Hotel Rancho Luna, entre la magia del pasado, y la seguridad del presente

Hotel Rancho Luna, entre la magia del pasado, y la seguridad del presente

Destellos de luz, estelas de plata algodonosa y peces que celebran su libertad. Eso y más hallará en la Bahía de Cienfuegos, otrora de Jagua.

Es esta ensenada, uno de los accidentes geográficos más importantes de Cuba. Ubicada en la costa sur del centro de la isla, posee una superficie aproximada de 88 kilómetros cuadrados y está clasificada, por su distribución, como una bahía de bolsa.

Debe su nombre original, Jagua, a una deidad aborigen. Jagua enseñó las artes de la pesca, la caza y la siembra a los primeros hombres, significó para ellos principio y riqueza, y estos a su vez la adoraron fundando un cacicazgo con su nombre.

Asentamiento poblacional muy cerca de la entrada de la Bahia de Cienfuegos

La bahía fue bendecida por la diosa desde los primeros tiempos, a su alrededor creció un vegetación rica y señorial; en sus aguas se multiplicaban los peces milagrosamente y en sus montes las bestias y las aves aprovisionaba al cazador juicioso.

Luego llegaron a sus predios los españoles, y adivinando su valor estratégico construyeron una fortaleza militar, terminada en 1745, para evitar el azote de corsarios y piratas. En el siglo XIX, 1819, un grupo de colonos franceses, arriba a sus playas tersas, doradas, y fundan una villa.

Turistas toman fotos a la bahia de Cienfuegos desde la Fortaleza del Jagua

Múltiples, como ya dije al inicio de este post, son los atractivos de esta gran masa de agua y tierra. Uno de ellos es el protagonista de estas líneas, un sitio envuelto por la frescura y salobridad del Caribe; un balcón voluptuoso y cálido a la bahía; un alhajero de múltiples comodidades y caprichos.

Uno de los hoteles insignes de la perla sureña, porque decir Cienfuegos en materia hotelera, es decir también Hotel Club Amigo Rancho Luna.

Un poquito de historia y geografía

Hotel Rancho Luna

Inicialmente fue concebido como un motel, y en la década de los 80 se levanta en el kilómetro 171/2, carretera a Rancho Luna, el edificio que hoy se conoce, de dos plantas, estilo Bauhaus, muy funcional.

Entre el mar y las montañas, al abrigo de una discreta caleta, sus 3 estrellas señorean sobre estas tierras y hoteles vecinos Faro Luna, Punta La Cueva y Pasacaballo, otros excelentes destinos de hospedaje si desea conocer la región.

Diseñado para familias con niños y largas estancias, se encuentra a 287 kilómetros del aeropuerto internacional «José Martí», de La Habana; a 199 kilómetros del aeropuerto internacional de Varadero, y a 18 de la ciudad de Cienfuegos y su aeropuerto.

El hotel le abre su corazón

Plantas tropicales y muebles de rattan en un espacio interior del Hotel Rancho Luna

Posee 222 habitaciones, excelentes, muy cómodas, decoradas con tonos tropicales y mobiliario de ratán. De ellas, tres son suites, seis son junior suites y dos tienen facilidades para discapacitados. Le recomiendo las de los pisos superiores, con vistas a la bahía.

Están climatizadas, y con servicios de tv por cable, caja de seguridad y minibar. Tiene, por supuesto, baño privado y teléfono. Si una palabra puede definirlas es «familiaridad».

El hotel cuenta además con dos restaurantes, uno buffet internacional a la carta, y el otro especializado en comida criolla. Un lobby repleto de plantas tropicales y con un bar bien surtido.

Posee un snack bar en la piscina y otro que solícito se abre si quiere disfrutar de la playa. Si gusta de los deportes náuticos no motorizados, puede alquilar catamaranes, bicicletas acuáticas, o kayaks en esta.

La apacible playa de Rancho Luna

No se pierda, le recomiendo fervientemente, un atardecer tendido en una de las tumbonas en la playa o la piscina, respire hondo, descontamínese de cansancios e inquietudes, y pida un trago en el Snack Bar.

