Amantes del mar, desesperados adoradores de su sensualidad y fuerza, los cienfuegueros celebran día a día la bendita providencia de su cercanía. Devotos de sus raíces, hincando recio y profundo las terminales de sus nervios y músculos en ella, los cienfuegueros también honran la tierra y le ofrecen su sudor, sus lágrimas y algo de su sangre también.
Siempre a medio camino entre la espuma y el monte, siempre escindidos, los hijos de Jagua sienten que ese matrimonio entre el mar y la tierra los define. Por tanto, no es arriesgado afirmar que uno de sus espacios favoritos es la playa. Ese sitio que no es totalmente tierra, y tampoco agua del todo.
Una ciudad, vista a través de sus playas
Diversas playas tiene la ciudad de Cienfuegos. Ciudad de mar, ciudad turística, se precia de una entronizada tradición playera e intenta, a pesar de las embestidas internas y externas, de proteger ese legado que les otorgaron los antiguos isleños.
En este post le invito, consumado viajero, a escurrirse entre la memoria de estas playitas preñadas de sol, de sal y de vida. Le tocará decidir más adelante si sólo desea limitar la experiencia a unos cuantos párrafos y algunos barruntos de poesía o…
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Club Cienfuegos
Hermoso palacete de estilo ecléctico, fue inaugurado en 1920 como el Cienfuegos Yacht Club y constituyó la sociedad de instrucción y recreo más significativa y elitista de la alta burguesía cienfueguera durante décadas.
En el 2002, luego de años de abandono y decadencia, se reinaugura como Club Cienfuegos bajo el sello de Cubanacán S.A, y ya en el 2005 el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural le otorga el Premio Nacional, en Restauración.
Hoy, es un centro emblemático de la perla sureña. Los tonos blancos y verdes de su fachada reciben al viajero, le susurran palabras tales como tranquilidad, frescura, elegancia, placer y lo invitan a disfrutar de botes, catamaranes y otros artilugios marinos. A disfrutar de la piscina y el restaurant; probar su cancha de tenis o comprar un souvenir en su tienda de regalos. Y, si lo anterior no le satisface del todo, le recomiendo la intimidad y recogimiento de sus regias terrazas techadas.
Flanqueadas por una discreta playita perteneciente al club, estas terrazas gozan de la preferencia de todos los viajeros que las han visitado por su exquisita combinación de distinción y sensualidad.
La brisa salobre del Caribe, además, invita al viajero a disfrutar de sus cómodas poltronas estivales que, tal parece, lo transportarán irrefrenablemente al corazón de una película de Visconti o James Ivory.
El Club Cienfuegos, para cerrar, es un sitio de fácil acceso. Tome la avenida 5 de Septiembre, bordee el Hospital Provincial, la Clínica Estomatológica y siga recto hasta llegar a la calle 37 (El Prado). Luego, adéntrese en el reparto Punta Gorda y lo hallará cómodamente.
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Círculo social deportivo Julio Antonio Mella
A finales del siglo XIX, un pasatiempo hizo furor en la bella ciudad de Cienfuegos, el tiro deportivo. A tal punto este deporte traía de las orejas a las clases acomodadas, que en 1900 se funda el Club de Tiro de Cienfuegos.
En 1918 pasó a llamarse Club de Cazadores, y ya en 1920 tuvo su cede oficial en un inmueble ubicado en la calle 37, entre las avenidas 6 y 4, en el reparto Punta Gorda, donde hoy aún permanece.
Sin embargo, el club ya no es el mismo. En el año 1952, se remodela completamente su cede, en busca de modernidad e higiene;se fusiona con el Club Náutico y la playa y los deportes acuáticos se convierten en una de sus mayores atracciones.
En 1959, es nacionalizado y pasa a llamarse Círculo Social Deportivo Julio Antonio Mella. «El Mella», como lo llaman los nativos, les suscita entrañables recuerdos. Allí aprendieron a nadar; disfrutaron del pedaleo en las bicicletas acuáticas o el vértigo en los botes de alquiler.
Hoy, naturales o intrépidos viajeros, continúan gozando de las bondades de la playa y las canchas deportivas; aderezadas, además, con interesantes carteleras culturales. Noches de trova, bolero, humor y teatro tratan de combinar el buen arte con el espectáculo.
Si desea vivir una experiencia realmente única, milagrosa dirían algunos, siga mi consejo y vaya al caer el sol. Solo o acompañado, una botella de vino blanco bajo el brazo, suba a la terraza, siéntese, déjese arropar por el rumor del ocaso y permita que las horas se le pierdan de vista, allá, en pleno corazón de la bahía de Jagua.
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La Punta
Hoy por hoy la playita más concurrida de Cienfuegos, La Punta, atesora un sinfín de historias y recuerdos que la hacen inestimable para el patrimonio cienfueguero y cubano en general.
Cuentan, que alrededor del siglo XIX el extremo sur de la ciudad se puso de moda entre las familias adineradas. Magnates del azúcar y el café, rutilantes comerciantes y señores de la banca se mudaron para allí y levantaron pintorescas mansiones.
