Cada retrato de La Habana en filmes extranjeros parece rejuvenecerla, porque está viva… y sus ojos, continúan cautivando a aquellos que la conocen.
Bajo el fango y la escualidez, esos ojos aún dominan.“Devélame o perece”, nos apremian. Y nada puede hacerse, solo obedecer. Varios, conscientes o inconscientemente, han acatado el reto. Entre los primeros yacen algunos cineastas extranjeros.
Cuatro películas y una ciudad
Es una excelente experiencia para descubrir, entre escenas, una calle, un sitio o una esquina habanera. Así, casi por azar, le dejo las cuatro películas que pueden hacerle revivir sus vivencias en La Habana.
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Nuestro hombre en La Habana (1959)
Primero, fue el libro. En 1958, el famoso escritor británico Graham Greene publica su novela “Nuestro Hombre en La Habana” (Our man in Havana). Al instante, se convierte en un best seller mundial y le llueven al novelista varias propuestas para convertirlo en película.
Graham Greene se decide por Carol Reed, director coterráneo suyo, con el que ya había colaborado satisfactoriamente en dos películas anteriores “El tercer hombre” y “El ídolo caído”.
En poco tiempo, Greene escribió el guión; reunieron un grupo de actores de primera línea: Alec Guinness, Burl Ives, Maureen O’Hara, Noël Coward; un buen equipo técnico y partieron hacia una islita del Caribe donde…
Primero de enero de 1959, triunfo de la Revolución Cubana. El 6 entra en la capital Fidel Castro, el líder revolucionario, al frente de sus tropas. El júbilo de los cubanos era inmenso, y el desconcierto de los ingleses, mayor.
¿Ahora que iba a pasar? Sin embargo, los productores no se amilanaron y, ni cortos ni perezosos, solicitaron permiso al nuevo gobierno para continuar con sus planes de filmación y…
Se filmó la película, sin grandes sobresaltos, a decir verdad. Debido a la agitación del momento, los habaneros apenas les prestaron atención a aquellos que filmaban por las calles de La Habana una historia que transcurría durante la dictadura batistiana.
Ahora bien, alguien sí se interesó por los extranjeros desde que estos arribaron a Cuba. Incluso los siguió, y husmeó, día tras día, entre sus planes como quien se zambulle en el antiguo baúl del desván. Ese alguien, era La Habana.
Sentía curiosidad. No por los forasteros en sí, llevaba ya varios siglos viéndolos desandar sus calles; una vez, hasta vinieron con una armada y la conquistaron, por unos meses. No, lo curioso era la historia que pretendían filmar.
La historia giraba alrededor de un inglés que vivía con su hija en La Habana; era vendedor de aspiradoras y quería ser espía, porque su hijita deseaba tener un caballo y era cortejada por un policía mandamás y asesino, y entonces el inglés empezó a…
Bueno, mejor hablamos de La Habana. Pasearon sus cámaras por calles y plazas. Retrataron lugares como el cabaret Tropicana y su salón Arcos de Cristal los dejó boquiabiertos.
El bar Sloppy Joe’s, trascendió la fama que ya tenía y promovió sus cocteles; se descubre el Teatro Shanghai, ya desaparecido; nos maravilla al identificar el Parque Central y el majestuoso Capitolio.
Contrataron, además, a un trío de músicos para que persiguiera, mientras le cantaban “Domitila a dónde vas”, a nuestro inglés, enfundado en un traje negro.
Quizás la propia Habana nunca entendió el chiste. Después los oyó decir que “era surrealismo tropical, cosas de La Habana”; y se estuvo riendo hasta el último día, que tomaron sus bártulos y se marcharon. “De verdad que los ingleses tienen cada cosa”, sentenció la ciudad y agitó su pañuelo en señal de despedida.
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Saludos, cubanos (1963)
Era de París y se llamaba Agnès. Agnès Varda, aunque después La Habana supo que no era parisina, ni ese su nombre. Había nacido en Bruselas, Bélgica, y sus padres la llamaron Arlette.
Después, se fue a París y se enamoró de la historia del arte, la fotografía y el cine. En 1954 debuta como directora con la película “La Pointe Courte”, y durante la efervescencia de la Nueva Ola Francesa (Nouvelle vague), dirige dos de sus filmes más reconocidos de los años 60: “Cleo de 5 a 7”, de 1961 y “La felicidad” del 65. Entre uno y otro, nace “Saludos, cubanos”, en 1963.
En las últimas semanas de 1962, arriba a Cuba acompañada del documentalista Chris Marker. Deseaba ver qué ocurría en las calles de una ciudad, La Habana, por ejemplo; o en los surcos de un campo de caña.
Qué pasaba por las fibras de tanta gente sencilla, que ríe, sufre, sueña y se estremece; en fin, en lo que parecía ser un alucinante movimiento perpetuo. Varda viajó sin equipamiento de filmación y decidió recoger todo lo que le ofrecía esa tierra con una sencilla cámara Leica y la usual película en blanco y negro.
