Los diez pueblos mágicos de Cuba

Los diez pueblos mágicos de Cuba

Cuba es la sumatoria de una serie de culturas, razas e identidades poblanas, capaces de sorprender a los visitantes con sus historias y tradiciones. Conformados por la típica iglesia en la plaza central, en torno a la cual se congregan las instancias más importantes desde el punto de vista administrativo y comercial, los asentamientos cubanos atesoran valores, leyendas y monumentos que enaltecen el terruño y asombran a los forasteros de paso.

Las bellezas de Cuba adentro

Por eso en esta ocasión presentamos diez de estos pueblos que tienen historias que contar y que podríamos visitar durante nuestras vacaciones en el Caribe. De occidente a oriente, siguiendo la forma estrecha y alargada de la isla, haremos un recorrido imaginario que muestre los sitios más atractivos. Sobre algunos ya habrá leído en las guías turísticas o en artículos anteriores, pero otros se estrenan en esta propuesta.

  1. Viñales, Pinar del Río

    En la occidental provincia de Pinar del Río, el poblado de Viñales alberga el Parque Nacional Valle de Viñales y Paisaje Cultural de la Humanidad, rodeado de mogotes que le confieren una deslumbrante belleza.

    Viñales, Pinar del Río

    Aunque excavaciones arqueológicas dan cuenta de la presencia aborigen en varios parajes del Valle de Viñales, los primeros asentamientos registrados datan de inicios del siglo XIX, cuando numerosas familias llegaron allí motivadas por el cultivo del tabaco.

    Oficialmente fue fundado en 1878 y hoy su población no sobrepasa los 28 mil habitantes, a pesar del sólido flujo turístico. Desde el punto de vista arquitectónico destaca lo vernáculo, pues las casas de madera con techos de tejas rojizas se entremezclan con los de guano de palma, por lo que el colorido le confiere una atractiva visualidad. Sitios como el Museo Municipal, el Museo Paleontológico o el Jardín Botánico local dan cuenta de la historia tradicional y natural de Viñales.

    Pero, sin dudas, nos vemos obligados a adentrarnos en el valle que se observa desde lo alto. Entre el verdor campestre visitaremos plantaciones de tabaco, fábricas artesanales de puros y ron, fincas de campesinos, excursiones a la Gran Caverna de Santo Tomás y la Cueva del Indio, recorridos a caballo, e inevitablemente degustaremos la más autóctona y deliciosa comida criolla.

  2. Guanabacoa, Ciudad de La Habana

    No existe en La Habana un municipio tan renombrado como Guanabacoa. Bautizado como Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa, su fundación data de 1554 con el fin de congregar a las comunidades indígenas que habitaban en zonas aledañas.

    Guanabacoa, Ciudad de La Habana

    Un año después se convirtió transitoriamente en la capital cubana y allí se asentaron muchos citadinos que huían de los famosos ataques de piratas como Jacques de Sores. El hecho motivó un popular refrán cubano:

    «Meter La Habana en Guanabacoa.»

    El desarrollo industrial de la villa en siglos posteriores fue propicio para que recibiese el escudo de armas en 1743. En agosto de 1762, cuando los ingleses ocuparon La Habana, los guanabacoenses les enfrentaron ferozmente bajo el mando de «Pepe Antonio», regidor del cabildo. Este acontecimieto le valió el calificativo de «Villa de Pepe Antonio».

    El crecimiento urbano la unió indisolublemente a La Habana. Resguarda vestigios de edificaciones que perduran en el tiempo y fueron construidas en el siglo XVIII, declaradas como Monumento Nacional. Pero lo más significativo de Guanabacoa en el espíritu y el imaginario de los cubanos, es el sincretismo religioso, especialmente enfocado en la Santería, el Palo Monte y la sociedad Abakuá. Celebran las fiestas a la Virgen María, a la vez que rinden homenaje a deidades de la religión africana con la celebración anual del festival «Wemilere», dedicado a un país del continente negro. La música y la danza inundan las calles durante toda una semana.

    Además, en ese pueblo han dejado su huella de nacimiento grandes figuras del arte nacional, como Rita Montaner, Ignacio Villa, «Bola de Nieve» y Ernesto Lecuona. Sitios como la céntrica plaza José Martí, dedicada al comercio local, la casa de Bola de Nieve, el Colegio de los Escolapios, los Manantiales de La Cotorra, la Ermita de Potosí, el Convento de Santo Domingo y la Iglesia Parroquial Mayor Nuestra Señora de la Asunción, son destinos obligados para el visitante.

