque de los sonidos.
Para encontrarlos solo basta con…
Pararse en alguno de los lugares antes citados; dar unos golpes en el suelo, y al instante aparecerán. Músicos jóvenes o viejos; de academia o improvisados; legales o clandestinos; solitarios o en grupo. Toda una “fauna” que, según algunos, amenaza la santa paz citadina.
Pero no le vire la cara, y los oídos, a esta “fauna” musical colorida y afable, que nace de la necesidad, pero también del talento. Pídales, pídales aquello que mejor saben hacer y ellos se lo brindarán con gusto. Por ejemplo, empiece con:
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Lágrimas negras
Aunque tú, me has echado en el abandono…Ellos le responderán: Aunque tú, has muerto todas mis ilusiones…, y entonces prepárese para que lo atenace por el cogote una de las canciones cubanas más entonadas en el mundo, y ya no lo suelte.
La triste historia que inspiró a su creador, el músico Miguel Matamoros (1894 – 1971), aflora inevitablemente de entre sus fibras. En 1930, Matamoros hospedado en una pensión en Santo Domingo, República Dominicana, escucha desde su cuarto a una mujer que llora, desconsoladamente, porque su marido la ha abandonado por otro amor.
Conmovido entonces por lágrimas ajenas, surgieron estas Lágrimas Negras, el bolero – son de las maravillas.
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Son de la loma
Pero si les dice “Mamá yo quiero saber”…Ellos, ni cortos, ni perezosos seguirán “De dónde son los cantantes”…, y luego romperán como Dios manda con uno de los sones más pegajosos y andarines que posee la música cubana.
Hijo del mismo Matamoros, es fruto de la curiosidad infantil. Como lo oye, Matamoros y un primo suyo una noche daban una serenata a una joven. Pasadas dos canciones se les acerca una mujer con una niña de la mano, y les pregunta de dónde son los cantantes, pues su hija quería saber. Y después lo supo, “Son de la loma” se encargó de entonarle la respuesta.
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A Santa Bárbara
En este caso pida: ¡Qué viva Changó! y tronará en toda la ciudad esa famosa canción de Celina González (1929 – 2014), considerada la Reina del Punto Cubano. Ya es mítica; como mítico fue su surgimiento.
Una noche, contaba la autora, apareció Santa Bárbara ante ella. La virgen católica, Changó en la religión yoruba, le prometió el éxito si le alababa desde una canción. La reina se hincó de rodillas, inclinó la frente, y surgió “A Santa Bárbara”, una de las canciones que más atesora el pueblo de Cuba.
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Pensamiento
Susúrreles dulcemente, y al momento le responderán “Dile a Fragancia que yo la quiero, que no la puedo olvidar”… Como tampoco es posible olvidar el sutil perfume de la historia que guarda esta canción del compositor espirituano, Rafael Gómez Mayea (1889 – 1971), o simplemente “Teofilito”, como la tradición lo conoce.
En 1915 Teofilito, renombrado trovador de Sancti Spíritus, es invitado al cumpleaños 16 de la hija de un rico hacendado. En medio de un juego de flores, adivinanzas e identidades ocultas, la agasajada, de nombre Rosa María, le pide al joven músico que improvise una décima para ella.
Este, sonrojado, no atina a sacarle ni un acorde a su guitarra, y apenado se justifica “le falta inspiración”. Herida en su orgullo, Rosa María, no insiste. Pero minutos después se acerca al muchacho, y le regala unas uvas…“para que piense en mí; pues yo, no voy a pensar en usted”.
Este disparo a quemarropa, más que apagarlo, fue la chispa que encendió el corazón de Teofilito y en pocas horas apaciguaba a la altiva doncella con “Pensamiento”, la canción que le sobrevivió de entre las más de doscientas que compuso. Hoy es casi un himno, sobre todo allí, en el centro de Cuba, donde ameniza las hermosas serenatas que los jóvenes y trovadores dedican a sus muchachas.
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Hasta siempre, comandante
“Aprendimos a quererte, desde la histórica altura” De seguro los músicos continuarán emocionados, porque el protagonista de esta pieza, el Che Guevara, simboliza el remate de los sueños de varias generaciones de cubanos. Carlos Puebla (1917 – 1989), su autor, contrario a lo que supone la mayoría de las personas, no la escribió al morir el Guerrillero Heroico.