Desde que llegó La Habana se interesó en ella, y ella en La Habana. Es cierto que este foto-documental trata sobre Cuba en general, pero también es cierto que un gran porciento de las fotos fueron tomadas en La Habana y a los habaneros.
Fueron retratados Fidel Castro y Benny Moré, escritores y gente de cine, cañeros, alfabetizadores, milicianas, un tabaco en medio del mar, amas de casa, obreros, campesinos, niños con pulóveres que dicen Cuba, carteles de Patria o Muerte, etc…
En fin, quizás la Varda corrió con un poquito de más suerte por ser mujer. Quizás esta joven le pareció sincera a La Habana; le pareció inteligente; o halló que venía con ideas menos preconcebidas; tal vez…
Pero La Habana no se deja engatusar tan fácilmente; se sabe mujer también y por tanto invita a la otra, intelectual y francesa, a su casa sólo el día que su novio no la visita. Esa es La Habana, una ciudad que parece mostrarse toda, pero, ojo, siempre esconde sus secretos más sabrosos.
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Soy Cuba (1964)
Los cineastas soviéticos ambicionaban desentrañar, los secretos del alma cubana. Pretendían con una película, “Soy Cuba”, despojar de sus secretos a La Habana, y hacerlos legibles para su pueblo y el resto del mundo.
La Habana ni se inmutó. Los vio llegar un día de octubre de 1961 y sencillamente, se sentó a esperar. Mikhail Kalatozov, como director, Serguei Urusevki, como fotógrafo, y el poeta Evgueni Evtushenko, como guionista, anunciaron emocionados los preparativos para la filmación de la futura película.
Y emociones era lo que sobraba en Cuba, en su capital. La historia se contaba día a día, vertiginosamente, alucinantemente. Los soviéticos palparon esto, y se pasaron más de un año preparando el filme. Buscando historias, personajes, ahondando en la vida de los cubanos, de los habaneros.
Cuenta Miguel Pineda Barnet, co-guionista del filme, que visitaron en La Rampa habanera el Hotel Habana Libre, hoy Tryp; el edificio FOCSA y el restaurante Polinesio, entre otros sitios. De la Universidad de La Habana, les fascinó su gran escalinata, quizás porque les recordaba a la del Acorazado Potemkin.
Y en Guanabacoa asistieron, extasiados, a un toque de santo. Estas vivencias, después emergieron en la película, pero Kalatozov, el director, se impregnaba de ellas desde lejos, desde el auto. La Habana, pícara, sonreía y esperaba.
En febrero de 1963 comenzó el rodaje. Las cuatro historias que forman la película tardaron en filmarse catorce meses, todo un récord. Y la cinta acabó estrenándose en Cuba en julio de 1964.
Al parecer, a pesar de su impactante puesta en escena, a casi nadie le gustó. A los cubanos, les molestó la falta de autenticidad, la llamaron “No soy Cuba”, no se reconocieron en esa isla, en esa Habana de celuloide.
Y los soviéticos apenas la vieron, sus gobernantes la consideraron un derroche de lujos y comodidades pre-revolucionarias. La Habana, volvía a alzarse triunfante.
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Rápido y furioso (2017)
La noticia de la filmación se regó como pólvora y la presumida urbe habanera se mantuvo expectante, aunque tranquila.
Bajo el sello de la Universal, el equipo de rodaje de la película, encabezado por su director Félix Gary Gray, llegó a La Habana en el 2016, junto a los actores Vin Diesel y Michelle Rodriguez, protagonistas del filme.
Comenzaron los rodajes. Durante 12 días se filmó la secuencia inicial de la película. Pura adrenalina, frenéticos autos, un Chevrolet Fleetline 1950 y un Ford Fairlane de 1956, combaten por alcanzar primero la meta.
Mientras a su alrededor, calles previamente asfaltadas; coquetas filas de casas de Centro Habana recién pintadas, a los estadounidenses les encanta “la pátina del tiempo”, pero no tanta; banderas cubanas; el parque El Curita; el Malecón habanero; celulares y fanáticos, muchos fanáticos cubanos celebrando a la que consideraban “la primera película hollywoodense filmada en Cuba”, aunque solo fuera una secuencia. Pero eso es intrascendente, desde “Nuestro hombre en La Habana”, recuerde, en 1959.
“Nunca has visto Cuba de la forma en que nosotros la presentamos”, declaró el director de la película en una entrevista que le hicieron en New York. Y La Habana, traviesa, se cayó de bruces de tanto reírse. Seguro se acordó de la ingenuidad de los ingleses del 59 y su trío de músicos locos, bostezó y luego escribió en su cuenta de Twitter: Estos americanos dicen cada cosa.
Disfrute de estos filmes y viaje a La Habana
Nada, que al final La Habana, con casi medio milenio y como toda una singular niña, es un tanto caprichosa y no se deja aprehender tan fácilmente. Varios fueron llamados, y ninguno, San Mateo sabrá perdonarme, fue escogido. Mi consejo: sólo visítela, vívala, diviértase con sus películas y, sobre todo, estímela. Ella, agradecida, no pide más.