  3. Bejucal, Mayabeque

    Muy cerca de La Habana por el sur, se extiende Felipe y Santiago del Bejucal, llamado simplemente «Bejucal» por los cubanos, y que hoy pertenece a la novísima provincia de Mayabeque. En sus inicios no era más que una hacienda perteneciente al capitán español Juan Núñez de Castilla, quien ordenó al ingeniero Pedro Menéndez Márquez el diseño de la villa, proclamada como tal en 1714 con treinta familias fundadoras.

    Bejucal, Mayabeque

    Quizás sus primeros pobladores nunca pensaron que con los años este sitio sería bendecido con la ocurrencia de múltiples hechos. El más significativo fue la inauguración del primer tramo de ferrocarril construido en Cuba y en el Nuevo Mundo por los españoles, que unió a La Habana con Bejucal en 1837. Por eso hoy existe el Museo Ferroviario más antiguo del continente, en la parte superior de la Estación del Ferrocarril que data de aquellos años.

    Pero lo que más atrae de Bejucal son las charangas o fiestas populares que allí se celebran desde la nochebuena, y que congregan a miles de personas de toda Cuba y el extranjero. Las comunidades bejucaleñas se nuclean en los bandos «La Espina de Oro» y «La Ceiba de Plata», enfrentados en una sana rivalidad que les alienta a preparar las carrozas con motivos y símbolos populares y tradicionales.

    Salen los típicos personajes de «La Macorina», «La Culona», «El Yerbero» y «La Mujiganga», que danzan en las calles al compás de la conga que brota de los tambores. Es una fiesta donde el colorido y la iluminación se unen en un respetable espectáculo que ha inspirado desde crónicas periodísticas hasta libros que cuentan sobre los orígenes y conservación de esta tradición bejucaleña.

  4. Hershey, Mayabeque

    Al oeste de La Habana existe un pueblo que lleva el nombre de las deliciosas confituras de chocolate Hershey. Seguro se preguntará si se trata de la misma persona y la respuesta es positiva, pues el creador de esa marca fue, entre 1918 y 1946, el dueño del central homónimo, ubicado a 45 kilómetros de la capital cubana, hoy perteneciente a la provincia de Mayabeque.

    Hershey, Mayabeque

    En torno al ingenio, Milton Hershey construyó un asentamiento con casas distribuidas en armónicas hileras y de arquitectura similar a las estadounidenses: estructura de madera, de dos pisos y con techos a dos aguas. Una bodega, una escuela, una farmacia y un cine completaban los servicios urbanos. A estos se sumaban los barracones para que viviesen los trabajadores del central, quienes garantizaban el envío del azúcar a la Hershey’s Company en los Estados Unidos.

    A este magnate también se le debe la puesta en marcha del primer y único tren eléctrico en Cuba, que cubría inicialmente el tramo Hershey – La Habana y todavía funciona, llevando personas entre La Habana y Matanzas. Aunque después de 1959 el pueblo fue rebautizado como el guerrillero cubano Camilo Cienfuegos, el nombre de Hershey se impone.

    Es un sitio tranquilo, para algunos fantasmal, que conserva la arquitectura original y, a pesar de que el central no funciona, es parte indisoluble de su identidad. Muy cerca se encuentran los Jardines de Hershey, un complejo turístico para pasar el día en familia disfrutando del verdor de la naturaleza, el frescor del río y deliciosas parrilladas en ranchones criollos.

  5. Remedios, Villa Clara

    En el centro de la Isla, la provincia de Villa Clara alberga un pueblo pacífico y esplendoroso. Se trata de San Juan de los Remedios, el tercer asentamiento español en Cuba durante la conquista que se convertiría tiempo después en la «Octava Villa».

    Remedios, Villa Clara

    Hermosas edificaciones de los siglos XVII al XIX, en buen estado de conservación, se alzan en torno a la Plaza Isabel II, única de su tipo en Cuba porque frente a ella se encuentran dos iglesias: Nuestra Señora del Buen Viaje y la Parroquial Mayor de San Juan Bautista. En esta última se pueden apreciar trece bellos altares de oro, junto a obras pictóricas que durante años resguardaron los lugareños, temiendo a los piratas que merodeaban las costas caribeñas y que en más de una ocasión invadieron la villa. No fue hasta 1946 cuando la iglesia fue sometida a una rigurosa reparación y aparecieron las piezas de gran valor patrimonial.

    Desde el punto de vista cultural, Remedios es sede de numerosas fiestas populares. Dos veces al año celebran las Ferias de San Juan: el 24 de junio y el 29 de agosto, en honor al nacimiento y muerte de San Juan Bautista. Pero el momento más esperado es el de las Parrandas Remedianas, entre el 16 y el 24 de diciembre. Como en Bejucal, el pueblo se divide en dos grupos que contienden por el mejor trabajo de plaza, las más atractivas carrozas y el espectáculo más original de los fuegos artificiales.