En los terrenos de La Punta, se instauró la familia Cataño, dueños todopoderosos de centrales y cafetales. Su casona de espuma y luz abría las puertas y ventanas cada mañana al mar y al aroma de los azahares de su jardín.
Con el tiempo y varios huracanes la mansión desapareció y en su lugar se levantó un complejo recreativo formado por una cafetería, un bar, juegos infantiles, banquitos para ver el atardecer y una suculenta glorieta de cara al mar, acomodada para la lectura o el romance.
Baños de mar, risas de niños, espuma y cálida arena siempre acompañaran al viajero en la playa de La Punta. Sin contar, que cerca podrá encontrar el Hotel Jagua, elegante, grato a la vista; el Covadonga, presto siempre a servirle una exquisita paella marinera.
Encontrará, además, el Palacio de Valle, especializado en comida internacional y criolla, dueño de un mirador que parece sacado de una noche árabe, y la Fuente de la India, impresionante surtidor que recrea una de las leyendas más queridas por los sureños, siempre presta a hechizar al viajero.
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La Laguna del Cura
Muchas son las versiones que rodean el origen del nombre de esta playa con forma de bolsa. Playa barrigona, unos dicen que existió allí una capilla; otros, que era una ermita, y los de más allá que era sitio de descanso y veraneo de una congregación religiosa.
En fin, que nadie se pone de acuerdo y el nombre continúa rodeado por la cálida niebla de la leyenda. Lo que sí es real, es que hoy reside allí, además de los sempiternos baños de mar, con sus sombrillas de guano, sus palmeras y pinos, un complejo gastronómico.
Este agasaja tanto a naturales como a foráneos, y está conformado por un restaurant, que toma el nombre del sitio, escoltado por una fuente blanca poblada de delfines y niños. Sirve platos marineros típicos de la cocina cienfueguera, tales como escabeche de pintadilla y sierra.
Tiernos filetes grillé de tiburón y raya, así como un preparado especial para aderezar el arroz a base de camarón, jaiba y pescado. Siempre, no olvidar, previa llamada telefónica para reservar el horario de almuerzo (12:00 – 3:00).
Conforman el complejo, también, La Vallita, un bar-restaurant con techo de guano, fresco, higiénico, dos parrilladas, Mar del Sur y Siboney, con especialidades marinas y coctelería del patio. El Mojito y la Piña Colada figuran entre los tragos más vendidos.
Un reservado, climatizado, con televisión, servicio de primera y el ranchón El Canal, donde se oferta comida criolla e italiana, brochetas y coctelería.
Dado que la playa La Laguna del Cura se encuentra en lo más intrincado del reparto Punta Gorda, le sugiero, viajero prudente, que cargue en su celular con la aplicación «Mapa de Cuba offline», Cienfuegos, y la hallará sin mayor dificultad.
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Playa Alegre
Vecina de La Laguna del Cura, y más que vecina, hermana pequeña, Playa Alegre toma su nombre del reparto donde se ubica y goza, debido precisamente a su cortedad, del don de la intimidad y las puestas de sol.
Se pensó como sitio de veraneo y descanso de una burguesía ávida de novedades y lujo. Y fíjese si es así, que por los alrededores sólo encontrará casonas estilo racionalista del 50, y patios ocultos entre frutales y flores.
Su entrada oficial es a través de un arco pintado de verde, que orondo ostenta el nombre del lugar. Luego, continúa por una pequeña avenida escoltada por altos pinos y se llega sin mayores contratiempos a la playa.
A mano izquierda, encontrará un pequeño bar-cafetería «El Rectángulo». Rústico y con ínfulas de gran señor, está presto siempre a agasajarle con refrescos, churros, helados y algodón de azúcar, así como un poco de música. Playa Alegre, en fin, es una playa para la familia.
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La Playa de Elpidia
¿Quién era Elpidia? Fue la primera pregunta que me asaltó cuando descubrí esta playa. Por suerte, el misterio no se sostuvo por mucho tiempo, la dama en cuestión se llamaba Elpidia Robles de Morales.
Era la esposa del destacado intelectual e historiador Florentino Morales. De delicada salud, su esposo construyó para ella una casa, todavía en pie, maltrecha, pero en pie, a orillas del mar, en la zona de Playa Alegre.
La playita, cercana a Playa Alegre, tomó su nombre y después del triunfo de la Revolución Cubana se convirtió en punto de reunión favorito de la juventud cienfueguera. Hoy, es un sitio de baños que destaca por su recogimiento y mansedumbre, celosa guardiana de historias de amor y devotos romances de antaño.
Otras playas cienfuegueras para su disfrute
Estas son las playas de Cienfuegos. No son las únicas; en los repartos de Reina, O´Bourke o Junco Sur abundan pequeñas playitas, estrechas y de pequeña longitud.
No son ideales como casa de baño, pero tienen el encanto de sus tradiciones marineras. Además de las principales playas, visite estas, comparta con sus pobladores y zambúllase en sus mitos y leyendas. Siempre recuerde que, donde termina este post, empieza su aventura.