La pieza es anterior. En octubre de 1965, Fidel Castro, en acto público, leía la carta de despedida del Che a toda la nación cubana. Puebla se sintió conmovido, entró a su estudio y al salir traía de la mano “Hasta siempre, comandante”, una de sus hijas más agradecidas.
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Cuba, qué linda es Cuba
“Oye, tú que dices que tu patria no es tan linda”, puede decirle o pedirle. “Oye, tú que dices que lo tuyo no es tan bueno”…reafirmará la voz líder, para luego zambullirse, a coro con todo el grupo, en un estribillo que todavía hoy es capaz de levantar a un estadio en vilo.
En 1959, “Cuba, que linda es Cuba”, surgió de un viaje. Su autor, Eduardo Saborit (1911 – 1963), marchaba en tren camino a Viena, al VII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, y luego a la Unión Soviética.
Lo tumbó la nostalgia por su tierra. Para recordarla, y a la vez enviar a la lona a tanta añoranza, empezó a paladear una melodía, la sazonó bien, la cocinó a fuego lento y cuando estuvo en su punto, la mostró al mundo en un teatro de la soviética ciudad de Sochi. Para ellos fue como si la Revolución Cubana volviera a triunfar.
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Chan Chan
“De Alto Cedro voy para Marcané, llego a Cueto, voy para Mayarí”. Repita la frase al menos tres veces, para que los músicos le contesten “El cariño que te tengo, yo no lo puedo negar”… Como es imposible negar que esta canción de Francisco Repilado, Compay Segundo (1907 – 2003), cautiva por su sencillez y su sabrosa cadencia.
“Un día me levanté”, contó Compay Segundo, “escuchando esas cuatro noticas sensibles, les puse una letra inspirándome en un cuento infantil de cuando yo era niño, Juanica y Chan, y ya ves,” (… ), surgió “Chan Chan” en la década del ochenta del siglo pasado, como un cándido, a la vez que pícaro son, uno de los temas cubanos más cantados en el mundo.
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Guantanamera
Cambie la entonación “Guantanamera, guajira guantanamera”… Y ya no andará solo, a coro lo escoltarán un sinfín de voces e instrumentos.
Esta guajira – son se hizo muy popular en Cuba allá por los años 40 del siglo pasado. Su intérprete, el cantante y compositor Joseíto Fernández (1908 – 1979), la dio a conocer por la radio con décimas que relataban sucesos de la crónica roja.
Luego, en 1963, Pete Seeger la estrena con los versos de Martí en el Carnegie Hall, de Nueva York. Desde ese instante, “La Guantanamera” adquirió cierta peculiaridad… Cuando la cantan, nadie se siente realmente solo.
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Esto no puede ser no más que una canción…,Yolanda
Desde San Antonio a Maisí, se canta en algún momento del día “Yolanda”, tema compuesto por el cantautor Pablo Milanés (1943).
Esta canción irrumpió en 1970. Sus musas fueron su primera esposa Yolanda Benet y su primogénita Lynn Milanés, nacida ese mismo año. El matrimonio atravesaba por un momento difícil, y para Pablo la canción fue un acto de fe. Y para los cubanos, el tema de amor que todos hubieran querido componer alguna vez en su vida.
Entre una mata de claves y un matojo de corcheas, las mejores canciones cubanas
Pero aún tiene otros números que pedir, por ejemplo “El cuarto de Tula” de Sergio González Siaba; “Yo soy el punto cubano” de Celina y Reutilio; o “Píntate los labios, María” de Ramón Castro Herrera.
También pida, confiadamente, “A la sombra de un árbol” de Eusebio Delfín; “Pare cochero” de Marcelino Guerra; “Me voy pa Morón” de José Herrera (Rosquilli); “Quizás” de Osvaldo Farrés; o “La negra Tomasa” de Guillermo Rodríguez Fiffe. También le sugiero “Bésame mucho” de Consuelo Velázquez, “Dos Gardenias” de Isolina Carrillo y “Longina” de Manuel Corona.
Estos músicos callejeros cubanos lo complacerán al instante y de tal modo, que cuando regrese a su hotel o casa en la que se hospeda, tome una buena ducha, y luego se recueste plácidamente en la cama…Tendrá la sensación de haber sido partícipe de algo maravilloso, quizás no en el sentido académico, pero sí en el visceral. Créame, asistió allí, en esa pequeña isla caribeña, al festejo de la vida, y su triunfo sobre la muerte.
Lagrimas negras es un temazo!!! yo lo hago en mi repertorio. Saludos desde Argentina