  6. Caibarién, Villa Clara

    En Caibarién, al norte de la provincia de Villa Clara, el olor a mar penetra por los poros y es capaz de saturar todo el cuerpo. Este es uno de los pueblos de pescadores más jóvenes de Cuba, fundado en 1841 por dos familias que establecieron un embarcadero en la costa y en 1873 lograron que se instituyera oficialmente la villa.

    Caibarién, Villa Clara

    Su impecable trazado incluyó calles rectas y anchas en dirección de norte a sur, que en las esquinas ostentaban singulares luminarias, por lo que comenzó a ser conocida por un tiempo como «La Villa Blanca». Su ubicación geográfica ha influido significativamente en sus tradiciones culinarias, que se caracterizan por un elevado consumo de mariscos y pescados.

    Con el cangrejo como ícono representativo, Caibarién es un espacio propicio para interactuar con auténticos pescadores y personas cálidas, participar en los festivales acuáticos que se celebran en el litoral al final de cada verano, pasear por el amplio Malecón y disfrutar de las hermosas playas que se localizan en las márgenes del pueblo y en los paradisíacos parajes de Cayo Santa María.

    Aunque la pesca es la principal actividad económica, allí también se produjo azúcar hasta hace unos años. Por eso, si desea conocer las interioridades del proceso fabil en Cuba, podemos visitar el Museo de la Agroindustria Azucarera Marcelo Salado, que fuera en su momento el más grande central azucarero de la región.

  7. Trinidad, Sancti Spíritus

    Si me preguntasen cuál es el pueblo más hermoso de Cuba, respondería sin dudar que es a href=»/blog/cuba/leyendas-de-trinidad-de-cuba/»>Trinidad. Su fundación data de 1514, cuando el adelantado de la Corona Española Diego Velázquez instauró la «Tercera Villa» en ese terreno, que hoy pertenece a la provincia de Sancti Spíritus.

    Trinidad, Sancti Spíritus

    Ha sido bautizada como la «Ciudad Museo» y ciertamente es muy conocida en el ámbito promocional turístico. Conserva la arquitectura española original, con frescas casas de puntal alto y patios interiores decorados, palacetes, impresionantes iglesias como la Parroquial de la Santísima Trinidad, calles adoquinadas y estrechas, plazas y plazuelas. Cuando se camina por la Plaza Mayor de Trinidad, es como si se hiciera una regresión al pasado colonial de la isla.

    Atractivas fiestas trinitarias de origen ibérico se celebran a lo largo del año. La Candelaria y San Blas, en febrero, La Cruz de Mayo y el Carnaval de San Juan, en junio, son muestras de una identidad cultural que incluye disfraces, procesiones, selección de la reina y sus damas, bailes, comparsas y comida típica criolla que llenan de alegría a la villa.

    A escasos kilómetros hallamos la playa de Ancón y se extiende el Valle de los Ingenios, también de alto valor patrimonial y anecdóctico, pues allí se localizan los restos de los ingenios más importantes de la zona en el periodo de la bonanza azucarera cubana.

  8. Gibara, Holguín

    Gibara enamora al visitante por la exquisitez de sus paisajes. Quizás por eso el cineasta cubano Humberto Solás la inmortalizó en dos de sus filmes más paradigmáticos: «Lucía» y «Miel para Oshun». Se localiza en la actual provincia de Holguín, a poco más de 30 kilómetros de la urbe homónima. La belleza e importancia comercial de su puerto desató la polémica en relación con el posible desembarco de Cristóbal Colón durante su primer contacto con esa tierra, aunque recientes investigaciones históricas apuntan que en realidad lo hizo por la Bahía de Bariay.

    Gibara, Holguín

    Hacia 1783 se comenzó la construcción de un fuerte cerca de la bahía, para proteger de ataques piratas lo que por entonces sólo era un asentamiento de familias. Desde el fuerte se extendió una muralla de piedra blanca que ofrecía mayor seguridad a los pobladores, por eso muchas personas fueron a vivir allí. En 1817 fue proclamado como villa.

    El amplio muro de piedra motivó que Gibara también comenzase a ser conocida como «La Villa Blanca». El poblado conserva los restos de la muralla, los fortines que se alzaban en algunos de sus tramos y los vestigios de lo que fuera la Batería Fernando VII, cuartel militar que actuaba como centro de operaciones defensivas. Desde la colina donde se ubica, un mirador permite visualizar la colonial Gibara, y respirar un enigmático aire con olor a salitre.