Una amplia y limpia piscina, resguardada por verdes palmeras, le ofrece variadas diversiones tales como clases de buceo, ejercicios aeróbicos y clases de baile. En sus alrededores podrá encontrar una potente cancha de tenis, el gimnasio y un salón de belleza.

Piscina del Hotel Rancho Luna

Además, el hotel agasaja al viajero con una surtida tienda de artesanías y otros suvenires; un parque infantil dedicado a complacer los francos e implacables gustos de los más chicos, mientras los adultos pueden deleitarse con un salón de juegos (billar, ping pong, etc.).

Las noches son irrigadas por vistosos espectáculos nocturnos, en el cabaret del hotel o en la piscina, donde predomina «la sandunga» de la música y el baile cubanos, así como el criollo humor isleño, tan sazonado de lo que el cubano llama «choteo».

No obstante, si es un viajero esencialmente curioso, y los límites del hotel se le hacen demasiado estrechos, no pierda la oportunidad de vivir las múltiples ofertas que la instalación ofrece.

Viajes y recorridos de carácter ecológico o histórico-cultural, puede acceder mediante ellos a las maravillas de sitios como La laguna de Guanaroca, asentamiento de una magnifica colonia de flamencos rosados y de restos de su pasado aborigen; a la Sierra del Escambray o a El Nicho, una cascada paradisíaca ubicada en el corazón de dicha sierra.

Colonia de flamencos rosados en la Laguna de Guanaroca

Además, puede visitar la Ciudad de Cienfuegos, conocer de primera mano su centro histórico, con La Catedral, El Prado, El Malecón, los diferentes museos y muchos otros sitios repletos de historia cienfueguera y cubana.

Puede visitar además el Castillo de Jagua, tan fácil de llegar a él desde el hotel, sazonado de un rico entresijo de leyendas y fantasmas.

Si es de gustos más osados, entonces le recomiendo el buceo. El hotel posee una serie de programas que potencian este deporte, clases introductorias para iniciados, cerca opera el centro que da cursos certificados; inmersiones diurnas y nocturnas en barcos hundidos; e impresionantes descensos a lugares tales como El Laberinto, sólo para experimentados buzos.

El Laberinto, y no precisamente del Minotauro

Buzo observa un ejemplar de Strombus gigas en un sitio de inmersion al sur de Cienfuegos

De nombre algo intimidante, no lo resulta tanto después que se conoce. Más bien, la impresión que deja tras su recorrido es de suprema satisfacción, de íntimo gozo y comunión con un sinfín de colores, formas y visiones.

Con profundidades de entre seis y cuarenta metros, este arrecife coralino tiene bien ganado su nombre. Diversos canales y túneles lo conforman y se entretejen según la caprichosa plataforma marina, accidentada, rocosa y retadora.

Entre estas calles de corales y barcos hundidos, bosques de algas y valles estallan de vida gorgonias, quelonios, peces multicolores, crustáceos, esponjas y caracoles cobos; se puede, además, bucear con barracudas (picúas) y tiburones.

El Laberinto, ostenta otro valor agregado, «Notre Dame», la columna de coral más grande del continente americano, con cinco metros de alto, semejante a la catedral francesa, de ahí su nombre.

Y para ir cerrando,… si eso es posible

Turistas se detienen en la escultura del Benny en el Prado de Cienfuegos

Según un artículo del diario estadounidense The Boston Globe, «Cienfuegos debería estar en lo más alto de la lista de ciudades cubanas a ver». Y no se equivoca el rotativo. Cienfuegos toda bien podría compararse con un fresco sorbo de miel de la tierra, como una bocanada de aire salobre, picante y vivo, y con un destello de luz, cálida, segura.

Venga a Cienfuegos, explore su bahía y hospédese en el Hotel Club Amigo Rancho Luna que, como bien reza su nombre, siempre sus puertas tendrá abiertas para el caminante devoto y azorado, como un viejo amigo de la infancia.

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