    Caminar por su centro histórico es admirar una ciudad con un trazado casi perfecto, hermosos parques, fachadas pintadas y cuidadas al detalle para conservar el aire primigenio que la engalana. Al paso aparecen personas alegres, hospitalarias y muy orgullosas de su pequeña ciudad.

    En Gibara podrá vivir asombrosas experiencias culturales. Lo que otrora fueron mansiones neoclásicas, hoy albergan museos de arte e historia; en tanto, la Casona de Santa María exhibe lo que en tiempos pasados fuera la morada principal de un importante ingenio azucarero. Pero su fama también se debe a que es sede del segundo festival de cine más importante de Cuba. Se trata del Festival de Cine Humberto Solás, fundado como «Festival de Cine Pobre de Gibara» en 2003, que se celebra todos los abriles. Desde 2016, el evento lleva el nombre de su creador.

  9. Manzanillo, Granma

    Ciudad histórica y plagada de exotismo es Manzanillo, en la actual provincia oriental de Granma. Llamada «La Novia del Guacanayabo», por encontrarse frente al golfo del mismo nombre, surgió en el ocaso del siglo XVIII como Puerto Real. Su historia está ligada a batallas marítimas por evitar la entrada de piratas, de ahí que sus habitantes aún sean personas nobles pero prestos a defender su tierra con arrojo.

    Manzanillo, Granma

    A sólo 15 kilómetros del pueblo se encuentran los restos del ingenio La Demajagua, donde el 10 de octubre de 1868 iniciaron las luchas de los cubanos por independizarse de España. Entre esas ruinas existe allí un monumento que recuerda el hecho histórico trascendental.

    También Manzanillo es una de las regiones más musicales de la Cuba. En este pueblo nació el son cubano y las tradicionales retretas en el parque Céspedes animan, junto al órgano, las noches enteras hasta cerca del amanecer.

    Visitar Manzanillo es asistir al encuentro con edificaciones que dan cuenta del gusto estético de quienes la diseñaron, donde convergen el estilo colonial y el ecléctico, como la Plaza Principal, admirada por su elegante glorieta de estilo asiático. Singular resulta la celebración de los carnavales, una tradición popular donde no faltan las comparsas, las carrozas, los fuegos artificiales, el cerdo asado en púa y la liseta frita de Manzanillo, plato típico local elaborado a base de pescado, un orgullo de su gastronomía.

  10. Baracoa, Guantánamo

    Baracoa es una idílica ciudad del oriente cubano. Aunque pertenece a Guantánamo, está muy cerca de Holguín y fue la primera villa que fundaron los españoles en todo el continente, en 1510. De esa época dicen que se conserva un fragmento de la cruz de parra, instaurada por Colón.

    Baracoa, Guantánamo

    Hoy comparte con sus visitantes innumerables tradiciones como la música y los bailes autóctonos, entre los que se destaca el «nengón». Se siembra café, cacao y coco, principalmente, y se elaboran deliciosos platos típicos de Baracoa como el bacán, fragmento de plátano rayado, leche de coco y chicharrones, que se cocina dentro de una hoja de plátano. Como ejemplo, también está el «cucurucho», que consiste en un dulce de coco dentro de un cono hecho de yagua de palma real.

    Ríos, playas y montañas de exótica complexión se entremezclan con un pueblo que destaca por una típica arquitectura colonial. Sobresalen casas de alto puntal y techos de tejas francesas que se ubican resueltamente en las estrechas calles de la urbe. Un extenso malecón ofrece una agradable vista del mar, en tanto los baracoenses se desbordan en hospitalidades con el visitante y les cuentan historias como la de aquella maldición que propinó sobre el pueblo un misionero de larga cabellera del que todos se burlaban, y predijo que Baracoa nunca llegaría a ser una gran ciudad. Esta leyenda se conoce como «La Maldición del Pelú», y muchos lugareños ven en ella el origen de cualquiera de sus males.

    Cuando se pisa Baracoa, el recién llegado puede sentir la sensación de encontrarse en un sitio idílico, plagado de leyendas urbanas y de piadosas mentiras que pueden confundir, como la presencia del Río Miel por el que corre agua fresca y cristalina, de una Farola que es en realidad una carretera, de un Yunque que es una montaña y de una Bella Durmiente, que también lo es.

El esplendor de los pueblos y la gente

Entre 2016 y 2017, Baracoa, Gibara, Caibarién y Hershey, por su ubicación en la costa norte, sufrieron los embates de los huracanes Matthew e Irma; pero la voluntad de sus habitantes les ha devuelto el brillo mágico que las olas y el viento intentaron restarle.

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